Las dificultades de ser adolescente

Capítulo 10

Mara.

En cuanto cerré la puerta de mi casillero, vi el rostro de Cami.

—Mara, necesito hablar contigo—lo dijo tan seria que me asusté.

—¿Pasó algo?

—Si—tomó mi brazo y comenzamos a caminar—. Es con respecto a lo de hoy, la reacción de Bel cuando tú le hiciste esa pregunta. Y estuve pensando en que tienes algo de razón—me impactó con esa confesión.

Supuse que tenía razón al ver la reacción de Mabel ante mi pregunta. Se que estuvo un poco mal la forma tan abrupta y sin cuidado en la que le hablé, pero no me puse a pensar en eso a la hora de abrir mi boca.

Noté una actitud rara en ella, no es que la conociera de años, apenas nos estábamos conociendo. Pero cuando vi la forma en que miraba la comida y su repentino comportamiento, me hizo recordar a la vez que la había encontrado en los baños. Ella tendida en el suelo, con la caja a un lado y, no sabía si era imaginación mía o algo por el estilo, pero me dio la impresión de que se estaba quitando los dedos de la boca.

No podía quitar esa imagen de mi cabeza, además, esa misma tarde, antes de ir a detención, me dirigí a los baños decida a buscar esa caja de donas. Esperaba que no la hayan tirado, porque o sino no iba a saber si esas donas tenían algo malo.

Cuando llegué a los baños y vi el tacho de basura, tuve que meter mi mano para poder sacarla. Fue asqueroso, pero valió la pena.

Luego de que las clases de terminaron, fui a la pastelería de mi tía y le comenté la situación con respecto a eso. Ella revisó la caja y las comparó con la que habían quedado y parecían normales, además,  me dio una de las donas del mostrador para que las probara, y parecían estar bien.

Desde ese entonces que había quedado esa duda.

—Explícate—pedí.

—Hace tiempo he notado un repentino cambio de peso en ella—hablaba mientras me miraba—. Creí que era algún tipo de dieta o que estaba ejercitando más de lo normal, pero ahora que lo noto...es muy extraño.

—¿Tú crees que le puede estar pasando algo? Lo que yo dije fue algo que estoy pensando hace tiempo, no lo dije con mala intención.

—Se que no lo hiciste al propósito. El punto es que puede que algo le esté pasando y no nos hemos dado cuanta...no me he dado cuenta—murmuró eso último con tristeza.

—No te pongas mal, Cami—la detuve y le acaricié el hombro para calmarla—. A veces estas cosas pasan y las personas no se dan cuenta.

—Pero tú te diste cuenta al instante, la conoces hace poco. Y yo hace años—se llevó las manos al rostro—. Soy tan estúpida.

—No—quité sus manos para dejar su rostro al descubierto—. No es cuestión de cuanto conoces o no a una persona. No te sientas culpable por algo que ni siquiera sabemos y es verdad o no, solo es una suposición. No dejes que esto carcoma tu cabeza.

—¿Y si no es una suposición?—preguntó, preocupada.

—Eso debemos averiguarlo, pero dudo mucho que Mabel nos diga verdad—hable, afligida.

—Cierto. Es obvio que estaba mintiendo, ella puede ser todo, pero menos mentirosa. No sabe mentir y es obvio que lo estaba haciendo—hizo un mohín—. Debemos averígualo, ¿Cómo? Eso no lo sé, pero que lo descubriremos, lo descubriremos.

#

—Aquí estamos, nuestro último día de detención—dijo Mabel, despacio.

Los cuatro estábamos sentados al rededor de una mesa improvisada.

—Lo admito, será raro no volver aquí—Chelsea frunció el ceño—. Que digo, yo seguramente volveré aquí en un futuro cercano—admitió.

—¿Seguiremos viéndonos, verdad? —preguntó Mabel, insegura por la respuesta.

—Por supuesto, no te vas a deshacer de mi tan fácil—dijo Chelsea, cruzándose de brazos.

Peter la miró con el ceño fruncido.

Chelsea lo miró y le guiño un ojo.

—No te preocupes, Beach boy, no te me escaparas.

Definitivamente Chelsea era la del buen humor ese día.

—Esto es extraño—dijo Peter, ignorando el nuevo seudónimo que le había puesto Chelsea—. Será raro no verlas.

—¿Perdón? —Chelsea parecía ofendida—. Nos verás, ya eres parte de mi vida cotidiana, además, ¿A quién le diré Beach Boy?

Peter sonrió, una sonrisa que hace tiempo no notaba en él desde que lo volví a frecuentar.

—Eso es cierto—coincidí—, necesitamos a nuestro superduper millonario amigo, el Beach Boy—le sonreí. Él me miró con ojos brillantes y con una sonrisa mucho más grande que la anterior. De inmediato noté como Mabel le daba un pellizco nada discreto en la pierna.

—Bien, ¿Qué hacemos ahora?—preguntó Mabel.

—Yo traje algo muy interesante—comentó Chelsea, buscando algo en su mochila.

Sacó una botella térmica y dejó sobre la mesa con una sonrisa de oreja a oreja. Parecía una niña pequeña apunto de hacer una travesura.

—Temo preguntar que hay dentro de esa botella—señaló Peter.

—Entonces no preguntes y bebe—habló Chelsea.

—¿Qué hay dentro?—se atrevió a preguntar Mabel.

Chelsea simplemente se encogió de hombros.

—No lo sé—miró sus uñas.

Resoplé y tomé la botella entre mis manos. La abrí y al instante sentí un olor fuerte, el cual me resultaba familiar, lo llevé a mis labios y le di un pequeño sorbo.

—Uf, que fuerte—comenté al sentir el sabor del vodka.

—Fuertemente delicioso—sonrió Chelsea.

Peter intentó agarrar la botella, pero Chelsea le dio un pequeño manotazo, haciendo que él quitara su mano llevándola a su pecho.

—Tengo una idea mejor.

—¿Qué es lo que te dice el pequeño diablillo en tu interior?—cuestionó Mabel mirando a la rubia.

Chelsea se puso de pie y se acercó a la ventana, abrió y la señaló con ambas manos. De inmediato comprendí a lo que se refería.

—Definitivamente no—habló de inmediato Mabel mientras se cruzaba de brazos.

Chels resopló, como lo de costumbre, y se acercó a la mesa para agarrar la botella y volver hacia la ventana. Pasó una pierna sobre ella mientras se sostenía de la parte de arriba de la ventana, nos observó a los tres antes de sonreír.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.