Siempre fuiste chismoso, eso no voy a negarlo. Pero creo que a veces tenés un súper oído para la clase de conversaciones que yo estoy llevando a cabo a pesar de que te encuentres un par de bancos más allá.
Por eso, cada dos por tres tenía que escuchar como acotabas algo, aunque fuera lo más tonto del mundo, luego de mí. O tenía que soportar tus intentos por callarme en broma, o como también jodiendo decías sarcásticamente que te importaba lo que yo estaba diciendo.
Una mañana, un profesor dejó fecha para una prueba y dentro de los temas entraba algo que se encontraba en unas fotocopias. Yo, que odiaba estudiar de fotocopias, me quejé en voz un poco alta, y fue lo suficiente para que vos escucharas.
—A “A” no le gusta estudiar de fotocopias —dijiste en voz alta, también sabiendo que era verdad por todas las veces en las que te lo había dicho cuando estábamos juntos.
El profesor me miró divertido (que por suerte no era ninguno malo) y yo sentí mi para arder mientras se oían tus carcajadas de fondo.