Las crónicas de Grea (en proceso)

CAPITULO VIII

REPITE LAS PALABRAS MÁGICAS…¡AHORA!

Hubo un silencio agradable. Pensaba en esas mujeres y su lucha. Esas mujeres eran idénticas a mí. Eran mis hermanas que aún se resisten a ser exterminadas, ellas aún conservan la magia heredada. 

—Amita, no se olvide del libro…, es importante porque lo sugirió el maestro —acotó —es momento de que te enfoques en tus estudios porque gracias a ello las hermandades vencerán cualquier peligro e incluso todos viviremos en paz. 

—Ah, tendré que ir a la biblioteca por el famoso libro, ¿me ayudarás? —hablé haciendo pucheros.

Brownies miró para otro lado para no caer en el juego, pero no lo logró.

—Está bien —dijo —iremos esta noche a la biblioteca después de las doce, ahí todos duermen y será más rápido —sentenció.

—¿Acaso no es peligroso?

—Sí, es peligroso. Es una de las tretas más peligrosas que haremos. Espero que no suceda nada que nos comprometa. 

La noche iba cayendo, la calma se respiraba en la cueva de las gorgonas. Todos se encontraban tranquilos como si nada hubiese pasado. Sin embargo, había cierto recelo en sus miradas. Al parecer ya nadie se fijaba en mí ni les impresionaba mi aspecto como al inicio. 

—Brownies, me perturba la tranquilidad de todos después de lo que sucedió —dije.

—Que no te perturbe, es su manera de hacerle afrenta a cualquier enemigo. Aquí el miedo no es bienvenido ni la preocupación… —habló con un tono áspero.

No respondí, me acomodé en la pequeña butaca que tenía. El día nebuloso y el viento lento me relajaban. Brownies por su parte desapareció por la puerta sin decir ni una palabra. 

—Ey muchachita, debes de estar asustada —dijo una voz a mi costado lo cual me hizo sobresaltar del susto. 

—¿Quién es? —pregunté

—Yo, a tu costado —carraspeó con su voz.

Y vi como la planta colgante había tomado la forma de un pequeño ratón verde, pero seguía en su macetero. Me impresionó, pero volví a acomodarme. 

—Mucho gusto

—El gusto es mío, ama, reina de las tres hermandades…

—Gracias, pero quita lo de reina, no es  de mi agrado esos títulos tan, tan…

—No se preocupe, a mí tampoco me gusta, pero eso es usted aunque no lo quiera.

Rodé los ojos dándome por vencida y me quedé en silencio. 

—Ama, ¿sabe que le quisieron matar, no? querían acabar con usted.

—¿Quiénes? —pregunté prestando atención.

—Es prohibido decirle, pero tiene que tener mucho cuidado, si no acabarán con usted antes de que cumpla su misión.

—No podrán, no lo harán —dije segura de mi misma y de lo que me rodeaba.

—Pues, es peligroso, desde que supieron de su existencia de usted aquí en el mundo mágico todo se ha vuelto un caos. Eres un peligro mayor.

—¿Caos? eso me da lástima. Aunque oigo por ahí que yo soy la elegida…

—Lo es, tiene que estar segura de eso y creérselo. Empero, la sociedad de Salwacadabra y, sobre todo, el séquito de Tenemo ha emprendido su guerra para acabar cuanto antes con todo…—se quedó en silencio y se tapó la boca con las manos y se mordió los dedos provocando un sangrado verduzco.

—¿Por qué te lastimas? —dije acercándome y quitándole las manos de su diminuta boca.

—¡No debí decir eso, yo Ractis, no debí decir eso!—gritó con los ojos empapados de lágrimas —¡eres malo, malo, malo, malooooooooooo! —gritó provocando que me tape los oídos. 

Y, luego que el ratón había desaparecido, ahora en su lugar  yacía nuevamente la planta colgante con un poco de líquido verde que caía por sus hojas. 

—Sociedad Salwacadabra, el otro que inicia con Te…—pensé en voz alta haciendo memoria. 

—Ama, olvídelo, no dije nada —apareció el ratón suplicante en la maceta —y, no se sienta mal si le empiezan a  ignorar todos los habitantes de este lugar es para protegerla a usted —diciendo eso se convirtió en lo que era antes. 

Justo en ese instante, Brownies aparecía con su charola de comida. Me tranquilicé para no levantar sospechas.

—Su comida, ama—dijo y me señaló la mesa. 

Me acerqué y comí sin decir ni una palabra. Brownies me observaba con malicia, como si supiera algo. 

—Brownies y, ¿tú no comes?—pregunté.

—Claro que sí, pero no este tipo de comida, los duendes tenemos manjares muy diferente a ustedes, mejor no te lo digo hasta que termines.

—Mejor —respondí imaginando una suculenta taza de gusanos y otros bichos viscosos. 

—No te olvides lo de esta noche. Aunque pensándolo bien es muy peligroso, ama.

—Si no lo hacemos hoy no podremos mañana, porque mañana en la mañana hay clases.

—Está bien. Te dijo algo esa maceta, a veces abre demasiado la boca —añadió mirando de reojo a la maceta que colgaba.

Omití su pregunta y seguí disfrutando de la comida. El tiempo había pasado tan deprisa cuando Brownies me despertó.

—Ama, es momento de ir a la biblioteca. Todos duermen —dijo entre susurros e inmediatamente me puse de pie poniéndome el abrigo marrón gastado que me lo dieron. 

Salimos por otro lado, Brownies conocía los pasajes secretos que yo ni me imaginaba que existían. 

—Agacha la cabeza lo más que puedas —sugirió caminando sin problemas. 

—Me voy a asfixiar si no salimos rápido—hablé agitada. 

—Ya llegaremos, y…—respiró hondo —llegamos —habló empujando un pequeño cuadro de Mary Shelley. Salí con dificultad y tosiendo muy fuerte.

—¡Shhh!—me hizo la señal con sus dedos. 

Me puse las manos a la boca para evitar el sonido más me era imposible. Brownies al observar esto hizo un chasquido de sus dedos para traerme una taza de agua. Tomé enseguida y se me pasó. Agradecí palmeándola en la espalda. 

—Apresuremonos—dijo con nerviosismo. 

El lugar estaba atiborrado de libros, las paredes con faroles y una que otra esquina estaba poblada de arañas. El polvo era muy visible en cada rincón.  




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.