A I L E E N
Vamos, Aileen.
Sabes como son todos.
Has convivido con la peor calaña de ellos.
Todos los hombres son iguales, manipulan a su antojo para conseguir satisfacer sus deseos. No les importa mentir, no les importa tener que fingir. No les importa nada de eso.
Esos ojos azules tan eléctricos que encienden cada pedazo de tu ser son una estafa.
Esos brazos que te tocan como si fueras el mejor de los instrumentos y te hacen sentir a salvo como nunca antes son un delirio.
Esos labios que claman tregua a tu guerra con el dueño son puro teatro.
Solo piensa en el dolor que te ha causado saber a Sawyer en otros brazos.
No te puedes permitir pisotear así.
Recuerda que no quieres ser como tu madre, una mujer rota sin sueños ni aspiraciones.
No tienes que bajar la guardia.
No puedes bajarla.
Ahora sois dos, piensa que pronto tendrás que ver por los intereses de ella o él.
Tal vez podemos darlo en adopción y que así pueda tener un padre y una madre que puedan quererlo y garantizarle un hogar, eso que nosotras no podemos darle.
Mis inseguridades me consumen a medida que pasan los días, tal vez después de todo él tenía razón. En el fondo lo sé, no se si estoy preparada para ser madre. ¿Y si me estaba apresurando? ¿Y si no había pensado con claridad?
—¿Pasa algo?—la voz de Rebeca Reed hace que rápidamente sacuda mi cabeza en un intento de despejar mi mente, estaba tan absorta en mis propios pensamientos que no me he dado cuenta que ha estado llamándome durante un buen rato por su preocupación.
Además que me hubiera quedado en medio de la puerta sin entrar a la cocina no ayudaba.
—Nada—sonreí—Siento no haber podido ayudarte con el desayuno—añadí mirando hacia la encimera, ya estaba puesto el desayuno, la olor y la variedad de colores me hacían darme cuenta de que era un excelente manjar.
—No te preocupes, no quería despertaros—soltó sin esconder una sonrisa de lado a lado, al ver mi expresión neutra, pronto se evapora para colocar de nuevo la preocupación—¿Seguro que no ha pasado nada?
—Sí, no te preocupes, solo estaba pensando —susurré finalmente tomando asiento en una de las sillas.
Eso pareció tranquilizarla, toma unos vasos y los coloca para sentarse en frente mío.
—¿Y Sawyer?—preguntó finalmente—Le he hech…
—¡Tortitas!—gritó eufórico él des del marco de la puerta, rápidamente saltó prácticamente encima de su abuela para colmarla de besos.
—Mira que eres pelota—negó ella sin poder esconder su felicidad.
Yo tan solo miro la escena con una sonrisa enternecida ante la situación, casi parecía que Sawyer no fingía su amor por su abuela. Finalmente toma asiento a su lado sin dirigirme la mirada lo cuál agradecía.
—Bien ya que estamos todos me gustaría advertiros que tenéis hora ya para buscar vestido y como yo no puedo ir—hizo una pausa para toser, gesto que alerta a Sawyer, rápidamente ella finge que es un simple carraspeo pero ya es tarde, había sonado demasiado fuerte como para ser un leve carraspeo—No es nada, no os preocupéis, he quedado con unas amigas para charlar, iréis vosotros dos, os dejaré en buenas manos, la agente de fiestas que está con el tema de vuestra boda estará ahí, me he tomado la libertad de llamar a los chicos y a Malena, muy maja por cierto, para que vengan a ayudaros—añadió ella intentando aliviar la tensión de la situación.
—Abuela, debes ir al médico—la interrumpió Sawyer con fuerza dejando los cubiertos sobre la mesa indignado.
—Es verdad, no te preocupes por nosotros—respondí yo seria mirándola directamente a los ojos, ella nos mira sin esconder el malhumor que le producen nuestras palabras.
—Estoy sana como un roble, vosotros os casáis de aquí a diez días—espetó levantándose de la mesa—Ya he dicho lo que tenía que decir—añadió caminando lejos de la cocina.
—¿Siempre ha tenido este problema?—pregunto yo sin esconder mi preocupación, el malhumor se estaba haciendo conmigo sin que yo pudiera hacer nada para remediarlo.
—Si te refieres a la salud, ha ido en aumento, si te refieres a la cabezonería, viene de serie—respondió el rubio mirando en dirección de su abuela serio—No te preocupes—añadió finalmente posando sus ojos en los míos—Es mejor que hagamos lo que ha dicho, vamos a por el vestido y los demás preparativos—finalizó a lo que yo asentí bajando la mirada poco después.
—¿Puedo saber a dónde va todo esto?—pregunto yo finalmente.
—¿El qué?—responde él confundido.
—Este circo que hemos montado—afirmo con fuerza.
—Entonces hacia donde quieras—añade con una sonrisa ladina, de esas que probablemente habían protagonizado muchas portadas de revistas del corazón, capaces de cautivar hasta el ser con el corazón más frío de este universo pero que Aileen Donovan, la torpe Aileen, la cabezona, se podía resistir. Porque mi orgullo es lo más preciado que tengo.
Finalmente se levanta de la mesa dejándome sola con un millón de sentimientos peleando por verbalizar su posición, era increíble como un par de bateo de esas pestañas y dos palabras sacadas de google para hacerse con las bragas de cualquier mujer, mi cuerpo cediera con facilidad ante sus encantos. ¿Cómo puedo ganar la guerra si su mejor aliado es mi propio cuerpo? Por más que mi cerebro me diga los peligros, los daños, los riesgos que hay al rodearme con un tipejo como él, hay algo mucho más fuerte que me empuja a buscarlo. A caer rendida en sus brazos, a creerme sus cuentos chinos, esos cuentos chinos de los que suelo quejarme cuando Malena me explica la situación de una pobre chica enamorada cediendo ante todo con tal de poder de vivir y sentirse amada.
Me estaba comenzando a odiar a mi misma y todo por ceder ante un mujeriego, infantil, que sabe tocar la guitarra y afinar cuando canta. Todo un genio como podemos ver.
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Editado: 07.04.2023