Las Crónicas de Aincrad Vol.1

Revelación

El seis de noviembre a las 17:42 horas, los jugadores que estaban en ese momento conectados a Sword Art Online tuvieron la consciencia de que quedarían atrapados en el primer videojuego de inmersión virtual; Sword Art Online. Una fortaleza virtual conocida como “El Castillo Flotante de Aincrad”. Akihiko Kayaba era el creador de la plataforma y del videojuego que tanta euforia ocasionó a lo largo de su desarrollo, sin embargo, ahora no era más que un simple terrorista cuyo acto ocasionó que se movilizaran las autoridades. Muchos familiares y amigos de las víctimas ignoraron las advertencias que Kayaba había enviado a través del ciber espacio de las redes sociales ocasionando las primeras doscientas muertes oficiales y documentadas por los servidores públicos japoneses dando inicio así a la trampa mortal; si morías en el juego, morirías de verdad y la única manera segura de salir con vida sería completando el juego; los cien pisos del castillo flotante de Aincrad. Para ese momento ya había desvanecido la luz brillante en todos los jugadores y se toparon con una sorpresa; sus avatares ahora poseían su verdadera apariencia física.

— En este momento —habló la figura flotante del cielo—. Todos deben de estarse preguntando en el porqué. ¿Por qué Akihiko Kayaba, desarrollador de SAO y el NerveGear haría tal cosa? Mi objetivo ya se ha logrado. Creé Sword Art Online por una razón; para crear este mundo y disfrutar viéndolo. Esto concluye el tutorial de lanzamiento oficial de Sword Art Online. Les deseo suerte, jugadores.

Eso fue lo que básicamente las palabras del espectro flotante quien decía ser Akihiko Kayaba pronunció en lo alto del cielo artificial coloreado con alertas del sistema en un intenso color rojo como la sangre mientras se desvanecía tal como apareció con su cuerpo deformándose y ocultándose tras la alerta de donde había provenido y una vez desapareció por completo, el cielo se despejó en un abrir y cerrar de ojos en aquel atardecer y el caos no tardó en empezar.

El pánico se apoderó rápidamente de todos los presentes, algunos gritando al aire con la esperanza de salir del juego, otros llorando desconsolados y otros tantos, luchando contra los supuestos responsables de su presencia en el juego.

— ¡Todo esto es tu culpa, si no me habrias invitado a este juego no tendría que morir!

Escuchaba gritos como esos mientras la multitud comenzaba a golpearse sin control alguno. Este lugar se volverá un campo de guerra tarde o temprano. Mentalizado para sobrevivir y únicamente volverme más fuerte según los parámetros que el juego podría ofrecer, no tenía tiempo para estar poniendo atención a los detalles de las palabras de aquel hombre al que admiré alguna vez. Sentí como la ira, el odio, la tristeza, el coraje y demás sentimientos negativos que por ahora resguardaba en las profundidades de mi existente ser se manifestaban intensamente en los gritos de los jugadores que buscaban con todas sus fuerzas desgarrar el cielo  para hablar de nuevo con el creador de este mundo. Mordí mis labios tan fuerte que en la vida real provocaría un corte que haría que la sangre brotara.

— Klein —lo llamé entre susurros—. Ven conmigo.

Este usuario de cimitarra muy apenas pudo entender lo que yo había dicho entre toda la conmoción y el caos de los gritos suplicantes de los jugadores donde la mayoría intentaban en vano que Kayaba los sacara del juego, otros pensando que se trata de una broma o alguna clase de “ambiente” para un estilo de juego más realista pero todo apuntaba a que no era así, los noticieros que mostró no podían mentir siendo bastante reconocidos por su verificabilidad. Al llegar a los límites de la plaza de la Ciudad de los Inicios, lejos de toda la conmoción y gritos aún oyentes a la lejanía, me detuve a la vista de una calle con tiendas NPC y claro, sus comerciantes eran totalmente indiferentes a lo que estaba sucediendo. Klein parecía preocupado y parecía que estaba a punto de decir algo, pero no lo dejé hablar.

— Sé todos los caminos y rutas seguras que podemos tomar a partir de aquí. Tenemos que apresurarnos porque las áreas de farmeo más cercanas no van a durar mucho… —Quise omitir el hecho de que era posible que una batalla campal se genere debido a la escasez de monstruos de las áreas más cercanas a la Ciudad de los Inicios. Desplegué un mapa y tracé una ruta. — El siguiente pueblo es donde tomaré una misión, hay equipamiento de armadura mucho mejor a la inicial en la tienda y las pociones están baratas. Con el dinero que hicimos durante las practicas de hoy podremos comprarnos algo medianamente decente.

— Kirito… — Klein intentó hablarme, pero yo estaba tan centrado en mi estrategia que nunca fui capaz de escucharlo.

— Los recursos de los MMORPG son y tienden a ser limitados por tiempo y demás, de ser así la única forma de hacerse más fuerte es buscando otros lugares de caza hasta que lleguen otros jugadores. Iremos moviéndonos por…

— Kirito. —Intentó volver a hablarme, pero seguí explicando.

— … los diferentes pueblos antes de que el resto de los jugadores lleguen.

— Hey, Kiri… —Volví a interrumpirlo.

— Lo siento, sé que estás asustado, pero debes confiar en mí. Es la única man… —Sentí una sacudida en mis hombros que me hizo detener mi explicación. Miré fijamente los ojos de mi contraparte, aquel sujeto que parecía vagabundo con una banda roja en la cabeza simulando ser una especie de ninja o samurai bandido me miraba sonriente, pero ¿cómo podía sonreír en una situación tan fúnebre como la actual? De alguna manera no soportaba que tuviera ese rostro tan gentil conmigo.




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