Cuando la profesora escuchó nuestra idea te miró significativamente, como diciendo “¿él está de acuerdo con esto?”
Vos simplemente te encogiste de hombros divertido y dijiste que fue tu idea.
Ella como respuesta rió.
Ahora la incógnita estaba en donde nos juntaríamos a hacer el trabajo.
Y para mi más mala suerte todas las miradas me apuntaron a mí, incluida la tuya.
En esos momentos te consideré realmente masoquista porque si íbamos a mi casa, ahí estaría mi mamá.
Y si estaba mi mamá eso solo significaba una cosa: preguntas y más preguntas para ti.
Y vergüenza y más vergüenza para mí.