Una mañana, como cualquier otra, estaba intentando abrirme paso entre medio del gentío que al igual que yo quería comprar algo para comer en el recreo.
En una de esas siento que alguien me golpea y al dar vuelta veo que sos vos.
Como creo que haría cualquier otra persona no tardé en devolvértelo, hasta que empezamos a jugar a darnos pequeños empujones y golpes, entonces llegó A.
No yo, sino la malvada A.
“Los que se pelean de chicos, se aman de grandes” dijo con esa voz irritante suya y con una mueca que pretendía ser una sonrisa.
Noté que te sonrojaste un poquito pero sin embargo no le di importancia porque me encontraba riendo por lo que ella había dicho.
Porque en ese tiempo esa idea era la más absurda que había escuchado.