En lo más profundo de las colinas húmedas de Ravenshollow, donde la niebla nunca se disipa del todo y los cuervos vigilan cada curva de los caminos de tierra con ojos que brillan como brasas, se encuentra un cementerio antiguo conocido por todos como "La Necrópolis". Sus lápidas están gastadas por siglos de lluvia y olvido; los nombres casi han desaparecido y los símbolos se desdibujan como susurros olvidados. Las rejas de hierro que lo rodean parecen corroídas desde siempre, retorcidas como si la misma tierra las hubiera deformado para contener algo que no debía escapar.
Los ancianos cuentan que no es un lugar cualquiera. Dicen que fue construido sobre tierra maldita, donde en épocas oscuras ardieron hogueras con los cuerpos de brujas, herejes y condenados. Bajo su suelo, aseguran, descansan huesos que jamás recibieron absolución; huesos que crujen y gimen bajo la presión de la tierra, despertando con el viento que atraviesa los senderos.
Los niños, entre juegos y desafíos que apenas se atreven a pronunciar, repiten en voz baja la advertencia más antigua del pueblo:
"A medianoche, en la noche de Halloween, cuando la luna se alza en lo más alto del cielo y su luz plateada se derrama sobre las lápidas viejas y gastadas, dentro del cementerio se abren doce puertas. Ninguna está allí antes, ninguna permanece después. Son de hierro frío, alto y retorcido y cada una conduce a un lugar distinto. Quien cruce la primera, está condenado a cruzarlas todas… o a quedar atrapado para siempre entre los muertos."
Pero hay quienes aseguran que la luna en esa noche hace algo más que iluminar. La luz revela sombras que se deslizan entre las tumbas, largas y torcidas, como dedos que señalan caminos que no existen de día. Algunas parecen susurrar nombres, otras se retuercen, anticipando el destino de quien ose acercarse demasiado. Cada sombra es un aviso, un eco de aquellos que nunca regresaron.
Las historias sobre las puertas varían según la voz que la cuente. Algunos dicen que son un juicio, separando a los valientes de los cobardes; otros creen que son un pacto antiguo, un intercambio secreto: cada cierto tiempo, el pueblo entrega a los curiosos y a los intrépidos para mantener la calma de los espectros. Pero los susurros más oscuros hablan de un Guardián: una figura encapuchada, siempre entre la niebla y la penumbra, esperando tras la duodécima puerta. Sus ojos invisibles bajo la capucha recorren la luna y las lápidas buscando almas jóvenes que añadir a su colección silenciosa.
En Ravenshollow, las campanas repican con un tono grave cada 31 de octubre, recordando a todos que la colina del cementerio debe permanecer vacía. Los mayores advierten a los pequeños que ni la valentía ni la incredulidad los salvarán del precio de la medianoche. Pero como cada generación, siempre surgen los que desafían la advertencia, los que creen que la oscuridad no tiene poder sobre ellos… hasta que la luna los señala y las sombras los rodean.
Y allí, entre la neblina y el susurro de huesos olvidados, La Necrópolis espera su próxima alma que llegue por su propio pie para adueñarse de ella.
Paciente.
Implacable.
Como la muerte misma.
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Editado: 06.10.2025