Sofía sentía nauseas, todo empezó a girar a su alrededor, las voces explotaban en su mente, sentía un bullo, alguien hablaba de ella, por momento los gritos se apagaban en su mente, de súbito un hombre encapuchado entre la masa la llamo, sus manos eran huesudas, sus ojos eran oscuros.
— ¿Qué haces aquí Heblan, creí haberte matado? — dijo su vos rasposa, le costaba respirar— hace tiempo ya, que no sentía la sangre de alguien al cual tuviera miedo. Donde estés te encontraré.
Sofía temblaba, algo la había sujetado los tobillos, al mirar unas cuerdas estaban subiendo poco a poco parecía ser una raíz negra mezclado con sangre, sus ojos vislumbraban la cara del hombre encapuchado.
—Kiarios, Glonda, Rugulta— pronunciaba sin parar.
Mientras Sofia seguía sintiendo que todo a su alrededor seguía girando, Vio a Emanuel que estaba atado de pie y manos, seguía con vida, y luchaba por desatarse.
— Sofía, no deje que te domine, él quiere entrar, dile a mi padre que sigo vivo, Fehelgron dile este nombre, el entenderá— en ese momento una puerta se abrió, un hombre alto entro vestido de harapos lo golpeo.
En ese momento la vos rasposa dejo de pronunciar esa palabra se dio media vuelta y se marchó esfumándose entre la multitud. Sofía volvió en si, como si una fuerza volvió a traerla, se secó las lágrimas, ella levanto su mirada y vio a la reina apunto de marcharse por la puerta.
— ¡Fehelgron! — grito sin importarle quien la miraba, la reina detuvo su marcha, el rey la miro, con una mirada seria. Sofía había quedado petrificada, el comité nueva mente había quedado mirándola con incógnita — lo vi a Emanuel— explico con vos trémula.
— ¡Explícate! — protesto la reina— ¿Quién dijo que pronuncies ese sucio nombre, en la corte real?
Sofía no entendía, porque habían callado, ¿Quién era Fehelgron? — disculpe mi insolencia, solo he dicho lo que Emanuel me dijo que le dijera al rey, él estaba atado a una silla, de repente un hombre mal vestido abrió una puerta abofeteándolo, eso fue lo que vi.
— ¡Una bruja entre nosotros! — dijo un hombre adulto con canas, llevaba un morral, y chaleco oscuro de cuero.
—¡No seas insolente Bonarg! — espetó el rey— ¡ella es una invitada especial, el príncipe decidió traerla aquí, nadie puede injuriar por encima de mí ¡
Bonarg quedo en silencio y poco a poco sus mejillas tomaron un color rojizo, la sala quedo nueva mente en silencio, esperando el veredicto del rey. La reina parecía intranquila sus dedos se movían sin parar, los anillos friccionaban entre sí, sus dedos perfecta mente cuidados poco a poco se fueron lastimando, no sabía que pensar.
— ¡A la mesa! — final mente dicto el rey.
Un soldado corrió, miro a la reina a los ojos que estaba inmóvil.
—Su, majestad— dijo con una reverencia— prepare la mesa.
Ella salió de su pensamiento sin atención a las palabras del soldado, ella se movió y el soldado desapareció detrás de la puerta.
—Sofía — dijo el rey— acompáñanos, tienes que estar reunidos con nosotros.
La reina se dio medio vuelta y se marchó por la puerta donde el soldado habría entrado, el rey la siguió, con temor Sofía avanzo tras los pasos de Loxcran, tras ellos tres individuos la siguieron, ella los miro de reojo, uno de ellos era un hombre viejo, que todo el tiempo permanencia callado, los otros dos lo siguieron. Dentro del salón, donde una gran mesa se posaba, tenía unas flores en el medio, un cuadro colgaba en el centro de la sala el rey y la reina estaban pintados, parecía ser que llevaba años colgado, era apariencias de su juventud, otra cuadra se posaba en la punta de la mesa, era un muchacho joven fuerte, tenía una espada en sus manos, el pelo llegaba a tocar su espada hasta en volverla. Sofía sabía que en algún lugar lo había visto. Ella estaba impresionada por las esculturas, había hombres y mujeres posados sobre unos tronos, dos sirvientes esculpidos sostenían la mampostería como columnas.
— ¿Impresionante verdad? — dijo una vos amistosa— el decorado, fue invento de mi madre, mi padre ayudo en la escultura.
Sofía volteo, viendo al viejo que habría entrado tras ella, ella asintió con su cabeza.
—No te quedes de pie y siéntate al lado mío, mi nombre es Gruk— él le extendió su codo.
Ella lo miro sin saber que hacer, luego recordó que la anciana había hecho lo mismo, ella imito lo que Gruk hacia sentándose y sin decir palabra alguna.
— Mujer que mide palabras, es respetada— volvió a recitar Gruk.
Ella lo miro y le dé volvió una sonrisa.
En ese momento Loxcran levanto sus manos— señores, la mesa está abierta, necesito escuchar todo lo que tienen, así llegar un veredicto, el príncipe se encuentra en problemas. Mejor diría en problema de muerte, el enemigo fue astutos.
Un hombre levanto sus manos, era el más viejo de los que se encontraban allí, Killian con dificultad dijo— ¿Es necesario que el príncipe, pierda la vida? — pregunto— claro que no, es claro cuál es el camino por tomar, será incierto, el más acertado tampoco es, pero me temo que si Leuname no se ha transformado estaremos en problemas, he visto a Arch y Eldrich, dicen que Varagot estará dispuesto, tres podrán acorralar al enemigo. El camino es largo e incierto el destino es traicionero.