Las crónicas de Aishla 2

CAPITULO 3

Los días pasaron presurosos, intento pegarse lo que más pudo a su sweaters roto, estirado y gastado, cubriéndolo del frío gélido que provocaba el invierno helado que se habían instalado, había escuchado rumores de un frío sin precedentes.

Comenzó a oír el mismo tintineo de llaves que abrían y cerraban las puertas de las celdas, su celda estaba a oscuras. Juro no morir allí en cerrado, en donde viera una forma de escapar lo haría sin vacilar.

El candelero se movía de derecha izquierda, chirriando las llaves y el viejo escupiendo cualquier cosa iracunda contra los carceleros, los ecos de las quejas llegaban al final del corredor, como voces de fantasmas perdidos y desahuciados.

— Va, maldito mequetrefe—, dijo el viejo, sonríe cruel mente— tengo algo entre diente para ti.

— Solo tres dientes me sepaaa…raaa…n… de tu verdaaa…d…—, respondió Emanuel burlándose.

— ¡Maldito, infeliz, escueto y sin carne! —Espeto el viejo, lo tomo del sweater gastado, levantándolo, lo lanzo despotricándolo sobre las rejas del agujero donde estaba metido— ¡Si no fuera que Crobañion, tiene algo que hacer contigo, mataría tu cuerpo mal formado!

Escupió el piso, tomo su comida que estaba sobre un carro, un vaso de agua de madera y una rodaja de pan enmohecida, se la aventó al suelo — ¡disfruta de tu cena!

De un solo golpe cerro el portón, marchándose furioso, Emanuel estaba en el suelo dolorido, junto a él una sonrisa dibujada. Levantó su mano, había sustraído del bolsillo del viejo el manojo de llaves.

Espero unos segundos, en lo profundo del calabozo, tomo una de las últimas pastillas que guardaba en el fondo de su pantalón, se acercó a la puerta, hurgo en la oscuridad la llave, recordó haberla marcado unos días atrás, en un altercado con el viejo. La encuentra, se detiene, suspira en la fría celda, su ojos se habían acostumbrado a la oscuridad, y al mal olor, su celda tenía un cajón donde sus eses se acumularían hasta el último día de su vida, si allí se quedaba.

Introdujo la llave y al girar la puerta chirrió como de costumbre, el sonido lo recordaría como un paso a la libertad, eso lo lleno de vigor, su cuerpo torpe tambaleó al dar el primer paso, y se obligó a caminar, fue tomándose de los barrotes, los carceleros lo miraron asombrados, como podía un sujeto así salir a la libertad.

— Déjame acompañarte— suplico una vos— si nos dejas aquí mañana a esta misma hora moriremos.

Y las voces comenzaron a murmullar en la frías celdas.

—Déjanos salir príncipe, seremos tus servidores— Murmuraban por lo bajo.

—Si, solo no podrás irte de aquí, sabemos lo que sucederá, si te atrapan, sufrirás consecuencias.

Emanuel, miro a su alrededor c000000000ompadecido, porque las voces, aullaban de dolor.

— Tengo las llaves en mi po…der…, si me juran lealtad, les daré recom…pensa…s…, sus fechorías serán perdonadas—, dijo Emanuel mientras recorría las mazmorras.

El lugar quedó en silencio. — Pss, pss. — escucho Emanuel en medio del silencio, justo detrás de él.

— No sé si se acuerda de mi— dijo la vos de unos de los carceleros— Shurgor, a su servicio—, de la fría celda, unas manos huesudas acercaron su acero, parecía una moneda real, que solo se le adjuntaba algún hecho heroico a la corona.

— Esto, es de alguien que salvo mi vida en mi niñez ¿Shurgor? ¿Como es posible? —. Pregunto Emanuel impresionado.

— Todas las llaves no sirven, la llave que abrió tu celda es la misma que abre las demás—, dijo Shurgor.

— Entonces hazte cargo, conoces a estos carceleros, mejor que yo, sepáralos en grupo, le haremos frente a todo lo que se nos cruce. — sentenció Emanuel.

Los carceleros comenzaron a salir uno en uno, ya no tenían nada que perder, estaban dispuestos a morir en el intento. Los ojos de ellos estaban hundidos en una única esperanza, Emanuel tomo la delantera, llego hasta un corredor, frio y oscuro, miro hacia ambos lados estaba despejado, hizo señas de que avanzaran, encontró un guardia tendido sobre su asiento.

Emanuel se acercó, tomo su espada golpeando su sombrero oscuro, llevaba una insignia de un dragón volador, el hombre despertó, se llevó la mano a la cintura descubriendo que estaba descubierto, Emanuel golpeo al individuo haciéndolo desmayar, llamo a un preso, y enseguida desaparecieron en la oscuridad.

El corredor estaba bien alumbrado, suponía que era de noche, o que estaba bajo tierra, eso lo averiguaría después, entro dentro de un almacén, había cajas atiborradas, tomo su espada y de un golpe abrió el contenido, observo maravillado, lo tomo y lo observo.

— ¿Cómo es posible? es por eso que necesitan de mí.

— ¡Estamos en problemas! — dije Shurgor mientras entraba galopando y dando malas noticias.

Emanuel, lo miro con sus ojos brillantes, y algo dentro de él se encendió —Reúne a todos, debemos vencer tendremos que ser suficientes para salir de este lugar.

Shurgor lo miro y ve en el muchacho algo diferente. Acata ordenes sin chistar y desaparece en un abrir y cerrar de ojos.

Fuera los carceleros estaban defendiendo unos de los flancos y se las estaban arreglando muy bien para defender el lugar, aguerridos y fieros. Shurgor ordeno no rendirse, tomo una espada clavada en el abdomen de unos de los reclusos, lo limpio con su mismos harapos.

Al instante, tres lo estaban acorralando, uno de los presos envistió a uno, recibió un puñetazo en la sien con una espada por detrás, Shurgor volteo y la sangre corría a borbotones por su lado, se limpió, era un carcelero fornido.

— Bien, perplejo idiota. Te prometo que morirás aquí abajo, sin volver a mirar el sol, y lo verde de este mundo—. Dijo el guardia inflando sus gruesos músculos.

— Ya veremos, quien destruye a quien—. Contesto Shurgor, sabía que estaba en un momento decisivo, confiaba en el príncipe.

Shurgor, escucha un ruido detrás suyo, retrocede hacia la pared, apoyando lo poco que le quedaba, estaba blanco y pálido.



#1438 en Fantasía

En el texto hay: fantasia, aventura

Editado: 25.09.2024

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