Las Crónicas de Aishla

Capítulo 18

Emanuel al golpearle el viento en su rostro, fue invadido por un dolor profundo en su cuerpo decrepito, cayó de bruces sobre la nieve abundante que amortiguo un poco su caída. Vio de lejos a Sofia.

— ¡Si llamas la atención en este momento serás carne para perros! — Susurro una vos dura con mal aliento.

Emanuel lo miro de reojo y supo que aun su cuerpo estaba débil por el viaje, los saltos agobian su cuerpo agrietado.

— ¡Dinos donde está tu armadura, y quizás sobrevivas! — volvió a hablar la vos tosca.

El príncipe estaba boca abajo, había comenzado a sentir frio. Pensó como llegar hasta su armadura, lo había guardado bien, bajo un gran árbol viejo, sobre una bóveda— si me m… ma… tas… jamás tendrás lo que buscas— Contesto Emanuel rápida mente— si me dejas ir, te mostrare donde está.

—Eres Idiota, sé que me estas pidiendo que deje ir a la chica. Pero sin ella, no obtendremos nada, sabemos que ustedes los príncipes, fueron entrenados para no decir nada, y sé también que me harás dar vueltas así perder mi valioso tiempo.

Dos hombres corpulentos estaban parados observando a la distancia a Sofía, con un solo movimiento de manos empezaría la casería.

— ¡Crobañion, da la orden! —dijo uno.

El los miro y desaparecieron de la vista de Crobañion y Emanuel.

— ¿Qué esperabas, que espere que tu lengua me dijera donde esta lo que busco? — escupió su ira sobre Emanuel— Mira decrepito, no estoy aquí por tu mugrosa armadura, contigo tengo una caza más que suficiente. Ahora mi paga será más grande que tu mugrosa armadura, y si estos dos logran traerme a tu novia, será el juguete de mi ejército. Si cooperas tendré la amabilidad de matarte rápidamente, pero si te haces el fuerte tu muerte será larga y tortuosa. Entiendes mequetrefe.

Crobañion lo levanto de un golpe, y enseguida lo golpeo sobre unas de sus costillas— ¿Crees que me he olvidado lo que le hiciste a mi hermano? Leuname, no estoy aquí por la recompensa, estoy aquí por venganza, esa es mi recompensa darle honor a mi hermano Bulgrich.

— ¿Bulgrich? — pregunto Emanuel adolorido.

— ¿Eres idiota niño de otro mundo? Bulgrich combatió el año pasado contra tu batallón en Bared cerca de los campos de Silsors, tu espada atravesó a mi hermano, desde entonces te busque, un año después Hukmarth mi dios te entrega en mis manos. Desde su santuario vio mi angustia y me ha pagado con creces.

Emanuel miro a Crobañion a los ojos, sin saber qué hacer, esta tendría que haber sido una entrada rápida, no entendía cómo pudo encontrarlos.

— Crees que tus palabras pueden arruinar lo que he realizado, en el otro mundo, e depositado mi corazón en esa mujer— dijo Emanuel con dificultad, sentía profuso frio, poco a poco comenzó a tiritar— No te dejare vencer, si tu hermano no hubiera atacado a nuestro pueblo el seguiría con vida. Esa mujer que de… de… jaste escapar, no se rendirá fácil mente.

Crobañion lo miro despiadadamente levantando su puño derecho incrustándolo contra el rostro del príncipe— ¡Idiota! — vocifero enérgicamente, Crobañion sentía una ira que subía desde su interior.

Emanuel escupió sangre— No podrás hacer nada, es solo cuestión de tiempo— respondió Emanuel, su cuerpo se sentía débil, intentaría defenderse mientras que su cuerpo no se lo impidiera. Deseaba volver a su cuerpo fornido y enérgico— Déjame tomar mi espada un momento, te mostrare como resulto estar entre el tumulto de cadáveres.

— ¡Maldito mal nacido! — Increpo Crobañion con su vos dura— Se que no puedo matarte, te hare sufrir, no me interesa matarte todavía.

Crobañion tomo una cuerda de su morral atándolo fuerte mente sobre el cuello de Leuname, él se quejó, y sin repetir más comenzaron a caminar por el bosque.

La nieve caía copiosa mente sobre el cuerpo de Emanuel y Crobañion, el cuerpo de un hugari estaba preparado a fríos extremos, sus entrenamientos mayor mente los llevaban a la muerte. Pocos lograban salir de su dura maestría, el que lo lograba se volvía en alguien despiadado.

  Emanuel llevaba unos jeans gastados, un sweater estirado, y unas zapatillas gastadas. Habían caminado por el bosque unas horas largas, era de noche cuando la temperatura comenzó a descender drásticamente, los copos de nieve caían, y de las copas de los árboles se desmoronaban túmulos de nieve, un viento helado soplaba.

  Emanuel se había tropezado cientos de veces, su cuerpo cansado ya casi no le permitía levantarse rápidamente, los golpes que lo volvían a poner de pie sacudían su cuerpo maltrecho, su sweater comenzó a desgarrarse y la última vez que lo levanto la ropa quedo en la mano de Crobañion.

— ¿Qué andrajos llevas escoria? — Refunfuño mientras que su prenda se despedazaba como una hoja seca— Tienes suerte de que tu abrigo se halla arruinado aquí, hemos llegado— arrojándolo dentro hueco bajo un árbol frondoso.

 

Emanuel yacía tirado en el fondo de la mazmorra, sentía sus pies helados, su cuerpo estaba cansado, estaba apoyado contra la pared, habían transcurrido varias horas desde que lo habían dejado allí, escuchaba caer unas gotas sobre algo metálico, una luz pálida se revolvía sobre la oscuridad, habría y cerraba las puertas de hierros chirriando, luego la golpeaba con fuerza así poder cerrarla. Al rato llego un hombre viejo con canas, tenía una barba larga.



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En el texto hay: novela juvenil, aventura fantasia

Editado: 19.10.2023

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