Nunca fui fan de mi pelo en general.
Por eso, cuando apenas tuve la oportunidad de cortarlo, lo hice, y mucho. Antes pasaba la mitad de mi espalda, ahora estaba un poco más arriba de mis hombros.
La cuestión pasó cuando al día siguiente aparecí en la escuela con mi “nuevo look”. Soportar que me pregunten si me corté el pelo no fue fácil, porque, o sea, era obvio.
Igualmente, en una de esas te encontré mirándome y cuando te diste cuenta de que te había agarrado, me preguntaste divertido: “¿Te cortaste el pelo?” A sabiendas de que me molestaba.
Mi parabatai no perdió la ocasión y acercándose un poco hasta vos, te preguntó: “Le queda lindo, ¿no?”. Haciendo que vos respondas con una sonrisa “Sí” y volvieras a lo tuyo.
Yo por mi parte sonreí, sintiendo esa sensación dentro mío cada vez que hacías algo como aquello.
Sin embargo, no fue lo mismo que antes.