Al lograr salir de la habitación de Tatiana, Brenda pudo ver a Javier tirado en el suelo llorando la muerte de su amigo. Brenda y Javier se encontraban afuera de la habitación, junto al cuerpo partido en dos del doctor. Javier había tratado de juntar ambas pates del cuerpo de su amigo, Brenda lo veía y no podía evitar sentirse impotente, debía haber algo que ellos pudieran hacer para ayudar.
- ¡Señor! – Dijo Brenda. – Debemos ayudar ahí dentro. No podemos quedarnos aquí sin hacer nada. – La gorda mujer empuñaba fuerte sus puños en señal de impotencia, su miedo se había perdido luego de la experiencia que acababa de tener.
El hombre la vio y se secó las lágrimas del rostro. - Tienes razón Brenda. – Le dijo Javier. – Vamos. – Entonces se levantó dejando el cuerpo de su amigo y se secó las lágrimas. Muy de prisa los dos se apresuraron hasta llegar a la habitación.
Los gemelos se encontraban dentro de la habitación de Tatiana tratando de luchar para detener a Sandra. - ¡Es muy fuerte! – Decía David tratando de retener a la esposa de Javier para darle a Necros todo el tiempo que fuese posible, pero por alguna razón, Sandra tenía más fuerza que los dos gemelos juntos.
Su hermana aprovechaba la oportunidad para cobrarse todas las que su hermano le había hecho antes. - No. – Dijo Estela. – Tú eres muy débil. – Entonces sintió como la madre se quedaba inmóvil. – Sostenla, niñita llorona. – Le decía burlándose de su hermano.
- ¡Cállate! – Le gritó muy molesto David mientras apretaba más fuerte a Sandra.
Por detrás de la mujer aparecían cuatro brazos. - Tranquilos niños. – Dijo Javier. – Acá estamos para ayudarles. – Apartaba a los niños mientras él y Brenda sostenían a la enfadada mujer.
- ¡Suéltame Javier! – Gritaba Sandra enfadada. - ¡Te vas a arrepentir de esto! – Luchaba inútilmente por soltarse de Javier y en especial de los grandes, gordos y fuertes brazos de Brenda. – ¡Y tu quedarás despedida después de esto! – Le gritaba a Brenda
- No te soltaré. – Le dijo Javier a su esposa. – Rápido niños, vayan a ayudar a Necros. – Dijo empujando a los niños. – Necesitará de ustedes. Y tú ya cállate. – Le dijo a su esposa.
Necros se encontraba dibujando la runa. Gloria estaba detrás de él con su espada desenvainada. Lista para reaccionar a lo que sucediera. – Sigue insistiendo todo lo que quieras exorcista. – Dijo el demonio. – Ya te lo dije, no podrás conmigo. – El demonio sonreía.
- ¿Te quieres callar de una buena vez? – Dijo David refiriéndose al demonio mientras lo señalaba con el índice. – Acá estamos amigo, ¿Cómo te ayudamos? – Los gemelos aparecían a espaldas de Necros. David colocaba su mano sobre el hombro del exorcista sin quitarle la vista de encima a Tatiana.
Necros volteó la vista a los gemelos. - Es bueno verlos niños. – Dijo Necros. – Ahora distraigan a la niña. Necesito acercarme demasiado a ella para terminar la runa. -
- A la orden. – Dijo Estela. Los niños se acercaban hacia la niña. – Sí que está fea. – Dijo Estela viendo al demonio. Enseguida ella volteó.
Su hermano la vio y entendió enseguida lo que su hermana tramaba, - Sí, tienes razón hermanita. – Dijo David mientras veía a la niña. - ¡Oye fea! – Le grito. – De seguro te pareces a tu madre. – Reía colocando sus manos en su vientre.
- Eres un pelado. – Le dijo su hermana. – La intención es distraerla, no acabar como el doctor. – Le da un puñetazo a su hermano en el hombro.
- Auch. – Se quejó David al sentir el dolor a causa del golpe propiciado por su hermana.
- Niños. – Dijo el demonio. – Veo que han venido por más diversión. – Tenía una sonrisa macabra, frotaba las palmas de sus manos, una contra otra. – Su madre manda saludos desde el infierno. – Les dijo sin dejar de sonreír.