Mis sospechas se afirmaban cada vez con más frecuencia.
Adelante nuestro teníamos un compañero que siempre que podía te molestaba con el tema de “ella”
Lanzaba indirectas que ambos sabíamos captar, pero que yo fingía no escuchar o me reía y te miraba esperando que me dijeras de su existencia.
Porque pensé que al ser amigos o hermanos, me lo ibas a decir.
Nunca abriste la boca y yo tampoco te pregunté.
Prefería vivir en la “ignorancia” y creer que era algo pasajero.
Prefería que mi corazón recibiera pequeños rasguños antes de que la realidad saliera de tu boca y la caída fuera inminente.