Las Estrellas Del Corazon.

1. La Estrella De La Esperanza Nace.

Las estrellas resuenan en el corazón de cada persona, pero hay quienes nacen con una estrella especial latiendo dentro. Una de ellas es Sunny.

Ya sé, no es un nombre muy convencional… pero él tampoco lo es.

Y esta historia comienza justo aquí.

Era una mañana tranquila. Sunny aún dormía, enredado en sus sábanas blancas, con el cabello rosado desordenado, como si una pequeña tormenta de algodón hubiera pasado por su cabeza. Aunque su cuerpo se movía inquieto, su mente estaba sumida en un sueño que parecía demasiado real.

En él, corría por los pasillos de un palacio oscuro. Llevaba un vestido medieval en tonos rosados, ajustado a su figura andrógina con una elegancia sobrenatural. Las antorchas colgadas en las paredes proyectaban sombras largas y danzantes, mientras los tacones que llevaba hacían eco en las losas de piedra.

Corría lo más rápido que podía, pero el destino parecía burlarse de él. Tropezó y cayó al suelo con fuerza.

—¡Atrapen a la luz de la esperanza! —rugió una voz grave que retumbó en todo el palacio.

Era el rey de la oscuridad. Su sombra lo perseguía como si quisiera devorarlo.

Con el corazón desbocado, Sunny se obligó a levantarse y seguir corriendo… pero justo cuando sintió que lo alcanzaban, despertó.

Se incorporó de golpe, jadeando, como si el aire le faltara. Su pecho subía y bajaba con rapidez.

—¿Estrellita? ¿Estás bien? —preguntó una voz cálida desde el otro lado de la puerta.

Era su hermano mayor.

Sunny se levantó a toda prisa y corrió a abrir. Al ver al chico rubio de ojos oscuros, alto como un árbol y cálido como el sol, se le lanzó a los brazos.

—¿Qué sucede? —preguntó el mayor, acariciándole la cabeza con ternura.

—Nada... solo fue una pesadilla —respondió Sunny con una sonrisa forzada.

El hermano también sonrió, aunque con algo de duda, y se separó del abrazo.

—Mamá me pidió que te despertara. Hoy es tu primer día de clases y ya son las siete veinte. Vas a llegar tarde.

Los ojos de Sunny se abrieron como platos.

—¡¿Siete veinte?! —chilló, dándose media vuelta y corriendo a su habitación.

Se cambió lo más rápido que pudo, aunque con bastante torpeza: se puso el uniforme al revés, los calcetines de distinto color y olvidó peinarse bien. Al mirarse al espejo, notó que el uniforme le quedaba enorme. Era bajito, apenas 1.59, y eso lo hacía parecer aún más pequeño.

Se amarró el cabello en una coleta rápida y suspiró al ver el reloj.

—¡7:35! Siempre voy tarde en todo… —se quejó.

Bajó las escaleras a toda velocidad, ignorando a sus tres hermanos que miraban una serie y a sus padres que lo saludaban desde el comedor. Salió disparado por la puerta, con la mochila medio abierta y el corazón todavía latiendo fuerte por el sueño extraño.

En el camino a la escuela, ya resignado a llegar tarde como siempre, notó a una señora mayor cargando bolsas pesadas. Se detuvo un segundo, dudó… y luego se acercó.

—¿Le gustaría que le ayude? —preguntó con una sonrisa.

La señora asintió, visiblemente aliviada. Sunny tomó las bolsas sin pensarlo dos veces y la acompañó hasta su casa.

—Gracias, jovencito —le dijo ella con ternura.

—De nada, ¡que tenga buen día! —respondió, haciendo una pequeña reverencia antes de salir corriendo de nuevo.

Al llegar a la escuela, jadeaba. Llegó justo cuando estaban por cerrar la puerta. Corrió a su salón lo más rápido que pudo, pero llegó cinco minutos tarde.

—Señorito Mills —dijo el profesor con irritación.

Sunny tragó saliva, nervioso, e hizo una reverencia.

—P… perdón por llegar tarde —dijo en voz baja.

El profesor lo miró con una ceja levantada y se acomodó los lentes.

—Señorito Mills, si llega tarde de nuevo… —frunció el ceño, suspirando—. Preséntese, por favor.

Sunny asintió un poco nervioso. Caminó al frente del salón y miró a sus compañeros.

—Ho… Hola a todos. Soy Sunny. Un gusto —dijo, agachando la cabeza.

El salón respondió con una sonrisa general. Una chica de piel blanca y cabello rojizo, con el uniforme deportivo, se levantó sonriente.

—Hola Sunny, yo soy Fanny —dijo ella con calidez.

Sunny se acercó con su encantadora sonrisa y le estrechó la mano.

—Un gusto, Fanny —dijo.

Ella tomó su mano con suavidad. Una chica sentada a su lado también se acercó tímidamente.

—Ho… Hola. Soy Michel —dijo con timidez.

Era más alta que él, con piel clara, cabello rubio largo y ondulado. Llevaba un suéter grande y se notaba insegura.

Pero justo cuando iba a responder, una voz masculina gritó "¡Ayuda!". El mundo se detuvo por un segundo. Todos quedaron confundidos.

—¿Qué sucede? —preguntó Sunny.

En ese instante, todo volvió a la normalidad. Aunque nadie entendía bien qué fue eso, los tres chicos se sentaron juntos,

sin saber que ese momento marcaría el inicio de algo mucho más grande… especialmente para Sunny.

Después de clases, Sunny se despidió de sus nuevas amigas con una sonrisa. Fue al centro comercial a comprar ropa y maquillaje —aunque su rostro ya era casi perfecto—. (El narrador y el escritor se atacaron de que fuera casi perfecto).

Chocó con un joven alto, musculoso, de cabello oscuro —totalmente su tipo— y tartamudeó ligeramente al disculparse.

—Perdón —dijo Sunny.

El chico lo ignoró y siguió caminando. Sunny suspiró con fastidio y siguió su camino.

En otro lugar, más allá del cosmos o quizá en un futuro lejano, un hombre alto y musculoso de piel blanca y cabello negro leía un libro viejo en su trono. Su mirada, aunque tranquila en apariencia, escondía una profunda tristeza.

—¿Por qué no lo han encontrado? ¿Por qué no han traído más energía oscura? —dijo con enojo contenido.

Una mujer pálida, vestida con ropa oscura y provocativa, se rió suavemente.

—No se preocupe, amo. Yo, Hel, la estrella de la muerte, le traerá más energía oscura —respondió con una sonrisa.



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En el texto hay: romance, shonen, romace gay

Editado: 19.10.2025

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