Si hay algo que les gusta hacer a los profesores hasta el día de hoy es hacernos gastar nuestra plata en fotocopias.
Montones y montones de fotocopias.
Esto pasó en segundo o tercer año, pero podría asegurar que fue en tercero.
Hay una pequeña librería a unas tres cuadras de la escuela en donde todos dejan el material de trabajo a utilizar.
Como me quedaba de camino y llevaba plata conmigo, decidí pasar en mi regreso a casa ya que nos habían dejado algunas allí.
A una cuadra de la escuela me encontraste y fuimos juntos.
Íbamos en silencio, pero no uno incomodo, sino todo lo contrario.
Yo estaba más que bien contigo como compañero.
Ya dentro del local me preguntaste si debía irme caminando hasta mi casa.
Y es acá cuando tengo la duda de qué hubieses hecho si mi respuesta hubiese sido un “si”, en mis sueños vos me acompañas hasta ella.
Pero lamentablemente estaba mi papá esperándome a la vuelta del lugar.
Cuando salimos, nos saludamos con un beso en la mejilla y yo emprendí mi trayecto hasta el auto, que estaba en la otra esquina.
Vos en ese entonces tenías una bici-moto que se escuchaba cuando la hacías arrancar y cuando te encontrabas en movimiento.
Nunca le escuché encenderse y sentí la mirada de alguien en mi espalda al menos la mitad de cuadra en la que unos árboles me comenzaron a tapar.
Nunca volteé a mirarte y por eso siempre voy a tener la duda de si fue real el hecho de que me observaste marcharme.