Comenzaron a descender por unas escaleras de piedra oscura y lisa, mientras avanzaban, el joven repartía antorchas para iluminar el camino. Durante unos quince minutos no se detuvieron, el silencio era tal que el eco de la respiración de cada uno resonaba en el estrecho corredor que habían tomado. Los dieciocho hombres marchaban en silencio y cansados. Pronto escucharon el ruido del agua cayendo sin cesar. A medida que avanzaban, el sonido aumentaba. Al salir del corredor, entraron en una amplia caverna con una impresionante catarata que se precipitaba sobre un oscuro acueducto.
—Tengan cuidado donde pisan, quien desaparezca, no podremos volver a buscarlo.
La comitiva estaba abrumada, observando el suelo con nerviosismo. Avanzaron cautelosos, midiendo cada pisada, el aire estaba pesado y sofocante, comenzaron a transpirar profusamente. Llegaron a una puerta de madera oscura, adornada con una gran inicial "A" plateada en lengua hantoniana.
Emanuel se detuvo, incrédulo, recordando historias del pasado. —¿Podría ser...?— preguntó con dificultad, su voz temblorosa.
—Creo que todos conocemos las historias, unos de los reyes porto la gran espada, aquella que emite luz en la oscuridad— dijo Shugor observando.
— Ingresemos, el príncipe necesita comodidad, dentro se encuentra todo lo que necesitamos.
Al abrirse, una luz los invadió, brillante como el sol, la comitiva quedó impresionada ante el resplandor que iluminaba la gran sala
—El resplandor en la oscuridad era cierto— Dijo Brer abrumado.
—¿Cierto? Esto demuestra la verdad— afirmó seguro.
— Es imposible, desde que lo encontré no e visto su luz.— dijo el muchacho quitándose los harapos. Estaba sorprendido.
Se acercó cautelosamente, queriendo esgrimirla, pero de súbito la oscuridad los invadió. La comitiva, asustada, sintió voces que gritaban en la lejanía. Alaridos oscuros y desesperantes. Las tinieblas comenzaron a tener vida, formando hombres grotescos sin rostros que atacaban a la compañía. De pronto, de sus espaldas, unas extensas alas negruzcas brotaron poderosamente, trayendo un viento recio.
—¡Salgamos de aquí! —exclamó alguien—. ¡Tenemos que escapar!
—¡Mis piernas no responden! —dijo una voz.
—¡Mis brazos, me las acaban de arrancar! —dijo otra voz, desgarrada de dolor.
—¿Qué es todo esto? —dijo otra voz, que estaba en el suelo, girando, intentando que el grito se alejara de su mente.
El viento remolineaba, un torbellino poderoso que comenzó a sacudir las cosas dentro. Las sombras estaban paradas allí, quietas, susurrando cosas extrañas y mutiladas con sus grandes alas a la comitiva. Las pérdidas aumentaban.
Emanuel sentía algo en su corazón; aquello lo llamaba, un susurro más profundo y agudo, tan llamativo que parecía haberse depositado sobre su espíritu.
—Llámame por mi nombre, tú me conoces —dijo la voz.
Cada vez que la escuchaba, su cuerpo parecía morir.
—No sé tu nombre, solo sé que eres admirable —respondió Emanuel.
Tan pronto como sus labios pronunciaron esas palabras, su cuerpo cambió. El pelo creció y una armadura apareció, de color plata. Su cuerpo seguía raquítico, pero estaba cuerdo, tan cuerdo como si la armadura estuviera hecha para él.
La luz volvió intensa, como si hubieran cerrado el paso al viento al entrar a una casa. Las sombras se esfumaron como el polvo y algunos cuerpos sin vida yacían en el suelo.
El grupo anonadados miraban los cuerpos decrépitos, estrangulado, desgarrados y desfigurados.
—No se que es mejor, si quedarse aquí, y morir por la oscuridad o salir y ser congelado por el dragón— comentó Shugor horrorizado.
Ber herido se acerco al príncipe, lo miro.
—Aun que sea mi cabellera e recuperado,— dijo el príncipe al acercarse Brer.
— EEs posible que su armadura contenga una pequeña parte de cada espada y es por eso que usted recupero algo de usted —. Añadió Brer, mientras observaba la armadura minuciosa mente.
— Si, es verdad, mi cuerpo… camb…ió… también siento vigor— dijo aún con dificultad. — se llevo la mano a la boca, también vio los hombre que con valor dieron sus vidas. — Debemos enterrar a estos hombres, ellos dieron sus vidas por nosotros.
El lugar comenzó a sacudirse — ¡Debemos irnos!
Editado: 09.10.2024