Para la clase de comunicación nos tocaba, como a todos los cuartos años, redactar una revista.
Cada dos o tres personas se asignaba una sección, con mi mejor amiga habíamos elegido la de recomendaciones de libros.
Era uno de los últimos días en que nos estábamos dedicando a esto, por lo que había grupos que ya habían concluido y se encontraban charlando en los rincones.
Vos eras uno de los que ya había acabado, o más bien de los que se había tomado libre toda la actividad.
Estabas sentado, rodeado de compañeras que me caían neutral, todo dependiendo del día, pero si sabía que una de ellas gustaba de vos y sus amigas obviamente la apoyaban.
En una de esas escucho que una de ellas te pregunta en voz demasiada alta: “¿Con quién vas a entrar en la graduación?”
Si bien faltaba más de un año para ese hecho, ya era motivo de conversación, especialmente para aquellas que necesitaban que todo salga perfecto.
En nuestra escuela no es “con quien vas” porque estamos todos juntos con nuestras familias, acá es “con quien entras”
Curiosa por saber tu respuesta dejé de escribir por unos segundos, como si el ruido del teclado me impidiera oírte, aun así tu respuesta fue baja y no te escuché.
Decepcionada estaba por volver a escribir cuando escucho que me llamás.
Me doy vuelta y un poco más cerca de donde te encontrabas y con la mirada de todas ellas encima de nosotros, me preguntaste:
“¿Entras conmigo?”