La pequeña Amelia seguía acostada en el piso al lado de los cuerpos de sus padres, acariciaba el rostro de su madre.
El hombre observaba y escuchaba el llanto de ella. No sabia por dónde empezar, se acercó a la pequeña
– ¿como te llamas niña?
– Me llamo Amelia. Respondió limpiando sus mejillas y manchandose de sangre.
El desconocido trago en seco, se inclinó y limpió sus mejillas
– Necesito que me hagas un favor. La niña asíntio – Lamentó mucho lo que has visto, este es un momento tan difícil para ti, Susurró – Aún eres pequeña y no debiste ver nada de esto, de verdad lo lamento mucho niña, tus padres desde hoy cuidaran de tí desde el cielo, pero, hay que sepultar sus cuerpo. Le dijo.
Sintio un dolor extraño en su pecho, el hecho de ver el rostro y la mirada de Amelia le causó lástima. Amelia seguía llorando.
– Ven conmigo. Le dijo. Extendió su mano y ella lo tomo...
Caminaron hasta el jardín que quedaba en la parte de atrás de la casa, buscando así un buen lugar para enterrar los dos cuerpos...
Entro a la casa para tomar el cuerpo de su madre y luego el de su padre, estando los cuerpos juntos con la ayuda de ella busco una pala y cavo hasta hacer dos enormes y profundos huecos. La pequeña sólo observaba y lloraba sentada en el césped.
De repente ella dijo.
– ¿Pueden estar juntos?. Preguntó – Quiero que estén juntos.
El hombre frunció el ceño extrañado.
– ¿Qué?, ¿Los dos en un solo lugar?.
Ella asintió.
– Sí, juntos.
El asintió en respuesta.
Minutos más tardes el señor tiro la pala.
– Ya está listo Amelia, ve por flores, las más bonitas que encuentres.
Dijo para tratar de tener un buen gesto y así para cambiarle un poco su estado de ánimo, aunque Amelia no supiera porqué pasó todo ésto, era consciente que había algo malo...
Al regresar la niña con la flores, se encontró con que los cuerpos ya estaban en la tumba, cubiertos con tierra, la reacción de la pequeña era de esperarse, no dejo de llorar ni un sólo momento, sollozaba conociendo que había sufrido una gran pérdida...
El hombre le dice en voz baja
– Ven niña acércate, despídete de tus padres, diles algo bonito, ellos te van a escuchar.
Ella asiente destrozada.
Dio pasos hacia la tumba, se arrodilló dandole la espalda al hombre, en ese momento la pequeña no tenia quién la consolara.
El trabajador de Jhon la observaba, sacó su arma y le apuntó mientras ella lloraba.
– Mamita ¿Desde el cielo me cuidaras?, así dijiste cuando murió maxi, mi perrito.
El hombre frunció el ceño y paso su mano por su cabeza, no sabia que hacer. La orden era matar a esa pequeña inocente. Su pulso temblaba no podía hacerle eso a esta niña, cayó arrodillado al suelo colocando sus manos sobre su cabeza, se negaba hacer tal cosa, duró así por un largo momento...
Se levantó del piso y guardó el arma en la pretina de su pantalón, se acercó a la pequeña, tocó su hombro.
– Amelia ve por esos pedazos de palos que están allá, señaló...
Ella asintió en respuesta, camino hacia donde el la habia mandado, los tomo y se los entregó. Él sonrió y acaricio su cabeza.
Lo colocó en la tumba en forma de cruz marcando dónde estaban los cuerpos, se inclino para luego decirle lo siguiente.
– Escúchame bien Amelia y recuerda siempre esto, aquí en este lugar es dónde están enterrados tus padres, aquí es donde ellos duermen ¿Me entiendes?. Preguntó.
– Sí señor, ahí están durmiendo mis papás, repitió las palabras con la que el se podía expresar.
– Sí Pequeña, ahí es donde duermen, ahora le llamaremos a tus hermanos, vallamos al auto.
Joel ya estando con su hermano en la casucha abandonada sintió el celular timbrar, contestó la llamada de inmediato.
– ¿Señor?, Hablo dudoso
– Sí niño soy yo, ¿Ya estás donde te dije?.
– Si aquí estamos
– Pues bien, ahora salgan y busquen la carretera, y ojo niño, no se dejen ver de los autos que pasen. Le advirtió
– Creo que estamos cerca señor
– Estando cerca yo les haré señales con las luces, mientras tanto escondanse entre los matorrales, ¿Entendiste?
– Si señor, ¿Como está mi hermana y mis papás?.
El hombre trago en seco, no supo que responder.
– Después hablamos niño. Corto la llamada.
Mira por el retrovisor a la niña y preocupado por todo lo que está haciendo se tensiono, la órden que se le había dado no la cumplió, no sabia qué hacer ni dónde ocultarlos. No tenía más que conducir hacia dónde se encontraban los otros niños...
El hombre de confianza de Montenegro conducía a gran alta velocidad, miró nuevamente a la pequeña y esta estaba un poco más tranquila. Su móvil sonó, lo mira y se da cuenta que es su jefe, le advierte a la niña que haga silencio.
– ¿Dígame jefe?
– ¿Hiciste lo que te pedí?. Preguntó Jhon
– Si señor, como usted lo ordenó. Respondió mirando a la niña por el retrovisor.
– Excelente, ¿Que pasó con el resto de la mercancía? ¿Pudiste tomarla a tiempo?
– No señor, hubo contratiempos, esas cajas desaparecieron. Respondió
– ¿¡Que dijiste!?, ¿Desaparecieron?, escúchame bien, ¡Quiero que los encuentres y me los traigas!. Ordenó.
Él no se esperaba esa orden y quedo en shock.
– Como ordene. Respondió. Golpeó el volante del auto varias veces después de que Jhon terminara con la llamada.
– ¡¿Que estoy haciendo?! ¡¿Que carajos voy hacer?!. Gritaba deseperado
Amelia se asustó por sus gritos.
– ¡Quiero ir a casa! ¡quiero estar con la hermanos!. Dijo desesperada
– Tranquila niña no te asustes, disculpame, ya verás a tus hermanos ya te llevaré con ellos.
Ella se calmó y sonrio.
Pasado un corto tiempo conduciendo sacó su mano al tiempo que encendía las luces del auto para llamar la atención de los dos niños.