Gabriel, sentado en el piso polvoriento, giraba el celular que seguía encendido, les faltaba el aire, la humedad del subsuelo los asfixiaba, provocándoles carraspera, el olor a viejo hacía qué el respirar sea dificultoso. Brim, pateaba piedrecitas que encontraba, Laria tenía los ojos fijos en la oscuridad, habían caminado durante tres horas, sabía que faltaba poco.
— Lo siento, estamos cerca, puedo percibir un aire más limpio —, dijo Laria, sentía peso en su corazón por Clen.
Brim miro el sendero lóbrego — parece que sí, nuestra señal está allí—, se acercó junto con Gabriel, la linterna del celular estaba encendida, — Aquí, aquí es la marca, existe una posibilidad de que Clen nos encuentre al final.
— Es muy posible—, contesto Gabriel con su acento español.
— Debemos apresurarnos—, expreso Laria repuesta, Clen era fuerte, y nunca se daba por vencido. Comenzaron a avanzar, el camino despejado, solo se oía el tintineo del agua filtrándose a través de la tierra, empezaron a mojarse los pies.
— Sí, si estamos cerca—, señala Clen hincándose, tomo un sorbo del líquido. — Refrescante.
Siguieron avanzando, el agua comenzó a subir hasta el cuello, Gabriel levantó sus brazos temía que el celular se moje, el estanque estaba quieta, sentían frío, siguieron hasta llegar a una caverna, donde las estalactitas formaban unos dientes puntiagudos.
—Como boca de dragón— Expreso confundido.
Al llegar, unas escaleras de madera se habían colocado cerca de la entrada. — trata de no resbalarte, si te caes aquí quien sabe dónde podrías llegar a terminar—, advirtió Brim a Gabriel.
Al subir entendió la advertencia, huecos salían de la piedra caliza por lo menos quince, el agua se escurría por ellos.
—Son viejos túneles, de una antigua cantera, se utilizaba para la construcción de castillos, una inundación dejo inhabilitado este lugar, cientos de personas murieron —, narra Laria mientras continuaban su camino por unas baldosas bien trabajadas.
La caverna estaba deshabitada y oscura. Podían vislumbran todo aquello que la linterna mostraba, Había montones de piedras apilonadas a la derecha y a su izquierda, picos, palas, baldes de acero, carros, cubierto de telas de araña, pasadizos. Llegaron a otra entrada oscura, una puerta de madera descansaba al comenzar el corredor, detuvieron su marcha, al abrirla solo había un recipiente metálico. Laria lo levanto metiendo su mano dentro de un hueco, una puerta se abrió.
Gabriel se tapó la boca — diablos, que cosa apestosa.
— Tienes un acento extraño—, indico Brim.
—Soy de otro territorio, es por eso que mi habla es singular también en el país que opte por vivir.
—oh, — se quejó Laria, mientras extraía unos abrigos del armario secreto—. Son pesados, ayúdenme, nos tenemos que abrigar bien, cuando salgamos, la nieve estará hasta arriba, el frio nos condenara antes de que podamos encontrar un lugar seguro.
Estaban mojados, y con frio, comenzaron a quitarse la ropa húmeda, Laria se alejó, adentrándose dentro de la oscuridad se cambió veloz.
Laria tomo una botella sin etiqueta transparente, el líquido era color café, tomo una mochila, había paquetes envueltas en hojas verdes, atados con hilos rojos parecía que brillaban a la luz de la linterna.
Comieron en silenció, cada uno sumergido en sus pensamientos, Brim por momentos sentía rabia, la culpa lo abordaba por momentos, estudiaba a detalle la situación y pensó que podía ayudar a su hermano de muchas formas.
Gabriel pensaba en su amada, la veces que la dejó ir ese sentimiento de perderla se había hecho realidad, extraviarse en manos de algún malhechor es lo peor que le podía pasar.
Laria restringió sus pensamientos para otro momento, tomo un mapa fijando diferentes rutas.
Gabriel la miro confundido, — lo dejamos en la casa, antes de que todo esto suceda estaba allí en la mesa— El golpeo su pierna, se levantó apoyándose sobre la pared allí se quedó. Se le ocurrió una idea estúpida— existe la posibilidad de que el libro ayude a Clen.
Laria y Brim se levantaron de improvisto, dejando sus pensamientos de lado.
—¿Es posible eso? —. Preguntó Brim esperanzado.
—Mejor es pensar algo bueno, que estar en la culpa—, aconsejo Gabriel.
Los tres se miraron entre sí, en medio de la caverna, tomaron lo poco que tenían, Laria repartió unos guantes, recogió del fondo del estante unos trapos viejos tomo el bolso y lo cerro. Laria tomó un arco bien cuidado, recogió unas flechas, cogió un carcaj. Gabriel oculto una daga, y la espada que había recibido, Brim tomo un pequeño escudo dorado y una jabalina.
Editado: 09.10.2024