Las dificultades de ser adolescente

Capítulo 9

Mabel.

Coloqué mis pies sobre la balanza y esperé el resultado. 38, 5 kilos marcó la maquina.

Había bajado dos kilos en tres días.

Salí del baño en cuanto mamá me gritó desde la cocina para que bajara a desayunar. En cuanto baje y vi la comida sobre la mesa, me maree. Me sentía cansada y sentía mi cuerpo pesado.

Era mi desayuno favorito. Panqueques con Nutella, me encantaban en especial las que hacía mamá. Tenían un gusto diferente y no sabía la razón, pero me encantaban.

Ella no pudo desayunar conmigo como habitualmente lo hacía, esa vez la habían llamado del trabajo por una emergencia. Era la secretaria del dueño de una empresa inmobiliaria.

En cuanto comí el primer bocado sentí un gran alivio, tenía demasiada hambre y comer tan solo un pedazo me hizo tan bien. Devoré todo con un gran afán, llenando mi estómago y saciado mi hambre. En cuanto deje el plato limpio, apoye mi espalda en el respaldo de la silla y suspire con tranquilidad.

Pero mi tranquilidad duró muy poco.

Comencé a sentir mi estómago revuelto y como algo subía por mi garganta. Corrí al baño y subí la tapa del retrete, expulsando todo y sintiendo mi estómago vacío.

Fruncí el ceño ante tal acción. Era la primera vez que no me provocaba el vomito y había sido...extraño. Hice un movimiento con los hombros restándole importancia; lo que no sabía es que ese tipo de acciones me traerían problemas en el futuro. Mala decisión, Mabel, mala decisión.

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El estómago me dolía un poco, supuse que fue porque últimamente no me sentía bien. Además, tenía demasiada hambre, por suerte era hora del almuerzo y había quedado con las chicas para sentarnos juntas en el almuerzo. Me sentía feliz por haber formado amistad con ellas, en verdad les estaba tomando cariño.

Hice la fila, y compré lo menos pesado y más saludable que vendían. Me senté en la mesa de siempre, donde ya se encontraban Chelsea, Mara y Cami comiendo su almuerzo.

—Debemos ir a ese concierto—comentó Chelsea mientras masticaba su hamburguesa.

—¿Crees que aun hallan entradas?—cuestionó Cami, dándole un sorbo a su bebida.

—¿De qué hablan?—pregunté una vez que tomé asiento.

—De que Doja Cat dará un concierto en la ciudad y queremos ir—contestó Mara—. Y tú iras, por supuesto—afirmó.

—Pero, según lo que dijo Cami, tal vez no hay más entradas—dije.

—¡Wuju! Si hay entradas—Chelsea pasó su celular por la cara de cada una y lo acercó mucho más al rostro de Cami, como si le dijera: Mira, en tu cara, perra—. Voy a comprar las entradas ya mismo.

—Yo no se si quiero ir, no estoy segura—revolví mi comida con el tenedor de plástico. ¿Acaso no eran conscientes de los contaminante que era eso?

—Pues, decídete. Es ahora o nunca—dijo Chelsea dándole otro mordisco a su comida.

¿Cómo podía comer tanto y no afectarle en nada?, ¿Por qué yo no podía ser así?

—Quedan 120 entradas. Decídete—dijo.

Resoplé para luego hacer un mohín.

Podía ir, no me vendría nada mal salir un poco de mi entorno. Además, hace tiempo no iba a un concierto y ¡Por Dios! Era Doja Cat, creo que sería una mujer bendita por poder escuchar a esa mujer en vivo.

—Bien, iré—acepté por fin con una sonrisa—. Compra, compra.

—Cambiando de tema, tengo un chisme—murmuró Cami.

—¿Y qué esperas para decirlo?—se quejó Chelsea.

—Peter y Mackenzie terminaron—soltó y yo me quedé en un viaje astral, ¿Estaban saliendo?

—¿La pelirroja?—frunció el ceño Mara. Cami asintió—. No sabía que salían.

—Yo creí que eran amigos muy cercanos—confesé. No parecía que ellos estuvieran enamorados, ni siquiera parecían gustarse. Era extraño. Aunque no tenía ni idea de su relación, con Peter hablaba muy poco y con Mackenzie las cosas no andaban nada bien.

Tomé un poco de mi jugo para saciar un poco el hambre. Quería comer, pero, aunque tratara, no podía tragar nada. Era como si mi garganta estuviera cerrada.

Observé como Chels terminaba su comida y miraba su bandeja con recelo.

—Tengo hambre—dijo haciendo un puchero—. Ahg, odio tanto que sirvan tan poca comida.

—El problema no es que sirvan poco, es que tú nunca te llenas—dijo Cami.

—No lo negaré, me encanta la comida. No lo entiendo, nunca me lleno.

—Puedes comerte mi almuerzo, no tengo hambre—extendí la bandeja hasta ella.

Sus ojos se iluminaron y se llevó una mano al pecho.

—Jamás se habían preocupado tanto por mi—fingió limpiarse una lagrima.

Sonreí al ver que ella aceptaba el plato. Pero mi sonrisa se fue al instante cuando sentí una mirada pesada sobre mi.

Giré la cabeza y vi como Mara me miraba con los ojos entrecerrados, de arriba a abajo, como si me estuviera analizando.

Tense la mandíbula y evite su mirada. Me hacía sentir extrañamente incomoda.

—Mabel—me llamó —, Mabel—repitió mi nombre cuando la ignoré. Volví a mirarla, sus ojos me analizaban con detenimiento; me hacía sentir incomoda, mucho más con esos ojos que portaba entre marrón y verde. Eran extrañamente hinoptizantes— ¿Qué comiste hoy?

Las otras dos chicas me miraron de inmediato al escuchar su pregunta, y en la mesa se formó un silencio.

Chelsea me miró, dejando de comer. Mientras que Cami frunció el ceño y dijo muy bajito ¿Qué comió?

—¿No comiste nada?. Lo siento, no lo sabía. Te devuelvo tu comida—Chels extendió la bandeja.

—Y yo no tengo hambre—seguía evitando la pregunta. Le devolví la bandeja.

—Y yo ya no la quiero—volvió a extenderla.

—Si, pero...

—Bel, no evites la pregunta, solo contesta—pidió Cami.

Las miré a las tres, las cuales esperaban una respuesta de mi parte. Moví mi pierna con nerviosismo.

—Comí unos tostados antes de entrar, por eso no tengo hambre—mentí. Gracias a Dios sonó la campana de clases; tome mis cosas con rapidez y me puse de pie, ante la mirada atenta de las chicas—. Que pena, no podremos seguir hablando. Ya oyeron la campana—avisé señalando el techo, indicando que sonó—. Nos vemos más tarde—y salí corriendo de la cafetería.




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