Las estrellas no se enamoran

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A I L E E N

Me miro en el espejo observando el rastro del maquillaje ya corrido por mis mejillas, soy incapaz de reconocerme, completamente incapaz. Siento que la chica que hay en frente mío, no es la misma chica que empezó esto hace tres semanas casi atrás.

No lo es, esa Aileen solía tenerlo todo organizado, solía contar los minutos de aburrimiento en su trabajo, solía estar en casa todas las noches, fines de semana, por si había que ir a buscar a su madre, solía ser una de las mentes brillantes, se metió en una de las travesuras con su mejor amiga de hecho por buscar un poco de emoción a su vida porque había vivido toda la vida evadiendo dicha emoción.

Y ahora que la había conseguido, ahora que la había conocido y todo gracias a Sawyer Reed, ahora que todo lo que creí inimaginable sentir me estaba empezando a pasar factura. Debí saberlo, debí saber que hay simplemente cosas que son demasiado bonitas para ser ciertas. Es irónico que yo haya acabado cayendo en las redes de un mujeriego infantil cuando por mi madre me había codeado lo suficiente con ellos para repudiarlos de por vida. Lo último que hubiera querido es que todo esto pasara, que todo esto se fuera literalmente de manos, que todo esto se volviera una jodida pesadilla pero así había sido, pero las cosas en esta vida nunca se dan como queremos y más como deben darse.

—Aileen—su voz acarició suavemente mi nombre después de que ni siquiera esperara respuesta y entrara a la habitación, que después de todo por lo que me había dicho me pertenecía.

No pude evitar mirar las fotos que habían en ese mismo instante, suspirando con cansancio, tampoco pude evitar sentir una especie de alegría bajo toda esta miseria al haberme reconocido en ellas de niña. Esos hombres que habían llegado de la nada a mi vida eran nada más ni nada menos que mi hermano y mi padre. Es jodido haber pasado la vida en solitario, haber lidiado con la soledad, el abandono, el maltrato y tener en cuestión de minutos hacerte a la idea de que tu padre por arte de magia estuviera delante de mi exigiéndome de algún modo que sea la hija que se espera. No se que es más desesperante si el embarazo, Sawyer, mi madre, mi padre o yo misma. Todo es caótico, nada parece tener sentido, pensar solo me hunde más.

—Perdona por entrar así—añadió poco después el hombre de pelo negro grisáceo.

—No hay problema, es tu casa—respondí yo sin mostrar ni una pizca de sentimiento en la voz.

Él asiente sin pronunciar palabra como si intentara barajar bien las opciones antes de soltar una palabra.

Siendo honesta de haber sido en otro momento de mi vida ni siquiera le habría mirado, o tal vez sí, tal vez incluso lo habría inundado a preguntas, todas ellas dolorosas por supuesto, pero en ese instante, en este momento, lo único que quiero es un poco de paz. Un poco de calma a la tormenta que parece querer acabar conmigo.

—Estoy embarazada—salió de mi boca sin que pudiese remediarlo.

Sus ojos se salieron de órbita poco después.

—¿D-de Ree-ed?—tartamudeó nervioso.

Asentí efusivamente haciendo que su mandíbula se tensará poco después como reacción.

 

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Los nervios me comían, cargué el vestido con las manos como si de repente me tratara de una princesa. Atravesamos el comedor, cuya luz se iba atenuando por momentos. Ya estaban puestas las tres grandes mesas que lo recorrían en toda su longitud, mi padre, aún me cuesta hacerme a la idea, había organizado una fiesta para presentarme ante el mundo como la hija perdida de Caleb Hoffman. Perdida quedaba mejor que reconocer que me había abandonado junto a mi madre como un trapo sucio.

Aunque en su defensa, si es que puede haberla, estaba que no lo había hecho a propósito, claro que no. Caleb no cometería ese error, el de jugarse mi amor o si quiera mi atención por una banalidad como lo que sería la introducción de su hija al mundo al cual ellos pertenecían por sangre.

La oscuridad a pesar de todo dejaba entrever los retratos de la familia Hoffman decorando prácticamente toda la mansión.

Armándome de valor, me coloqué en frente de la gran multitud, aunque no pude evitar mirar de reojo la puerta abierta de la cocina, deseando con todas mis fuerzas que esta pesadilla tuviese un final, que apareciera algún rostro conocido que me dijera que no siguiera adelante con mi decisión. Que todo esto fuese una larga pesadilla que viera pronto su final. Que todo esto terminará ya.

Sentí como el nudo de la garganta se convertía en un nudo en el estomago como si de repente tuviese ganas de vomitar, como si el deseo se convirtiera en pesadilla al no verse realizado.

Me sorprendía a mi misma el saber que en el fondo, estaba buscando alguna cara conocida que me animara a seguir dando pasos en esta dirección, o por lo contrario que no lo hiciera. Me bastaba con que me hiciera sentir segura en mi decisión, supe entonces que tal vez debía de haberle dicho que si, supe que tal vez debía de haber actuado de forma menos dura, supe que tal vez Sawyer, solo tal vez, merecía la pena. Y que tal vez cuando me dejó marchar sin darme ninguna explicación, sin intentar ir a por mi, sin decirme sus razones, si es que tenía razones por haber actuado de esa manera. Hay sacrificios irracionales que uno debe hacer por los que ama, eso es lo único que pudo decirme…

¿Tal vez Sawyer no me amaba suficiente?

O tal vez, solo tal vez, conociéndolo… ¿Le había asustado la rapidez y la intensidad de lo sucedido en tan poco tiempo? No lo sabía pero las dudas la comían por dentro.

Es más que obvio que no lograré olvidarme fácilmente de ese hombre, pocas personas calan tanto y las pocas que lo hacen deberían ser eternas.




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