La verdadera y renovada cadena de desgracias comenzó una mañana.
Hacía días que habías comenzado a cambiar.
Las pocas charlas en las que vos hablabas y yo te escuchaba se estaban acabando. Tus bromas y momentos de molestar también.
Y todo porque te la pasabas con la mirada pegada a la pantalla del celular.
Ni siquiera prestabas atención a la clase (cosa que anteriormente hacías, al menos, un poquito más) y no te ocupabas de las cosas que debíamos hacer.
Por eso no aguanté mi curiosidad y con toda la disimulación del mundo que pude imprimir en este acto, mientras vos escribías, le eché una miradita a la pantalla.
Y leí el nombre de una chica, y un emoticón a su lado que tenía forma de corazón.
O tal vez yo lo vi como uno al empezar a formar millones de historias en mi cabeza.
Dicen que la curiosidad mató al gato.
Pues a este gato se le fisuró el corazón.