Las crónicas de Necros

Capítulo 9

            El doctor Valdivieso no era muy reconocido, muchos creían que estaba loco, tenía su laboratorio a las afueras de la ciudad y le gustaba experimentar con cosas extrañas. Algunos afirmaban que trataba de revivir muertos, otros que quería clonar ovejas, la verdad es que solo él sabía lo que en realidad intentaba hacer. Un día conoció a dos tristes gemelos, quinees habían perdido a sus padres y él les hizo la promesa de que algún día volverían a verlos.

          Como era costumbre, Estela y David visitaban el laboratorio del doctor, esta noche en particular, intentarían probar una máquina que el viejo inventó, la cual podía mostrar los recuerdos perdidos dentro de la mente de las personas. - ¿Esto es seguro doctor? – Preguntó David viendo a su hermana. – Esto me da mala espina. – Decía viendo a todos lados mientras entraba a la máquina. – No creo que… - El niño hacía caras extrañas sin poder terminar la frase. Era una maquina muy grande, tenía una cámara en la cual cabían hasta tres personas.

          - Cállate y entra de una vez. – Le dijo Estela empujando a su hermano dentro de la máquina, la niña tenía la esperanza de volver a ver a su madre. – Si es seguro o no, pronto lo averiguaremos. – Ambos entraron a una máquina enorme con una puerta metálica que tenía una pequeña ventana circular en la que apenas podían verse los rostros de los gemelos. – Bien, ¿Y ahora qué? – Pregunto mientras se posicionaba junto a su hermano.

          - Ya verán. - Decía el doctor mientras caminaba hacia una consola cerca de la cámara a la cual recién entraban los gemelos. Era un hombre alto de tez blanca, flacucho, de cabellos negros, parados y desarreglados, siempre llevaba un par de lentes de laboratorio en la cabeza y sus anteojos colgaban de su nuca por una cadena vieja, pero lo suficientemente resistente para soportar el peso de estos.

          - ¿Seguro que esto no ayudará a encontrar a nuestros padres? – Decía David, mientras levemente penetraba los ojos del doctor por la pequeña ventana con una mirada de furia y tristeza a la vez.

          - Claro. – Dijo el doctor. – Esta máquina explorará toda su mente y su memoria. Incluso aquellas cosas que ustedes no recuerdan. – Movía palancas y oprimía botones. Lo hacía tan rápido que casi parecía que lo hacía al azar. - ¿Están listos niños? – Sonaba la cuenta regresiva. – “3, 2, 1…” – Se veían luces azules, rojas, blancas, verdes. Los niños estaban dentro de la máquina. Comenzaban a flotar ahí dentro.

          - ¡Genial! – Grito David. Los gemelos veían luces de todos los colores, de pronto en la pantalla se pudo ver, por un pequeño instante, el rostro de una joven muy hermosa.

            - ¿Será mamá? – Preguntó Estela. Podían apreciarla como si la tuviesen justo frente a sus ojos. - ¡Es mamá! – Gritó Estela.

           David se apresuró a ver a la pantalla. – ¿Estás segura? – Preguntó David.

         Estela entonces se acercó a la pantalla como pudo. – Claro que si tonto. – Le dijo a su hermano. El doctor sonreía desde afuera de la máquina.  Momentos después, los gemelos sintieron un dolor de cabeza insoportable. Ambos gritaron por el dolor. Comenzaron a sentir cosquilleos por todo su cuerpo, sentían que una ráfaga de calor ascendía desde sus pies y recorría su cuerpo hasta llegar a su cabeza.

          - Algo está saliendo mal. – Dijo el doctor. – Esto no es normal. – Miraba las pantallas y movía palancas y apretaba botones. Tecleaba algo frente al ordenador. – No sé qué… Esto no debería estar pasando… - Escuchaba los gritos de los niños desde dentro de la máquina. - ¡Niños! Gritaba. – Los niños no le escuchaban. - ¡Niños! ¡Deben salir de ahí! ¡Abran la puerta! – La puerta solo abría a presión o desde adentro, algo muy poco ingenioso para alguien que se hacía llamar a si mismo científico y doctor. El doctor temblaba de pánico. De pronto suena la alarma, la maquina se empezaba a sobrecalentar. El doctor se veía muy afligido, no sabía qué hacer para ayudar a los gemelos, tomó un extintor con el que comenzó a golpear la puerta de la máquina. Entonces la máquina explotó.

          - Auch… Mi cabeza… - Dijo Estela mientras llevaba sus manos a su cabeza. - ¡David! – Gritó. – Auch… ¡¿Dónde estás?! – Seguía gritando no veía a su hermano por ninguna parte.



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En el texto hay: angeles, exorcismo, demonios

Editado: 24.04.2019

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