Las estrellas no se enamoran

8

S A W Y E R

Tal vez sea dura de roer pero como bien ha dicho ella, a mi ego no le gana nadie; vivo para mi y por mi, nada ni nadie más puede hacer nada por remediarlo o cambiarlo. Aún sabiendo que juega con la ventaja de que mini Sawyer sienta bastante simpatía por ella y que le baste tan solo su olor para activarse, no pienso dar la batalla por perdida. Cada mirada, cada roce, voy a hacer constancia de lo repulsiva que me parece toda su actitud de mosquita muerta, conocía muy bien a las chicas como ella, todo es inocencia, encanto y pureza hasta que te joden el corazón en mil pedazos. Todo es un cuento de hadas hasta que te das cuenta de que no lo era. Los sentimientos, el amor, todo es una jodida mierda. Un producto que quieren venderte toda la vida para que hipoteques tu felicidad y nada ni aun menos nadie debería poder ser dueño de tu felicidad.

—¿Y bien?—preguntó ella.

—¿Y bien qué?—repetí yo notablemente confundido dejando de tocar la guitarra. Dejo mi preciosa Gibson LePaul.

Esta guitarra la creó Gibson junto con el guitarrista e innovador de guitarras «Les Paul» y salió a la venta en 1952. Su precio de venta era muy costoso y tenía la fama por su alta calidad y gran renombre. Su diseño es bien conocido como una guitarra de rock, y el sonido que brindan sus pastillas Humbucker es de amplia ganancia y alta energía, ideales para distorsionar. Las pastillas son controladas por el selector de tres posiciones que permite alternar las pastillas y generar diferentes combinaciones de tonos. Por lo general, el cuerpo de las Les Paul están hechos de caoba, una madera que produce un tono rico y profundo, mi pequeña está hecha de la misma también. Miles de guitarristas famosos tocaron rock con esta guitarra como Slash, Jimmy Page de Led Zeppelin, Joe Perry de Aerosmith, Steve Jones y la lista continúa conmigo, Sawyer Reed.

Aun recuerdo el día en que la conseguí, fue ahí que entendí que el dinero abre incluso las puertas del jodido infierno. He vivido junto a un padre que siempre fue considerado brillante en su sector, un hombre al que siempre he admirado profundamente a pesar de que nunca se lo hubiera dicho. Exitoso y responsable, un combo demasiado complicado, sobre todo cuando tiene una cosa llamada honradez. Papá tenía las tres. ¿Quién sabe? Tal vez mamá incluso se arrepienta por haberlo dejado antes de que sus inversiones fueran a la alza.

—Me tendrás encerrada aquí, en tu habitación de los horrores insonora—afirmó ella con incredulidad mientras señala los discos, el sofá, las paredes, sin dejar de mostrar su desagrado. No puedo negar con diversión mientras dejo que vaya moviéndose por la habitación señalando todo.

Intento no hacerle caso tomando de nuevo mi pequeña, mientras en una libreta trazo una nueva melodía con rapidez.

—¿Y qué quieres que haga?—pregunto yo sin esconder mi poco interés—Follamos, no abortas, estamos prometidos, nos jodemos, esta pequeña joya es más preciado para mi que tu pellejo—añadí sin darle importancia, esa habitación era mi jodido paraíso.

Sus ojos se agrandan y sus mejillas arden pero no pronuncia palabra, finalmente sopla con molestia para blanquear los ojos con cansancio, finalmente coloca ambos brazos cruzados mientras aprieta los labios con desagrado.

—Quiero ir a mi casa—afirmó, parecía una niña pequeña. Esta chica tiene graves cambios de actitud.

—Y yo que esto termine—respondo con inmediatez volviendo a dejar de lado mi guitarra pero esta vez en su vitrina—Pero sorpresa, no todo es como queremos, pecas—añado yo mientras ya estoy en la puerta dándole la espalda—Espero que disfrutes de tu nuevo hogar, hazle algo a mis pequeños y juro que lamentarás el día que naciste—finalice eso lo suficientemente fuerte para que ella gimiera y pateara molesta haciendo que en mi rostro se formule una sonrisa ladina.

—Imposible, ya lo hago—concluyó finalmente ella entre cojines.

—Eres un caso perdido—susurré yo sin que ella pudiera oírme.

Finalmente el ruido insistente del timbre hace que vaya corriendo a la puerta, paso por todo el apartamento hasta llegar ante la puerta de madera. No puedo evitar sonreír de par en par al ver a los cabrones de mis mejores amigos posarse en la puerta.

No puedo evitar mirar detenidamente lo diferentes que éramos, cualquiera que nos viera jamás habría adivinado que juntos podríamos montar una de las bandas pop más famosas de la historia. The Midnight Eagles era formada por un empollón con muy malhumor, un yonki con una adicción problemática, y dos mejores amigos que en el instituto se dedicaban a hacer gamberradas, eso sí, al parecer con mucho talento. Y eso era innegable. No los cambiaría por nada. Tal vez el contrato era abusivo, tal vez las metidas de pata también, pero eran lo más cercano a mi. No sabría entender mi vida sin la banda.

—Melenitas—sonrío Jerome, él es el único que sonríe. El resto me mira como si estuvieran dispuestos a saltar a la yugular.

Rápidamente Kasem le da una colleja, poco después en el rostro de Jerome se formula una mirada asesina dirigida hacia mi.

—Yo también os amo—sonrío—¿Venís a comer?—añadí con burla.

—Antes que nada nos alegramos que Aileen este bien, no esperábamos que tuvieras la decencia de irla a buscar, casi llamamos a la policía esa noche—afirmó Kasem llevándose una mano a sus gafas en un intento de colocarlas en su sitio, pronto su sonrisa protocolaria más bien se torna en una expresión mucho más hostil—¿Te das cuenta en el lío en que estás metido?—añadió finalmente.

—No, no se da cuenta. Es Sawyer—afirmó Byron intercediendo por él para finalmente mirarme con seriedad—Al menos has tenido la decencia de pedirle matrimonio, aunque apuesto a que no ha sido ni obra tuya, si ya lo has dicho, sino fuera por tu abuela ni eso habrías hecho—añadió.

Yo sonrío asintiendo con la cabeza sabiendo que eso los volvería aun más locos.




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