Tanto el doctor como Brenda esperaban impacientes tras la puerta, Brenda daba vueltas de un lado a otro con las manos tras la espalda, mientras Ricardo miraba fijamente a la puerta sentado en el último escalón del lado derecho. La luz de la puesta de Sol se veía entrar por las ventanas de la casa, atravesando las grandes cortinas traslúcidas. De pronto llaman al timbre de la casa. – ¡Ya voy! – Grito Brenda quien corrió, tan rápido como la falda ajustada se lo permitió, para abrir la puerta.
- Es él… - Dijo Ricardo con una sonrisa en su rostro mientras lentamente se levantaba del escalón de donde se encontraba sentado.
Brenda se apresuró a abrir la puerta. Al abrirla se encontró frente a ella a un hombre pálido, flacucho alto y de cabello negro como la noche. - ¿Eres tu quien ha pedido mi ayuda? – Pregunto Necros mirando fijamente a Brenda. Su mirada era fría y penetrante, como de costumbre, tal vez por los hechos de su pasado, tal vez por el hecho de que los ángeles del conclave resguardan su alma.
Brenda se encontraba paralizada frente al hombre. - N… No… No he sido yo… - Dijo Brenda asustada al ver el hombre frente a ella, su simple presencia le causaba escalofríos. Se paralizó, las piernas le temblaban y se le dificultaba respirar.
- Yo he sido. - Dijo Ricardo interrumpiendo a la mujer que aún se encontraba paralizada por ver a aquel hombre alto, blanco, de ojos y cabello negros como la noche y gabardina larga del mismo color. – Por favor pasa… Tú debes ser Necros, el exorcista. – Ricardo hizo entrar a Necros y a los niños a la casa, pasando a un lado de la niñera, quien se quedó inmóvil después de ver a tan espeluznante sujeto parado frente a ella, ni siquiera parpadeaba.
- ¿Exorcista? - Dijeron los gemelos al unísono viéndose el uno al otro, justo al mismo tiempo. Por alguna razón ese título no les agrado en absoluto, a pesar de ellos llamarse a sí mismos “exorcistas” y pretender dedicarse a este oficio, ellos nunca hubiesen querido toparse con un verdadero exorcista, pues el enfrentarse a demonios más fuertes implicaba muchas otras circunstancias y responsabilidades, además de peligros y sin mencionar el riesgo de morir.
El hombre nunca le quitó de encima la mirada a Ricardo. - El mismo, aunque no creo que exorcista sea un término adecuado, soy más bien, un facilitador - Respondió Necros. – Dime, ¿Qué ha pasado? -
- ¿Facilitador? – Preguntó Ricardo extrañado por el término que Necros había utilizado para su autobiografía.
Necros trató de sonreírle. – Así es. – Dijo colocándose las gafas de sol para que sus ojos y su maldición se perdieran de vista. – Digamos que simplemente ayudo a los engendros demoníacos a volver al sitio del cual nunca debieron salir. – Decía viendo a Ricardo, quien comenzaba a ponerse nervioso.
- Como sea, será mejor que lo veas con tus propios ojos. – Interrumpió Brenda. – Si es que se le pueden llamar ojos a esas canicas negras que llevas a los lados de tu nariz. – Dijo con un gesto incómodo en su rostro.
- No creo que quieras ver a través de ellos. – Le dijo Necros. Entonces los gemelos entraron a la casa de Javier Siguiendo al exorcista.
La mujer cerró la puerta y pidió a todos que le siguieran, los cinco subieron las escaleras de prisa, los gemelos veían asombrados aquella gran mansión. Al terminar el corto pasillo llegaron hasta la habitación de Tatiana. Ahora esta tenía un aspecto tétrico, estaba oscuro, con un tono verde brillante, como moho. Estaba helada, casi parecía haber escarcha en las paredes y el techo. – Está un poco tétrico para ser la habitación de una dulce nenita. - Dijo Estela mientras miraba de arriba abajo y de un lado a otro.
- Pues es más acogedor que esa mentada iglesia. - Dijo David volteando a ver a su hermana. Soltó una sonrisa. Estela no le correspondió, sino que le lanzó una mirada inquisitiva para que su hermano dejara de ser tan sarcástico y se comportara, acompañada de una sonrisa sarcástica.
De pronto una voz tenebrosa les interrumpió. - ¿Quiénes son ustedes? – Dijo el demonio. La sonrisa de los gemelos quedó borrada por la tenebrosa voz de lo que parecía ser una niña en la cama. – A ustedes no les conozco… - Analizaba a los gemelos, cuando de pronto notó la presencia del exorcista. - Espera… A ti sí. – Volvió la vista a Necros. – Tú eres Necros, el famoso exorcista suicida. – Le dijo mientras pintaba una sonrisa en el rostro. - Dime... ¿Qué tal el infierno? ¿Bello y acogedor, no? – Los gemelos se voltearon a ver. No entendían nada de lo que el demonio decía.