Las estrellas no se enamoran

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S A W Y E R

En la casa del gran Sawyer Reed por primera vez las cosas no estaban tranquilas, sentimientos a flor de piel que no dejan que el putón de verbenero pueda hacer algo por ordenarlos o controlarlos, es un constante derrape entre emociones que ni entiendo ni quiero entender. Por si no ha quedado claro, el putón de verbenero soy yo y los sentimientos son tan confusos que aunque los mencionara no resolvería mis problemas y supondría de algún modo legitimarlos. Y legitimar la locura nunca está bien.

Aunque si sintetizamos el problema tiene un bebé en el vientre, pocas pecas en el rostro pero muchas en el pecho y también en otras partes que no quiero recordar por el bien de mini Sawyer, un matojo de insultos, los brazos casi siempre cruzados, labios fruncidos y unos ojos que me miran juzgándome prácticamente de forma constante como si yo volviera a la primaria y ella fuera mi maestra regañándome.

Esa maldita cria viene sin previo aviso a mi vida, por si fuera poco quedándose embarazada, a darme encima lecciones sobre mi estilo de vida. Teniendo en cuenta que eso último jamás fue cuestionado por nadie, de hecho ni por mi mismo pero poco le importa a esa niñita con humor de culo mis normas o mi forma de ser. No soy su jodido niñero, no soy su jodida pareja, ni siquiera soy su amigo.

En este punto de la historia no creo que haya algo más surrealista. Las cosas se están torciendo tanto. Ni siquiera me reconozco. Jamás había sentido cubrir a alguien con una manta y menos aún a una mujer, jugar a hacer la croqueta en medio de mi cama… ¡Por dios, ese es el último juego que haría con ella en mi cama! En la lista de cosas surrealistas que han sucedido podríamos añadir prepararle comida a alguien y cuidar su alimentación. ¡Ni que fuera la abuela! ¿En qué momento he tomado estas decisiones? ¿En qué momento Sawyer Reed se ha prestado a hacer esta locura? Estoy seguro que no estando en sus cinco sentidos.

Tomo aire con fuerza mirando la puerta de mi habitación de forma fija mientras noto sus pasos ir hacia el sofá que hay en el estudio, en la habitación de abajo, no sin antes rechistar y soltar un par de insultos sacándome alguna que otra sonrisa en el acto. La maldigo tanto. Finalmente su respiración se relaja y por el cese de ruiditos se que se ha quedado dormida de nuevo. No la dejaría dormir de nuevo en mi cama, no quería sentir su olor impregnando cada poro de mi piel y menos aún de recordatorio para mis sabanas. Bueno, siendo honestos, si que quiero pero no quiero perder el control, además esa estúpida moralista de mierda, no quiere acostarse sin sentimientos de por medio. Como no quiero que el dolor de culo que es Aileen se multiplique aún más, lo más inteligente será mantenerla lejos de mi. Ahora más que nunca debo mantener las distancias.

Me levanto poco después con la excusa de ir a tomar una de las guitarras de mi estudio, la inspiración se había hecho con mi mente, aunque en el fondo se que es porque es tan idiota que seguramente ya haya toqueteado alguno de mis cacharos. Además…¿Des de cuando necesito una excusa para legitimar que vaya a mi estudio casero a tomar un instrumento? En el fondo se que esta es la única garantía que tengo conmigo mismo para no darme de golpe con la cruel, dura realidad y es que aunque suene obsesivo, verla dormir se ha convertido en un deleite. Tomo el edredón de mi cama en manos en mi trayectoria.

Salgo de mi habitación, camino por el pasillo y bajo las escaleras para finalmente posarme frente a la puerta. Está profundamente dormida, decido cubrirla con el edredón, a pesar de todo, las noches de verano suelen ser frías y ya estaba suficiente mal su condición como para añadir un resfriado. Finalmente tomo la guitarra y vuelvo a mi cuarto, sabiendo que esta noche no podría dormir.

Cierro la puerta de mi habitación sin hacer ruido con el instrumento en mano, me tumbo en mi cama, intentando encontrar la melodía perfecta, de repente sentía una pena profunda, como si hubiese perdido todo rastro o pizca de alegría en el cuerpo. Simplemente se sentía como una leve asfixia, solía pasarme de vez en cuando.

Esos momentos en los que cuestionas todo y acabas jodido porque de repente te das cuenta de que te gustaría cambiar muchas cosas y sientes la impotencia de saber que no puedes cambiar nada. Una vez más dejé que mis manos fueran por libres.

También en parte tal vez esta vez era la culpa, ese sentimiento desconocido para mi según el pequeño Gremlin pero que sí siento, de vez en cuando. Todo lo que estaba sucediendo a mi alrededor es de algún modo culpa mía, si ese día tan solo no hubiese bebido ni haberla tocado, ella estaría viviendo un verano normal más, con su mejor amiga, sus amigos, incluso podría conocer a un chico normal como ella, bueno ella no es normal, pero ya se entiende… Y lo mejor, no estaría en un sofá viejo y duro durmiendo, por otra parte estaba mi carrera, mis amigos, todos estaban involucrados de algún modo en este caos.

Entonces, es cuando con tan solo escuchar sus suaves pasos en el pasillo hace inevitablemente que mi humor mejore, veo su esbelta silueta pararse en la puerta de mi habitación, para escucharme atenta intentando pasar desapercibida. Ella tampoco podía dormir por lo visto, de nuevo una absurda y boba sonrisa ladina se apodera de mi rostro. Es tan tonta, no sabe que eso es imposible, aunque lo intentara las veces que quisiera, su cuerpo jamás pasaría desapercibido para mis ojos, ni sus ojos expectantes, llamativos y analíticos, es más se había convertido en una de mis cosas favoritas a observar. En sus ojos esmeralda con un toque castaño, veía cómo se había quedado completamente hechizada por la música, todo mejoró cuando empecé a cantar, se recostó aún más en la puerta intentando tener mejor acceso. Jamás me había sentido tan orgulloso de mi música hasta ese momento, en el que Aileen estaba intentando con todas sus fuerzas estar más cerca, hasta que vi en los ojos del pequeño Gremlin mi melodía perfecta. Era la canción que no había descansado hasta surgir, que no se había resignado en quedarse en una libreta, o en el peor de los casos una bola de papel en el suelo de mi habitación, era todo lo que buscaba pero no necesariamente necesitaba, era ese combo que te hace sentir cada nota como si sonara en lo más profundo del alma.




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