Las estrellas no se enamoran

27

A I L E E N

Hoy era el gran día. Mi boda. Junto al hombre que amo. Me hubiera gustado que papá estuviese aquí pero ni siquiera responde al teléfono. Es un sabor amargo, mi felicidad no está completa por más que Rebeca, la madre de Malena y Malena estén a mi lado mimándome en cada detalle, e incluso algunas compañeras del instituto hayan venido a hacer de damas de honor, no es lo mismo. Nunca será lo mismo. El amor de una madre, a pesar de todo, es excepcional y por lo tanto no hay nada que pueda robarse ese puesto por más que se quiera pretender lo contrario.

Miro con una sonrisa mi reflejo en el espejo a pesar de todo, mientras la maquilladora mira hacia las demás mujeres de la habitación con orgullo ante el resultado. No me reconozco.

—Hija, estás preciosa—sonrío con orgullo Rebeca, puedo ver como una capa de lagrimas nubla sus ojos azules. No puedo evitar acabar abrazándola poco después haciendo que ella llore finalmente.

—Gracias por todo, Rebeca—respondo con una sonrisa.

—Abuela, a partir de ahora, soy tu nana—responde ella enternecida.

Malena me observa con esos ojos que usa cuando tumba la cuenta de alguna fan de Byron que no haya tenido su visto bueno, con orgullo y admiración.

—Aileen—susurra ella emocionada.

—Malena—respondo con la misma emoción, ella finalmente me abraza con fuerza.

—Te quiero mucho—susurro yo poco después.

—Más te vale—respondió ella finalmente acaba mirando de reojo mi barriga—¿Todo bien ahí a bajo?—añadió hablando con mi vientre.

Finalmente miro a la madre de Malena ayudar al resto de mujeres de la habitación a ponerse en sus puestos. Poco después ella me mira como me hubiera gustado que papá me estuviera mirando.

—Señora Olsen—susurro yo cuando finalmente me abraza.

—Pequeña—responde ella emocionada—Estoy segura que Claudia también le encantaría estar aquí—añadió, eso basta con mis lagrimas empiecen a batallar por salir.

Poco después intento apartarme, suficiente me había costado tolerar que esa mujer hiciera lo que quisiera con esas brochas y pinturas en mi rostro como para tolerarlo dos veces.

—Estoy segura que sí—susurro yo con una sonrisa. De haber respondido al teléfono, de mantenerse sobria… Pero ambas cosas parecen imposibles para Claudia Donovan, la mujer rota. No se quien es más egoísta si mi padre por abandonarla o ella por hacer lo mismo prácticamente conmigo.

—Si no os importa me gustaría quedarme sola aquí—hablo en voz alta para que todas las mujeres ya maquilladas, peinadas y preparadas abandonen la sala. Poco después lo hacen las dos mujeres mayores dejando a Malena conmigo.

—No voy a dejarte sola—responde ella seria—Te conozco lo suficiente para saber cuando debo darte tu espacio y cuando debo darte un abrazo—añade ella poco antes de abrazarme con fuerza como si quisiera asi reunir todas mis piezas destruidas de nuevo.

Y por eso Malena era mi mejor amiga.

—¿Oyes eso?—pregunta Malena ante el sonido de unas manos llamando la puerta—Debe ser el servicio trayéndonos algo de comida—añadió poco después yendo a abrir.

—¿Quién es este hombre?—pregunto yo poco después al ver que no era nadie del servicio de catering, sino un trajeado que me miraba emocionado.

—Soy tu padre, Aileen—susurra él como si fuera obvio.

Lo miro con los ojos fuera de órbita, poco después de él llega Jax.

—Hermanita—susurra este mirándome con la misma mirada.

No puedo evitar fruncir el ceño mirando a Malena, la rubia los mira como si quisiera saltarles a la yugular en cualquier momento.

—¿Mi padre?—es lo único que puedo pronunciar.

—Sí—sonrieron ambos hombres asintiendo.

—Estás preciosa hija, pero no pienso dejar que mi hija se case con el hijo del cerdo de Reed—inquiere con molestia como si el simple pronunciar ese apellido le diera un paro cardíaco.

—¿Eres el cerdo que abandonó a mi madre?—pronunció con amargura—¿Te piensas que saltaré a tus brazos o algo?—añado con diversión.

—Si no sabes la historia, no juzgues—respondió Jax interponiéndose.

—¿Por qué deberíamos creeros?—pregunta con rapidez Malena colocándose en frente mío de forma protectora.

El hombre no tarda en sacar diversas fotos, mis ojos saltan prácticamente de sus orbitas, reconociéndome en todas ellas en el acto junto a él y Jax.

—Verás, me dejaron solo escoger a un hijo—susurró con seriedad Caleb Hoffman—Por favor, Aileen, confía en mi, te lo explicaré todo pero ahora debemos irnos—añadió desesperado.

—¿Ah, sí? ¿Por qué debería abandonar al hombre de mi vida?—pregunto con burla ladeando la cabeza incrédula.

—Porque te ha comprado por ocho mil dólares y una mensualidad a tu madre—responde Jax con la mandíbula firme como si eso hiciera que toda su sangre hirviera.

—¿Qué?—pregunto incrédula mirando a Malena poco después sin poder esconder mi dolor.

—¿Por qué creías que tu madre apareció en primera instancia? El manager de Sawyer, se puso en contacto, luego al ver que Sawyer no le importaba subir la oferta, decidió venderte, y a él le pareció bien comprarte—explicó el adulto con seriedad.

Era de esperarse de papá pero de él dolía mucho más.

Entonces, fue que me di cuenta de que…

A veces, planeamos todo bien. Cada detalle calculado. Cada pequeño aspecto mimado como si nos fuese la vida en ello. A veces, tenemos en cuenta todo de forma perfecta. A veces, tenemos cada maldito detalle pensado y estudiado, y entonces, sucede.

Llega algo, un huracán, aquello llamado noticia de última hora, que no estaba previsto, el imprevisto, que arrasa con todo sin piedad alguna. Durante muchos años soñé con mi padre viniendo a rescatarme y ahora que ha llegado deseaba con fuerza que no lo hubiera hecho, que me hubiera dejado en mi burbuja por más idiota que parezca, por más débil que parezca. El dolor de saber que el hombre por el cuál mi corazón latía era un traidor… Que no le había importado comprarme a mi madre, sin quitar el hecho de que mi propia madre me había vendido por un par de billetes era completamente demoledor para un corazón en ruinas como el mío.




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