—Y recordad, enamoraos de vuestro trabajo. Si no os gusta vuestro trabajo llegaréis a los cincuenta con una depresión de caballo. También sabréis que en Historia no os haréis ricos ni mucho menos. Pero si estáis aquí es porque esto es lo que queréis. Así que luchad por lo que queréis y amáis, sino os arrepentiréis toda una vida. Nos vemos el lunes, chicos.
Nauzet apagó el portátil y lo metió en su mochila mientras veía a los cerebritos de la clase entretener, más aún, al profesor de Arqueología, preguntando estupideces tan solo para darse a conocer a éste. Era la primera semana de Universidad y Nauzet ya estaba cansado de la rutina y dio gracia al cielo por aquel viernes, tan esperado como ningún otro.
Prefirió andar hasta su piso alquilado, que era pequeño pero acogedor para él y sus dos compañeros, en vez de coger el autobús urbano. Había sido una semana larga y difícil, sobre todo por el dolor del labio roto y los moretones en la cara. Entre el alcohol, los ojos verdes de Victoria y los sollozos de aquella chica la semana pasada no se había dado cuenta de que era la primera vez que le pegaban en su vida, que era su primera pelea y la había perdido, resaltaba a la vista ese pésimo resultado.
Pero lo que más preocupaba a Nauzet en aquel momento era su amigo. Jesús había intervenido en aquella pelea con rabia y poderío y podría estar jugándose su puesto en la W-W ya que aquel maltratador le había denunciado y una patrulla de las mimas W-W le tomaron declaración el lunes. Nauzet sabía que era su culpa, que él había intentado ayudar e interceder por la chica y que si hubieran seguido su camino nada de aquello hubiera sucedido.
El pasado no se puede modificar y ahí estaba él, andando hacia su piso, con las manos en los bolsillos y la mochila a la espalda, viendo pasar a su lado los árboles y edificios que correspondían a las distintas facultades de la Universidad de Granada. Por la tarde intentó comunicarse con su amigo Jesús para descubrir qué había pasado, pero descubrió que Victoria le había hablado y se le fue de la cabeza hablar con él.
—¿Cómo estás?
—Bien. Mucho mejor. Los moratones están empezando a ceder.
—¡Qué susto cuando me enteré! No quería por nada del mundo que te pasara algo malo.
—Gracias, Victoria.
—A ti. Creo que has cambiado y desestabilizado mi vida.
—¿Y eso es bueno?
—Realmente bueno diría yo. Por cierto, preciosa la canción que me enviaste anoche.
—Me gusta que te guste.
—Un beso Nauzet, cuídate.
***
Amanda recorría las calles de Granada con los cascos puestos y escuchando una canción triste que le recordaba demasiado a Jack. Con las manos temblando por ese recuerdo dejó caer sus dedos por la pantalla táctil de su móvil para dar paso a otra canción mucho más amena para ella y su estado de ánimo. Llegó al bloque de pisos rojos que poblaban el centro de Granada y llamó al timbre.
—¿Con quién hablabas?—una voz a las espaldas de Victoria hizo que, como si de un acto reflejo se tratase, ésta cerrara el portátil y se diera la vuelta en su silla de ruedas que la ayudaba a hacer cada día deberes en su escritorio.
—Con nadie—respondió Victoria—. Estaba mirando cuatro cosas en internet. ¿Y tú qué? ¿Has hablado con Jack?
Amanda cambió su semblante completamente y se tumbó en la cama de la habitación de su amiga, bocarriba y mirando hacia la lámpara y el techo.
—Que va. No quiere hablar conmigo. De nada. Me duele mucho esta indiferencia que tiene con todo lo nuestro.
—Estoy segura de que sólo aparenta estar bien. Le has hecho daño, Amanda. Has tirado un montón de meses a su lado a la basura por una noche tonta y por un tío más tonto todavía.
—Estaba borracha. Se había enfadado conmigo.
—Creo que eso no son excusas ni motivo para hacer lo que hiciste…
—Lo sé. Por eso quiero pasar página. Quiero hacerle sentir yo ahora la indiferencia, quiero que vea lo que se siente y sobre todo, quiero olvidarlo. Tengo a varios detrás y puede que con alguno funcione la cosa.
—Siéndote sincera, no sanarás esa herida de Jack con otro. No sé…Eres joven, tienes diecisiete, aprovecha y disfruta, déjate de malos rollos con los tíos. Sabes, tan bien como yo, que ellos sólo buscan lo que buscan.
—Hay algunos que no. Fede no. Él me quiere. Podría funcionar. Es un buen chico, atento y se preocupa mucho más que Jack por mí.
—¿Vas a jugar con sus sentimientos, Amanda? Sabes que no lo quieres. A veces es mejor dejar pasar el tiempo, dejar que cicatricen esas heridas. Cuando te recuperes podrás volverte a enamorar. No hagas esto por rabia, ira, venganza o despecho cuando eres tú la que ha tenido la culpa—Victoria se puso en pie y miró a los ojos a su amiga.
—Este fin de semana voy al pueblo de Fede, Nauzet y los demás—se limitó a contestar Amanda.
—¿Puedo ir contigo?—sonrió.
—Aquí quería llegar yo—se incorporó Amanda—. ¿Qué pasa con Nauzet?
—Nada. Pero creo que él es diferente a todos. Quiero conocerle más.
—¡Lo sabía! ¡Sabía que estabas hablando con él!