Las dificultades de ser adolescente

Capítulo 3

Mabel.

Ya era el segundo día que debía ir a detención. Aún no podía creer que por un pequeño accidente la entrenadora me haya enviado a detención, aunque a decir verdad, no la pase tan mal. Me entretuve cepillando el cabello de Mara y charlando un poco con Chelsea, eran buenas chicas. No hablé demasiado con Peter, estuvo demasiado callado y enojado por lo que pude notar.

Por la mañana, antes de ir a clases, pasé por una pastelería y le compré donas a la profesora a modo de disculpa por el incidente.

Luego de detención salí a toda prisa, por suerte mi hermano salió antes de la universidad y pudo pasar a buscarme.

Llegué a la oficina de la entrenadora y esperé a que me dejara pasar, una vez que entré tomé asiento frente a su escritorio

—Buenos días—saludé con la mejor sonrisa que pude dar—. Quería disculparme por lo sucedido—dejé la caja rosada sobre la mesa y la abrí, dejando ver las ocho donas con glaseado y chocolate—, así que traje esto en modo de dis...—me callé y observé detenidamente en brazo sellado de la entrenadora que me mirada con todo el odio.

—¿Crees que con unas donas podrás arreglar lo me hiciste?—señaló su brazo.

—Fue un accidente, lo juro—sus ojos negros me miraron con odio, la entendía, entendía su remordimiento, pero nunca fue mi intención y tampoco tenía el derecho a hablarme de esa manera—. Solo quiero que acepte esto como disculpa.

Sonrió y tomó una dona de glaseado y se la llevo a la boca. Mi alegría porque había aceptado las donas era indescriptible. Me sentía culpable y que las halla aceptado me hizo muy feliz. Aunque duró muy poco.

Escupió la dona al suelo para luego regresarla a la caja, la deslizó con fuerza y cayó en mi regazo.

—Son horrendas—limpió el chocolate de su boca y dijo—. Mejor en vez de comprar estas porquerías has dieta, que te hace falta, estas gorda.

—Lamento la molestia—y con eso salí de ahí y corrí directo a los baños.

En cuanto entré, me metí a un cubículo y puse el pestillo. Tomé la caja y la abrí, allí estaban, ocho donas, ocho malditas donas que moría por comer, sin poder evitar tome una la mordí; sabía deliciosa y no pude parar. Comí, comí hasta que no pude más.

Cuando me di cuenta del error que había cometido, metí mis dedos a mi boca lo más profundo posible hasta sentir la bilis subir por mi garganta.

Expulse todo hasta que no pude más, mis lágrimas no paraban de salir a medida que me recuperaba, el dolor que sentía en mi estómago era insoportable.

—Mabel—levanté mi cabeza en cuanto escuché la voz rasposa de Mara. Había cerrado mal el pestillo y la puerta quedó abierta—, ¿Estas bien?

Tiré la cadena y con cuidado me puse de pie para enfrentarla. La preocupación se notaba en su rostro. Tenía una coleta baja, los ojos rojos y la ropa deportiva que siempre llevaba. Sostenía su mochila con una mano mientras que con la otra sostenía un peine.

—Si, lo estoy—fruncí el ceño al verla ahí parada. Las clases habían empezado hace una hora—. ¿Qué haces aquí? Deberías estar en clase.—me acerqué al lavamanos para lavarme la cara, debía tener un aliento horrible.

—Si, y tu también—tenía un buen punto—. Tenia matemáticas, preferí no entrar, el profesor Stevens debe odiarme aún.

—El profesor Stevens es difícil—recordé. Yo también lo tenía y a decir verdad a veces era un grano en el trasero—. Yo lo tengo mañana.

Buscó algo en su mochila y extendió un cepillo y pasta de dientes en mi dirección.

—Es nuevo, no lo use.—lo tomé. No entendía como esa chica podía ser tan buena conmigo cuando literalmente hace un día que nos conocíamos.

—Gracias—comencé a limpiar mis dientes al tiempo que ella comenzaba a cepillar su cabello.

—¿Por qué vomitaste?

—Creo que las donas no me hicieron bien, creo que no están en buen estado.—mentira, eran lo más rico que había comido en meses, solo contesté con la primera escusa que se me ocurrió.

Ella se acercó al cubículo y tomó la caja entre sus manos, las examinó y miró el sticker estampado en ella.

—Es de la pastelería de mi tía—confesó, dejándome atónita—. Le diré que estaban en mal estado y también que te de un reembolso.

—¡No!—dije, pobre de su tía, devolverme el dinero cuando en realidad sus pasteles eran una delicia—. No hace falta, no hay que molestarla con esta estupidez.

—No es una estupidez—dijo—. Puede que este vendiendo cosas en mal estado, no solo a ti, sino también a otras personas.

—Tal vez solo me cayó mal a mi—traté de convencerla aunque podía ver que no estaba muy convencida.

—Bien, las tiraré entonces—se acercó al cesto de basura y la arrojo—. Listo, problema resuelto.

Salimos de los baños al tiempo que la campana sonó, en un segundo el pasillo se había llenado de alumnos. Divisé a mi amiga en cuanto se acercó.

—Aquí estas—Cami me abrazó con fuerza. Siempre fue ese tipo de persona que se preocupa demás—. Estaba muy preocupada por ti, yo creí...—desvió su atención en cuando vio a Mara—Hola, ¿Tú eres?

Mara aclaro su garganta antes de contestar.

—Mara.

—Estoy con ella en detención.

Camila sonrío, alegre y se acercó a ella abrazándola con fuerza.

—Que bonito nombre—alago tomándola de los hombros una vez que se separó de ella—. Me llamo Camila, y es un placer—enredó sus brazos en el mío y en el de Mara y comenzamos a caminar. Pude notar la confusión de Mara, pues era la primera vez que hablaban y Cami ya la estaba incluyendo como si nos conociéramos de años—. ¿Por qué no fuiste al entrenamiento hoy?

—Me quede dormida—contesté y sentí la mirada de Mara sobre mí, estaba confundida y seguramente se preguntaba porque le había mentido a mi amiga—. Luego me encontré con ella.

—Oye, ¿Con quien te sientas en el almuerzo?—preguntó Cami.

—Con nadie—contestó Mara, pude notar algo extraño por la forma en la que habló.

—Siéntate con nosotras—ambas me miraron esperando una respuesta de mi parte.




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