Las crónicas de Aishla 2

CAPITULO 4

Miraba la oscuridad, el chasquido de la fogata devorando las maderas, un rugido como de león escuchaba sin detenerse; le dolía la cabeza. Los rostros de sus compañeros eran inconfundibles; la luz que emanaba del fuego hacía que pudiera distinguir con facilidad los semblantes, el bramido grave y largo del animal. Así recordó el Ashirían a Astriot y hacia dónde se dirigían.

—Ese poder te va a matar si no lo controlas. Astriota le acercó una taza de acero inoxidable. —Bebe ese té, compondrá tus ideas.

—¿Qué podemos hacer? —Un poder así necesita un gran control.

—Eso toma años, amigo Varagot —dijo mientras se llevaba una taza de acero y bebía el contenido; se restregó las gotas de la bebida—. Todo lo que puedo decir es que si ella se aferra al no puedo, terminará muerta, sin duda —sentenció Astriot.

—Igual, para eso falta mucho —pregunta Ills, inquieto—. Lleva en este mundo más de quince días, y no sabemos cuándo pudo despertarse.

—Bueno, con ese criterio, estamos todos sentenciados—. Agregó Arch.

Sofía hizo una mueca mientras terminaba la taza de té. —Lo siento, en mi mundo, las pastillas que tomaba eran por estrés, decían los doctores. Debió ser un poco más de ese poder. La próxima vez intentaré soportarlo; siempre es el mismo sentimiento, voces llamándome —hizo una pausa mirando la taza vacía, lleva su dedo índice a la boquilla—. Tengo la sensación. Sus ojos se llenan de lágrimas, un dolor agudo sobre el pecho la aprisiona. —Allí está, puedo ver el dolor y el sufrimiento de muchos hombres y mujeres. Llamándome en la lejanía.

Por fin su poder se muestra poderoso y reluciente; sus ojos brillan en la oscuridad junto a sus manos. Ella abre la mano y lo ve claro, templado como verse reflejado frente a un espejo.

—Eso es, dominaste el poder. Dice Astriot, sorprendido.

—Realmente, estaba en lo correcto el príncipe. Eldrich se arrodilla frente a Sofia y pronuncia: —Ahora os seguiré hasta la muerte, hasta la misma oscuridad, y si podemos atravesar los valles más oscuros, allí estaré a su lado, peleando y alentándola. Tomó su pluma y se la entregó en mano. —No me la devuelva hasta ver acabado mi juramento.

—Y para eso, debemos comer algo que nuestro querido Astriot nos ha obsequiado como primera noche, ¡Kirkish! —dijo Arch. Que cocía la comida sobre una sartén bajo el fuego.

Tenía forma de media luna; ingredientes: queso y pedazos de cerdo, con una pizca de secreto de Astriot.

El fuego ardía, las chispas eran llevadas por el aire fresco, seguía nublado, caía una nieve copiosa y el viento soplaba con fuerza; esperaban que el día que se aproximaba trajera consuelo. Bajo el resguardo de una cueva comieron en silencio; al terminar, comentaron qué harían el día que se aproximaban; los animales estaban al resguardo.

Ills, junto a Varagot, ya que ellos no necesitaban dormir. La primera guardia miraba en lo profundo del bosque; temían que algún Gronworth apareciera de la nada; recordaban viejas historias juntos. Cuentos de sus ancestros, cómo dominaban tierras lejanas.

Al amanecer, Sofía se sentía vigorosa. Miró el cielo cargado de oscuridad, sin novedad de nevada; el bosque estaba tranquilo. Sentados desayunando, tomaron la misma bebida de anoche. Sofía se sintió con nuevas fuerzas; poder dominar esa noche la luz la hizo sentir con confianza.

Escuchaban ruidos de algún ave cazando a medida que avanzaban; de los árboles caían puñados de nieve. Llegaron a un arroyuelo rumoroso, pasaron lentamente y siguieron su curso hacia el oeste. Miraron el horizonte; era triste, la nieve lo cubría casi todo.

A pesar del esfuerzo de la compañía, no avanzaron muchos kilómetros sin que antes la noche volviera sobre sus cabezas. Encontraron una casa abandonada; Arch y Eldrich inspeccionaron la casona; estaban fuera de peligro.

—La gente se marcha de estas tierras; el frío en estos tiempos mata la cosecha —dijo Varagot.

—Es verdad —añadió Ills—. Los pocos animales que quedaron aquí, si no los mata un animal salvaje, caen bajo el frío inusual de estos tiempos.

—¿Frío inusual? —preguntó Sofía, mientras acomodaba el caballo dentro de un cuarto. Junto a Eldrich.

—Sí. —Dijeron al unísono Varagot e Ills.

—Bueno, usted que no es de este mundo, el frío se apodera apresuradamente, avanza vertiginosamente por los pueblos. Braroba, Gulmuna, Griend; tres reinos cayeron bajo la poderosa mano del frío. Se dice que pueblerinos quedaron atrapados bajo el frío invierno eterno. Alguien que escapó llegó al pueblo más cercano con el rostro congelado y sus enseres como el mismo hierro.

—¿Congelamiento total? —preguntó Sofía, intrigada.

—Solo puedo decir que el cumplimiento de las profecías está cerca —dijo Ills mirando por la ventana; seguía nevando fuertemente.

Tomaron madera del piso; Eldrich preparó un almuerzo agradable; el humo se escabullía por la hoguera. Mientras platicaban, comenzaron a cerrar las puertas de madera, los ventanales; aun los postigos seguían sanos.

—Una casa no muy vieja —dijo Arch, mientras volvía de cerrar por fuera las ventanas donde los caballos descansaban. El viento rugía, remolineando el aire sobre las copas de los árboles.

—¿Por qué hablar de profecías en semejante problemática, en un cambio climático de semejante envergadura? —dijo Sofia, recordando cómo la tierra poco a poco se calentaba por el cambio climático.

—Por supuesto, es un cambio climático; por algún lado el frío escapa de tu mundo y se cuela al nuestro —sentenció Varagot, incómodo, alejado del fuego.

—Por cierto, aquí dentro eres descomunal —dijo Sofia con un tono burlón.

Ellos comenzaron a reír descontroladamente. Seguido de Arch y Eldrich. Astriota colorado movía la cabeza de derecha a izquierda sin poder dejar de descoyuntarse.

Fueron

—¿Creo que tu Ashirían detecta algo en el aire? Dijo Varagot; su rostro se mantuvo duro.

Astriot saltó de un tirón, corrió hasta el cuarto y vio cómo su siervo de madera observaba las afueras. Vibraba alertada; el sonido salía de sus cuernos, que vivos se tocaban entre sí rápidamente.



#5874 en Fantasía

En el texto hay: fantasia, aventura

Editado: 09.10.2024

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