De vuelta en la casa de Javier todos esperaban a quien había hablado desde el otro lado del pasillo donde se encontraba la habitación de Tatiana, la oscuridad no permitía ver el rostro de la mujer, pero Javier se notaba nervioso. La mujer al fondo del pasillo continuaba acercándose, todos se sorprendieron al ver la abrupta interrupción de la voz femenina misteriosa, pero esto no le iba a impedir a Necros realizar su labor y acabar con el demonio dentro de la pequeña Tatiana.
- A ver, mujer… - Dijo Necros. - ¿Quién eres tú? Y ¿Por qué dices esas cosas? – Dijo refiriéndose a la mujer al fondo del pasillo mientras le veía llegar a la habitación de la niña.
- Ella es Sandra, Mi esposa. – Dijo Javier. Por fin se pudo apreciar a la mujer del fondo. Era una mujer alta, muy seria, se notaba a simple vista que no se le vería una ni una sonrisa, aunque estuviera rebozando de felicidad, tenía un aspecto muy amargado. A pesar de eso era muy elegante, le gustaba vestir muy bien, faldas largas, por debajo de las rodillas, saco, y blusas muy elegantes. También llevaba siempre en su cuello algún collar caro, regularmente de oro y pendientes que combinaran, rubia, pintado, y siempre con el cabello recogido. En esta ocasión vestía una blusa color rosa, de botones y una falda color beige que le llegaba debajo de las rodillas, tacones negros y una cadena y anillo de oro.
- ¡Mami! – Dijo nuevamente la niña con su voz normal. Todos en la habitación se extrañaron y voltearon a verle asombrados. De pronto todo había cambiado. La niña se veía normal. Todo estaba en orden, como en un principio. La habitación recuperaba su aspecto habitual, las paredes retomaban su color rosado pálido y la cama su color blanco. Sandra corrió a abrazar a la niña.
- ¿Cómo estás cielo? – Preguntó la madre abrazando fuerte a la pequeña y acariciando su ahora hermoso rizado cabello.
- ¿Qué..? ¿Aca…? Pero… - David se asombraba del cambio abrupto que tenía la habitación, Estela se encontraba a la par inmutada, solo veía todo a su alrededor.
- Mami, tengo miedo, no sé quiénes son estas personas. – Dijo la niña viendo a todos los que se encontraban dentro de la habitación, como si nunca antes les hubiera visto. - ¿Qué hacen aquí? Y ¿Porque esta acá el doctor? Yo me siento bien. - Le decía a la madre mientras sonreía y la abrazaba.
De inmediato la madre se separó de la niña y la vio tratando de calmarla. - ¿Tu sabes quien dejó entrar a estas personas a la casa? – Le preguntó a Tatiana mientras acariciaba su cabello.
- No mami. – Decía Tatiana de manera inocente. – Creo que venían con papi, pero no sé quiénes son. – Le respondió la niña, quien volvía a acomodarse en su cama.
Entonces la mujer se volteó dirigiendo una mirada furiosa hacia su esposo. - ¿Me puedes explicar que pasa? – Preguntó Sandra a Javier, quien miraba todo muy asombrado por el cambio repentino, ni siquiera prestaba atención a su esposa, se había quedado mudo con la boca abierta. – ¡A ver Javier! No te quedes ahí parado… ¡Habla! - A la mujer se le notaba enfadada, y no le quitaba la vista matadora a su marido.
Javier no sabía que decir. Sus ojos estaban abiertos como los de una lechuza. No dejaba de ver hacia adentro de la habitación de Tatiana, la cual hace solo unos instantes parecía un iceberg tenebroso, había vuelto a la normalidad en un santiamén. – Pues... La niña… Estaba mal…. Está… poseída… - Dijo tartamudeando sin dejar de contemplar la habitación y a la niña, no podía terminar una sola frase, aunque su cerebro se las dictase palabra por palabra, tampoco dirigió la mirada a su esposa ni un solo instante.
- ¿Poseída? ¡ja ja ja! – La mujer se burló de él. Entonces él volvió en sí y vio a su mujer frente a él muriendo de risa. – Que va Javier… Yo no veo nada extraño. – Volteaba a ver a todos lados dentro de la habitación levantando sus brazos, tomaba el rostro de la niña y lo movía a ambos lados para demostrarle a su marido que nada extraño ocurría.
- Pero… - Javier no podía decir nada, acababa de despertar, de recobrar el sentido, trataba de entender lo que había ocurrido.