Las estrellas no se enamoran

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S A W Y E R

—¿No te vas a disculpar?—la voz de la abuela suena de la nada, de mala manera encima, pillándome totalmente desprevenido a lo que ella blanquea los ojos disgustada.

Llevaba ya puesta una de sus clásicas mascaritas y un vestido vaporoso que usaba de pijama desde que se casó con mi difunto abuelo. Eso siempre había sido suficiente material para que mi cerebro tuviera tramas para elaborar pesadillas durante mucho tiempo. Me costaba horrores reconciliar el sueño cuando íbamos a casa de la abuela o ella venía a casa.

—¿Des de cuando me espías?—le respondo poco después sin entender, además solo se disculpa quien ha hecho algo malo y yo no he hecho nada malo. Excepto ser tan idiota que intentando aliviar ese fuego que había dejado encendido ella acabé encendiendo uno mucho peor, ese había sido mi error—Abuela, te he dicho que esa mascarita verde hace que parezcas sacada del elenco de alguna peli mala de terror. Pareces Hulka en versión renacentista—añadí regañándola buscando así un escape a su bronca.

—¿Niño, a caso no puedes centrarte?—pregunta ella disgustada—Espero que esos ojos apagados y esa mirada triste cale hondo en ti, Sawyer. Y que no sea demasiado tarde cuando te des cuenta de lo que tus ac-

—Abuela, eres bienvenida en mi casa. Eso lo sabes bien, pero ya tengo mi consciencia para joderme el día, la semana y los meses...—la paro en seco yo sin que ella pueda decir nada más excepto murmurarme insultos. No había mentido en nada, mi consciencia ya había hecho que todo lo que creí haber sido aliviado teniendo sexo desenfrenado con la vecina se convirtiera en cenizas. Nada. Un burdo intento, totalmente fallido, de arreglar algo que ya estaba jodidamente roto.

—¿Así que tienes consciencia y remordimientos?—inquirió ella con sorpresa fingida—Wow increíble—añadió con falso entusiasmo—Pues nadie lo habría dicho cuando en lugar de pasar el día con tu abuela y tu prometida preferiste restregarte con la esposa del vecino, todo eso después de haber estado en los brazos de Aileen...¿Te piensas que esto es fácil para ella?—finalizó ella sin apartar ni un par de segundos su mirada más letal. Podía ser tan intimidante cuando quería... Me recordaba a cuando era niño y la abuela venía a regañarme después de que papá no pudiera por algún tema relacionado con el trabajo, ella siempre había estado para mi.

—Iré a terminar lo que estaba cocinando, ella debe estar a punto de bajar.

Y sin más continuo mi camino por el pasillo para bajar las escaleras e ir disparado a la cocina. Tomé las verduras cortadas y las tiré en la sartén después de colocar un chorro de aceite de oliva. Sacudí las verduras en el aire un par de veces con cuidado para mirar de reojo el estado de la pasta que había colocado en el agua, unos aspirales que probablemente al igual que todo lo que había en mi cocina, llevaban ahí des de que compré la casa y posteriormente hice la primera compra de mi vida.

Finalmente vi la silueta del cuerpo de Aileen aparecer por detrás, ésta con toda la familiaridad del mundo, buscó en los armarios de a bajo tres platos, gesto que hizo removerse algo muy dentro de mi. Un sentimiento positivo, me gustó verla en acción, me gustó que tomará las cosas como suyas, por más loco que pueda sonar, me gustó que reclamara de algún modo el poder tomar todo lo que quisiera en mi propia casa. Poco después los colocó encima de la mesa con cuidado de no hacer ruido, supongo que en un intento de pasar desapercibida por mi. Creo que en esta parte de la historia está de más decir que ese es un fatal error, Pecas jamás, bajo ningún concepto pasaría desapercibida para mi. Siempre tendrá mis ojos puestos en su hermoso y voluptuoso culo, le guste o no.

No pude evitar soltar una sonrisita, de imbécil, porque definitivamente lo era, a pesar de que ella no me viera, las cosas se tensaron mucho más cuando se acercó a mi cuerpo por detrás queriendo abrir uno de los cajones que había a lado del fuego, sentí sus manos pasar delante de mi pecho fue suficiente para cerrar los ojos ante lo agradable que era sentirla tan cerca. Rápidamente ella busca tres tenedores como si el simple hecho de compartir el aire conmigo le ardiera, para salir poco después hacia la mesa-encimera que tenía en el comedor y colocarlos junto a los platos. Finalmente busca con la mirada supongo que a la abuela.

Yo finalmente saco el escurridor y quito el agua de la pasta, tirándola poco después junto a las verduras y la salsa de tomate casera que traía la abuela siempre que venía a visitarme, estaba realmente deliciosa. Finalmente los dejo al fuego lento un par de minutos mientras coloco todo en el lavaplatos.

—¿Y Rebeca?—preguntó ella cuando finalmente tomo la sartén y empiezo a servir en los distintos platos contenido.

—¿La llamas Rebeca?—no puedo evitar sonreír, su cara de pocos amigos hace que inmediatamente mi rostro se tense. Coloco la sartén encima de la mesa con cuidado mientras tomo asiento colocándome a su lado.

—¿Cómo debería llamarla?—pregunta ella malhumorada.

—Pues abuela, nana, recuerda que dentro de nada vais a ser familia—intento apaciguarla.

—Familia, claro—repite ella burlona—Mi hijo o hija va a crecer sabiendo que su padre se acuesta con otras mujeres y que su madre no es capaz de hacer nada por pararlo—añade sin esconder la amargura de sus palabras.

Sin más decido tomar su rostro entre mis manos, colocar mis ojos en los suyos, de pronto noto como una capa de lagrimas los cubre y ella se esfuerza por no mostrarlas.

—Pecas...—susurró yo con necesidad acortando las distancias entre su rostro y el mío.

—Piérdete—respondió ella con malhumor apartando mis manos de un manotazo, toma el plato y el tenedor y se va en dirección al jardín sin más, dejándome con un vacío que se va haciendo cada vez más profundo. Quedo helado en la pose con mi cara de idiota. ¿Qué estaba mal conmigo?

La llegada de la abuela hace que finalmente reaccione.




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