A I L E E N
Él sabe perfectamente el impacto que tienen su tacto en mi cuerpo. Me doy cuenta de ello por la forma peculiar que tiene de actuar, como si el resto no fuéramos más que meros peones en su tablero. Y es que de algún modo era así como me sentía. Intensidad, imprudencia y mucha adrenalina eran las tres palabras que definían y definen mi vida junto a él.
Mi vida junto a él…
Suena tan bien.
Tanto que parece ser un oasis, un espejismo, algo demasiado bueno para ser cierto.
Después de todo el era más de Kikas, Saskias y Colettes…
¿Qué se puede esperar del chico estrella?
Su expresión entre triste y seria esconde algo mucho más profundo de lo que yo creía que alguien como él pudiera cargar. Tal vez después de todo es cierto que he llegado a juzgar mal a Sawyer. Tal vez… Solo tal vez, él pueda llegar a sentir algo por mi, o al menos intentar sentir algo por alguien que no fuera mal.
La criatura que cargo en el vientre no fue fruto de un amor incondicional aun así no por eso no se merece sentir ese amor incondicional por nuestra parte o al menos la mía si no es de Sawyer. El mundo ha cambiado dicen, ya no hace falta una figura paterna… Curioso que los que dicen no necesitarla si hayan gozado de ella.
Pienso que el desarrollo sano de una criatura pasa por tener padres que la amen por encima de todo. Porque si hay alguien inocente en todo esto, es este bebé que nos ha unido.
Cuando le miro a los ojos, sus palabras suenan por mis orejas una y otra vez. Van en sintonía perfecta con mi corazón, cuyos latidos se han convertido en un tambor que poco a poco va ahogando mi pecho, solo espero que no acabe en la dura y letal asfixia.
No entiendo que es lo que le ha hecho llegar a este punto en que ni siquiera sabe él lo que realmente quiere pero estoy segura que por primera vez sabe algo con certeza y es que me necesita.
Necesidad, esa palabra tabú en nuestros diccionarios.
Era de esperarse que habiendo crecido él sin su madre, sintiendo su abandono, y yo sin mi padre, ninguno de los dos quisiera llegar al punto de reconocer necesitar a alguien más que no a nosotros mismos. La mayoría de nosotros esconde la independencia con el miedo a la dependencia, porque supone entre muchos otros aspectos algo llamado vulnerabilidad. Al ser humano le gusta la fuerza, la debilidad por lo tanto es la otra cara de la moneda, lo que todos pretenden evitar con todas sus fuerzas.
—Me gustaría hablar sobre lo de tu abuela. No creo que se encuentre muy bien—pronuncié queriendo cambiar el tema sobre el que hablábamos con tal de que esta presión que empezaba a sentir no se hiciera monótona para ambos.
Él me mira un par de segundos frunciendo el ceño.
—Muchas gracias por preocuparte.
—No tienes porque agradecerme ella ha sido siempre una excelente persona conmigo.
—No como yo…—suspiró.
—N-
—Sí, no te preocupes. No pienso buscar algo con lo que escudarme. Simplemente voy a lidiar con ello.
—¿Con qué exactamente?
—Con todo. Voy a empezar a simplemente permitirme sentir…
—¿Sentir el qué?
—Todo—se pausa en seco—Todo lo que me haces sentir—añade.
Definitivamente Sawyer se había levantado con el pie derecho hoy. Ni siquiera soy capaz de pronunciar palabra… Ha adquirido tanto poder en mi que esa sentencia es suficiente para que todos los últimos muros que le quedaban a mi pobre corazón fueran derivados. Derivados de la forma más letal y dura que puede haber, no hay nada peor que una mujer a la merced del hombre que ama. Hay pocas veces en las que somos tan vulnerables… Creo que eso ya lo he dicho, pero realmente siento que hace falta enfatizar en esta vulnerabilidad. Se puede ser vulnerable sin amar, eso también es un hecho, pero jamás en la misma magnitud que cuando se ama. Eso lo sabía bien.
—Ya hemos llegado—pronunció poco después aparcando el coche—Y no hemos muerto—añadió sin poder esconder su propio asombro.
—No hemos muerto—repito yo con burla.
—¿Qué pasa?—me exige él de mala manera.
—Nada—intento salir del coche con agilidad pero él es más rápido.
No duda en acercarme a su cuerpo con necesidad, me aprieta contra el asiento de copiloto y no duda en atraparme entre él y el asiento. Siento que el aire ya es cosa del pasado, que mi corazón probablemente acabe saliendo de su sitio, la adrenalina derrapar contra las paredes de mi estomago dejando leves cargas placenteras eléctricas. Necesito tenerlo así. Necesito sentirlo cerca. Me hace sentirme bien, como si de todos los sitios en los que pudiera estar mientras estuviera a su lado podría llamarlo hogar. Sus brazos, su pecho, su espalda, todo es puro magnetismo.
Sonríe subiendo la mano por mi brazo, lo acaricia suavemente deleitándose. Cierro los ojos y cierro las piernas intentando mantenerme cuerda. Él contrariamente a mis intenciones sigue acariciando, sus manos no tardan en subir a mis pechos, los mira con deseo. Eso provoca que el fuego que sentía no se extinga y al contrario se expanda por todo mi cuerpo.
Coloca su mano libre en mi boca y me hace mirarlo mientras él sigue acariciando con seguridad y confianza mi cuerpo, me siento impotente ante la fuerza y poder que ha adquirido en mi. Es como si estuviera bajo un hechizo, podía hacerme lo que quisiera que mis piernas por más voluntad que pusiera lo último que querían hacer es marcharse.
—Te necesito tanto—susurra él con voz ronca. Parece en medio de un trance, como si al mirarme o tocarme no pudiera verme.
Yo lo miro sin poder esconder mi vulnerabilidad.
De mi boca, traidora, sale un leve gemido, eso sí, revela perfectamente el deseo que sentía en esos instantes. Eso hace que él vuelva a reír y baje ambas manos a mis piernas y las separe.
Ahora mis ojos se vuelven redondos e intento protestar pero a él no parece importarle.
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Editado: 07.04.2023