Las crónicas de Grea (en proceso)

CAPITULO XI

CONFIO EN TI, Y, QUÉ MEJOR MANERA DE MORIR EN TU MUNDO 


 

—¿Quieres venir con nosotras? —preguntó Jorich. 

Temberis se quedó en silencio, ninguna había intentado dañarlo a sabiendas que venía con el grupo de los cazadores. 

Movió la cabeza en señal de aceptación e inmediatamente le tendieron la mano indicando el camino, este estaba despejado sin ninguna maleza ni una enredadera que hacía difícil el camino. Por un momento caminó confundido, no creo que haya sido tan miedoso para no poder encontrar el camino.

—¿A dónde me llevan? —preguntó.

—Pues a nuestro hogar, necesitas comer —dijo Santimeria. 

Temberis bajó la mirada de vergüenza por pensar maliciosamente. Los cuervos empezaron a crepitar con desesperación, como si intentaran decir algo, efectivamente era así. 

—¡Compañeras se acerca el enemigo! —gritó una de ellas. 

—¡Han regresado! —gritó, Jorich —todas a sus puestos, tú Santimeria, lleva al jovencito a la Cueva de Las Gorgonas de inmediato —ordenó. 

Santimeria extendió su manto desgastada y envolvió al joven y dijo lo siguiente “Hadas y brujas de la invisibilidad derramen su poción en este joven humano y hagan que se convierta en un morral, ¡ahora!” y velozmente este se convirtió en un pequeño morral. Santimeria se lo colgó por lo hombros e inició su marcha, trotaba velozmente que parecía una rueda, mientras que Temberis vomitaba ante aquel trajín, dándose golpecitos leves por donde chocara…

Llegaron a un lugar oscuro y pasaron un túnel y en la mitad del trayecto Temberis perdió el conocimiento, pero cuando abrió los ojos estaba en un lugar diferente. Se frotó los ojos con dificultad, todavía tenía el estómago revuelto. 

—Ya estás despierto —susurró una pequeña, inmediatamente Temberis reconoció a la niña, era la misma niña del bosque —gracias por salvarme —exclamó de alegría la pequeña y desapareció. 

Temberis se acomodó la ropa y se sentó tocándose la nuca del cansancio. El lugar era cálido y acogedor. 

—Abi, nos comentó que ya estás despierto —habló, Santimeria, seguida de una mujer alta.

—Hola, me presento, soy Gorgiani, perteneciente a la familia de las gorgonas —saludó con amabilidad, pero cuando le apretó las manos rápidamente cambió de actitud.

Se quitó la tela que elvovía su cabeza y de este flotaron miles de serpientes intentando morder a Temeberis. 

—¡Detente, detente! —gritó, Santimeria —no es como crees —la abrazó intentando calmarla. 

—¡Santimeria es el enemigo y como te atreves a traerlo aquí! —vociferó escupiendo fuego —¿cómo te atreves a traerlo a mi hogar, traerlo dónde está mi gente?

—No es como crees, sí es del enemigo, pero él salvó a Abi, él salvó a Abi —reveló Santimeria. 

Gorgiani retrocedió y se cubrió la cabeza —¿Tú salvaste a Abi? —preguntó

Temberis temblaba de miedo, sus dientes producían chasquidos —Sí, sí, salvé a una pequeña, bueno no es que la salvé solo detuve a mi padre —dijo enredándose. 

—Pero eso no tiene nada que ver, Santimeria, ¿porque lo trajiste?

—Han regresado los suyos —comentó mirando a Temberis y este ni se inmutó.

—Ey, los tuyos han regresado, seguro para llevarte —habló Gorgiani dirigiéndose al muchacho —seguro irás con ellos y finalmente acabarás con las hermandades y con nosotros.

Temberis se aclaró la garganta —¿Qué te hace creer que volveré con ellos? —musitó —¿Qué te hace pensar que todos los humanos somos malos?

Gorgiani retrocedió —todos ustedes son unos asesinos, han asesinado a los míos sin importar que solo eran niños, los tuyos están asesinando a estas mujeres, supongo que lo sabes. 

—Pues lamentablemente no lo sabía —manifestó avergonzado —Sí, si sabía algo, mis amigos comentaban acerca de muchas cosas que existían en el bosque…—se quedó en silencio como meditando —quieren vengarse de los que les hacen daño, acaba conmigo, es justo ¿no?

—Mi especie no es como la tuya —y se marchó. 

Santimeria la siguió, pero antes de irse —¡Quédate aquí! —ordenó.

 

***

Recuerdo la frase de mi madre “jamás hagas daño ni siquiera un bichito ni una mosca por más daño que te hagan, solo defiéndete y aléjate”. Todo lo que había ocurrido me había dejado confundido, la magia que hizo la mujer, convertirme en un morral…me era muy difícil de digerir.  Ver a criaturas muy diferentes, ver su molestia, su frustración y su miedo. 

Estaba en un lugar muy diferente, era una cueva muy medieval, muy acogedora. La fémina que no le agradó mi presencia. Necesitaba huir e irme lejos, esta confusión estaba acabando conmigo, necesitaba regresar con mamá y preguntarle todo, luego marcharme o acabar con la escasa dignidad que me quedaba. Estas mujeres no eran como papá los describía, tenía que hacerle entender de su equivocación, tenía que hacerle entrar en razón, aunque de nada serviría, ya que, mi padre es peor que esta gente. 

—Al amanecer tendrán reunión para decidir sobre tu vida —habló la misma niña de hace un rato. 

—Seguro que me matarán —susurré.

—No lo creo, al igual que tú también hay una niña que llegó —respondió sentándose a mi costado. 

Me dejó pensando —¿una niña? —cuestioné dudoso.

—Sí, se parecen mucho, por la piel blanca y delicada. 

—Ah,  y, ¿también a ella intentaron matarla?

—No, a ella no, ella es una de nosotras, ella pertenece a las hermandades.

—Y ¿quiénes son ellas?

—Mujeres que viven en el bosque. Las hermandades, esas mismas que te protegieron… —Luego de una pausa —y ella está aquí en entrenamiento y estudiando muy duro, ella nos salvará a todos nosotros del cazador.

Mujeres, esas mismas del bosque…suspiré confundido, ¿qué eran esas mujeres?

—Yo pienso que es una decisión difícil, pues me salvaste —habló mi acompañante haciéndome volver en sí.




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