Este año tocaba gimnasia mixta.
Si antes odiaba la asignatura, ahora todavía más.
Como era una de las primeras clases: jugamos vóley.
Si algo odiaba de la asignatura que odiaba era cuando tenían que elegir equipos.
¿Es que los profesores no se daban cuenta de que los que ya nos sentíamos fracasados por no ser buenos en eso, nos sentíamos aun peor cuando quedábamos para lo último de todo y nos elegían porque no tenían otra opción?
Cuando el profesor designó a todos varones (encima) para que elijan, yo me resigné a que iba a ser igual que siempre y me senté en el fondo.
Entre ellos estabas vos. Y tal fue mi sorpresa cuando me elegiste, y encima no a lo último. Casi una de las primeras.
Como éramos más, hacíamos rotación y yo salí afuera porque no quería empezar.
Y yo pensé que era mala jugando. Realmente mis compañeras no eran las mejores sin duda. Entonces cuando me llegó la hora de entrar y saqué bien todas las veces, en el instante en que el partido terminó, te acercaste y me dijiste: “Jugaste mejor que todas las otras” acompañado de una sonrisa.
Y realmente sentí que fue así. Por primera vez así lo creí.