David jugaba con su dedo en la alfombra color verde que cubría todo el piso del segundo nivel, Estela estaba parada y solamente veía como su hermano dibujaba garabatos sin sentido en la alfombra y los borraba para luego comenzar uno nuevo. Necros ya llevaba un rato adentro con la niña, habían pasado tal vez un par de horas. Entonces David fijó su mirada en Gloria, quien se encontraba en una esquina opuesta, recostada sobre una pared, Se levantó y dio un codazo a su hermana, señalando a la hibrido con la mirada. Ambos hermanos comenzaron a caminar hacia ella.
- Eh, Hola. - Dijo Estela dirigiéndose a Gloria. – Perdona, es que te noto preocupada, o atemorizada, ¿Te encuentras bien? - Le sonreía de manera despreocupada tratando de hacer que la mujer se sintiera mejor, aunque dentro sabía que era inútil siquiera intentarlo.
Gloria levantó la vista hacia los gemelos que se encontraban de pie frente a ella. Al fondo podía escuchar la discusión entre la pareja. – E... Estoy bien. - Dijo tratando de sonreír, pero su angustia no se lo permitía, por más que ella trataba de obligar a sus labios hacerlo.
- Espera, a mí no me engañas. - Dijo Estela viéndola a los ojos. – Aquí hay algo raro, y no es precisamente la niña. – Dijo ella viendo a los ojos a Gloria.
Rápidamente su hermano notó a lo que se refería y le siguió. - Algo te preocupa. – Dijo David. – A ver, cuenta. – Le sonrió. – Nosotros somos dos tumbas. -
Su hermana le dio un codazo en el hombro al notar como Gloria se incomodaba con la invasión a su espacio personal. – No la molestes David. – Le dijo Estela a su hermano, volteó nuevamente la vista a Gloria. – Aunque no nos molestaría saber lo que te ocurre. – Volvió a sonreírle.
La mujer los vio, se quedó unos segundos en silencio y finalmente suspiró ante los gemelos. - Esta bien, les diré la verdad, pero ¿Prometen guardar el secreto? – Les preguntó a los gemelos señalándoles con el dedo.
- Por eso no te preocupes. – Dijo David. – Ya te lo dije, nosotros somos dos tumbas. –
- Por mí no te preocupes. – Le dijo Estela.
- Bueno, para empezar, yo ya conocía a Necros. – Dijo la hibrido, los gemelos se sorprendieron al oír esto. – Todo comenzó… -
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- ¿A dónde vas? – Dice una voz femenina desde el fondo. Era Gloria quien recién entraba a la habitación, quien veía a un hombre castaño y de buen parecer, vestido con una camisa blanca y unos jeans asomado al balcón. - ¡Espera! – Se veía al joven decidido a lanzarse. Ella intentaba llegar hasta el balcón, pero aún estaba lejos. Era una casa pequeña, de dos niveles, de paredes color blanco, en la planta baja la cocina y el comedor, junto con la sala de estar y un pequeño cuarto donde guardaban implementos de limpieza, en el segundo nivel tres habitaciones, de las cuales solamente una se encontraba en uso, en las otras dos habían muebles cubiertos con sábanas blancas, para evitar que el tiempo y el polvo hicieran su trabajo.
- Estoy decidido. – Dijo. – No me vas a detener. Nadie me puede detener. – Por fin llegó hasta donde él se encontraba. Ella le tiraba de la camisa. No le soltaba. Él estaba decidido a saltar. Como sea, Gloria no se lo permitiría. Luchaba contra ella para realizar sus deseos suicidas.
- Por favor, no lo hagas. – Decía ella. Se le escuchaba llorando detrás. Estaba desesperada. - ¡Espera! ¡Regresa! – Seguía llorando. Él se decidió al fin y saltó al vacío.
Al ver como su novio caía por los aires ella Gritaba - ¡No! ¡Hector, no! ¿Por qué? – No podía creer que su novio se hubiese tirado así porque si por el balcón. Algo le tenía que estar sucediendo. Desesperada, aunque sin titubear, corrió de prisa a la Iglesia, y preguntó por el Padre Santiago.
Un joven cura atendió enseguida a la joven, quien la condujo directamente con el padre Santiago. - ¡Padre! – Dijo ella muy atormentada. – No he podido hacer nada… El simplemente… No entiendo… ¿Por qué? – Estaba alterada, lloraba descontroladamente.