Las estrellas no se enamoran

21

A I L E E N

 

—Quiero un helado.

—Lo siento, no me quedan—se disculpó el hombre apenado.

Fruncí el ceño de mala manera.

—Por favor—supliqué no resignándome, miré hacia Sawyer, él blanqueó los ojos cansado.

—Haga algo—lo miró con seriedad, tanta que incluso a mi me sorprende—Ya sabe, una mujer embarazada, totalmente loca, como todas—habla haciendo una pausa dramática mientras suelta sus palabras.

El hombre lo mira con sorpresa mientras yo lo miro con mi peor cara, por el cambio de expresión en su rostro noto como incluso él nota ese cambio de actitud.

—¿Qué te pasa?—pregunto yo incrédula.

—Nada, solo estoy ayudando a que nuestro amigo este al tanto de tu situación—afirmo él encogiéndose de hombros finalmente como si fuese lo más normal.

—Sawyer—suelto de mala manera entre dientes entrecerrando los ojos intentando relajarme—Recuérdame porque no puedo pegarte un puñetazo—añado con la misma actitud.

—Pecas—sonríe él mostrándome los dientes cual niño de cinco años—Siendo honestos nada te lo impide, dámelo, me lo merezco, no debí de haber hecho eso—afirma poco después.

—Eres desesperante—lo fulminó con la mirada finalmente. Con Sawyer nunca sabes con que novedad te va a salir, sus cambios de humor y de actitud tienen más fases que el ciclo lunar.

—Soy un buen aprendiz—suelta él sin mostrar ni una pizca de cambio en su actitud.

Balbuceo palabras sin sentido entre dientes mientras lo único que soy capaz es de mover mi dedo acusador hacia él y señalarlo intentando tranquilizarme.

—T-T-Tú…

—Yo, yo—afirma él con burla tomando mi mano para colocarla en su pecho.

Mis ojos se clavan en los suyos en busca de una respuesta lógica a su comportamiento aun sabiendo que es totalmente en vano, no se le puede exigir lógica a un babuino, a un neandertal, a un imbécil, a un cínico, a un maldito mujeriego infantil, a un dios de la música… Por lo tanto menos aún a Sawyer Reed, el combo de todo eso e incluso más.

Su actitud no hace más que entorpecer aun mi estado de humor, mi mano contra su pecho es lo último que necesitaba sentir. No hace falta relatar como arde en ese mismo instante, es hechizante. Ese tipo de fuego que solo sentía cuando se trataba de su cuerpo cerca del mío, adictivo y jodidamente letal. Él entrecierra los ojos pensando que no he podido ver ese gesto, yo lo miro intentando mantenerme diferente.

—Me gustas—sonríe como si no hubiese soltado nada.

Lo miro con los ojos fuera de órbita mientras mis mejillas se tiñen de un rojo pasión. Dejo de intentar apartar mi mano de su pecho, soy incapaz de pronunciar palabra. Tan solo me quedo estática en medio de la escena.

“Me gustas.”

¿Le gustaba?

Claro que no…

Imposible

Mentiras

Broma pesada

Engaños y más engaños…

Es Sawyer…

¿No?

Una sentencia de sus labios jodidamente atractiva, llena de tentaciones, llena de sueños y dulces deseos que alejan mis dos piernas del suelo. Me encantaría poder creérmelo pero no puedo permitírmelo, un paso en falso y me costara caro repararlo. No hay nada más caro que el reparo de un corazón en pedazos.

Mis ojos se colocan en los suyos milésimas de segundos que se hacen tan profundas como si hubiéramos roto el reloj y tuviéramos las horas para nosotros.

—¿No dices nada?—continua.

—N-No.

—Dios—gime con molestia el señor de los helados.

—¿No te han enseñado a respetar la intimidad del resto?—pregunta de mala manera Sawyer cabreado por la interrupción.

—¿No?—vuelve a colocar su mirada en mi, libera mi mano de sus manos dejándola libre. La aparto de su cuerpo sintiendo como de repente la calor con la que había ardido antes desaparece en cuestión de segundos. Una punzada de decepción se apodera con toda la adrenalina que había sentido previamente. Toda esa electricidad apagada en cuestión de instantes.

Prefiero no entender mis propios sentimientos o al menos fingir que no los entiendo. Por más obvio que sea, por más claro que este, prefiero mantenerme lejos de lo caótico que pretende ser su amor o al menos lo que aparenta ser.

—No—bajo la mirada poco después, no podría sostenerla mucho tiempo y menos mintiendo.

—¿No te gusto?—susurra él acortando las distancias entre nuestros cuerpos.

—No—repito intentando sonar segura.

Él ríe sin ganas para poco después tomar mi rostro y juntarlo con el suyo haciendo que las mariposas que había querido retener a la fuerza escaparan y volaran libres. Era lo más parecido a unos fuegos artificiales siendo proyectados dentro de nuestros labios, de ese tipo de besos que deseas no terminar porque sabes perfectamente que terminarlo supone terminar de algún modo tu propia vida.

—Mentirosa—sonríe poco antes de volver a colocar sus brazos en mi cuerpo para asegurarse de que no me fuera de ahí.

Maldito ingenuo… Lo último que quería mi cuerpo en esos instantes es alejarse del suyo.

—Soy una buena aprendiz—sonreí devolviéndole la frase.

—La mejor—susurra él entre dientes volviendo a juntarnos una vez más, ahora más desesperados incluso que al principio.

Entonces lo supe bien, no cambiaría nada de este campo de minas mortales que me tiene asignado. Ni siquiera su maldito carácter, ni su forma de achinar los ojos, ni sus comentarios de niño de párvulo, ni estas mariposas caóticas que me advierten en vano del peligro, ni de ese sofá al que me condenó dormir, nada de eso.

—¡Aleluya!—gritó aplaudiendo el rechoncho—No tengo helado pero os puedo hacer de chofer hacia vuestro destino—añadió sin poder esconder su entusiasmo.

—¿En serio?—pregunto con los ojos esperanzados apartándome de Sawyer a pesar de la negativa de él.

—Sí—afirmó él con dulzura.




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