Las estrellas no se enamoran

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S A W Y E R

 

 

La oficina de papá, el gran centro operativo de la empresa Reed, es de esos edificios arquitectónicos que llama la atención a primera vista cuando pasas en frente. Cuatro edificios grises, que terminaban en un mismo despacho, de altura mucho más que elevada, rodeados por ventanas de cristal que dejaban ver la recepción y las oficinas de arriba excepto la parte más elevada, la de mi padre Alan Reed.

Tenía muchas preguntas y sentía que papá tampoco iba a poder respondérmelas aun asi me había citado por algo tan solo espero que al menos pueda responder alguna de las tantas dudas que me comen por dentro.

—Hijo.

—Papá—sonreí.

Entonces vi la figura de John Peacher sentado al lado.

—¿Cómo estás?—sonrío.

—¿Cómo te atreves a plantarme tu cara, maldito cerdo?—bramo con furia saltando encima de su asiento, no dudo en tomarlo del cuello de la camisa.

—Se que estás cabreado—asintió con cinismo.

—Eres un hijo de perra…

—Sawyer—me recriminó mi padre con la mirada.

Finalmente lo dejo ir.

—Veo que tu sacrificio no ha valido para nada, Keyla no se ha despertado—dejó ir él con diversión.

Supongo que debí haberlo supuesto.

Debí haberlo sabido desde un principio, ese hombre que nos insistió en que la fama estaba cerca, literalmente firmando un papel, era lo más cercano a un diablo incitándote a venderle tu alma. ¿Cómo podía ignorar esta presión en el pecho que se me forma al imaginarme una vida sin Pecas? ¿Cómo podía volver con la multitud gritando mi nombre cuando mi corazón gritaba el de ella?

Recuerdo esa noche, recuerdo su inexperiencia, recuerdo mi cansancio, recuerdo esa ansía que teníamos los dos por dejar de existir y lo único que hicimos fue fundirnos. Nos fundimos en un nuevo ser, nos sentimos de esa manera en la que como dijo la abuela nuestras almas no podrían pasar simplemente sin reconocerse, de ser condenadas de sucumbir a los deseos de sus cuerpos, y obligarlas a alejarse, vagarían por la eternidad insatisfechas buscándose.

No puedo evitar pensar en que debería de haber pensado mejor mis decisiones. Tampoco evitar sentir la urgencia de mandarlo todo al traste e ir a por ella como si no hubiera ni un impedimento.

Observo de reojo la calvicie de John, luego la firmeza en la mirada de mi padre. Ambos me observan bajo sus criterios, ellos al igual que todos piensan, creen saber lo que debería hacer Sawyer Reed, en lo que está fallando, porque claro siempre soy el que falla. Normalmente no me hubiera importado una mierda pero estaba ahí, lidiando con todo esto sin poder

He vivido mi vida.

Creo que eso define todo.

O bueno, siendo honestos no, tan solo define el modo narcisista que he comprado y que todos compramos sobre lo que es vivir.

Puede sonar falso o demasiado premeditado pero es así, Aileen no fue una guía como Jesús para los palestinos, Aileen fue una de las mayores tragedias que le sucedieron a Jesús y lo moldearon a ser mejor persona.

No pecaré de exagerado diciendo que ella es la mujer perfecta, la mujer de mis sueños, aunque siendo honestos la segunda parte si es cierta, porque ni de lejos es perfecta… Tiene un carácter demasiado peculiar, un atroz amor por el helado, una torpeza digna de un elefante de circo y sobre todo una obsesión con cruzarse en mi camino y de encantarme en consecuencia con tan solo el bateo de sus pestañas.

Creo que esto me coloca en una posición mucho más vulnerable que la de antes. No vamos a engañarnos, mis sentimientos por ella siempre han sido estos, pero reconocerlos y afrontarlos los hace más visibles y por lo tanto de algún modo más reales.

—Sawyer, hijo—sonrió el hombre intentando relajarme.

Le dedico una mueca llena de odio.

—No me cabe duda del porqué no tienes hijos—declaro.

Mi padre mira la escena serio.

—He visto el video, se lo que hicisteis, lo que hizo Jerome, atropellasteis a una pobre chica y ella está en coma—habló él, se colocó sus gafas de lectura, tomó su café de la mesa y se lo llevó a los labios con indiferencia—Jerome es el único culpable real, además ya ha supuesto un dolor de culo para la discográfica. Podréis quedar libres de él si aceptáis una renovación del cont-

No dudo en golpear la mesa sin poder caber en mi asombro.

Miro a John, este da un salto sobresaltado.

—No—finalizo de forma tajante.

—Per-

—No hay peros.

—Simplemente no—vuelvo a repetir ahora mirando a John—Estoy segura que tu debes saber algo más de esa noche…¿Cómo cojones estabas tan preparado? ¿Qué hacías en medio de la puta autopista esa noche?—añadí yo sin poder evitar escupir prácticamente las palabras, salían justo como las sentía, llenas de dolor y profundamente heridas.

—Sawyer, piénsalo más, tienes a Aileen y al bebé, podríais tener una vida tranquila—susurró papá quitándose las gafas ahora con molestia.

Niego con fuerza incrédulo.

—¿Tu abandonarías a tu mejor amigo?—pregunto con burla—Pero qué digo, si has sido capaz de hacerlo con tu hermano—añado de mala manera antes de marcharme dando un portazo en el acto.

No había parado a pensar en la tremenda casualidad y cada vez más sospechosa de que John Peacher hubiera estado en el momento idóneo preparado para que nos vendiéramos como carne de ganado.

Lo cual no dejaba de ser un error que seguramente me costaría mucho más caro de reparar que cualquier otra tontería de los chicos.

Ya lejos de mis problemas quedan las borracheras o las fans locas arrastrándose desesperadas por tocar, besar o hacer dios sabe que a los chicos o a mi. De repente mis problemas toman otro color, uno mucho menos amable y mucho más jodido que cualquiera de los problemas que he podido llegar a tener en mi exitosa y aclamada carrera.

Hay cosas que duelen.

Y otras que te matan por dentro lentamente hasta que no puedes más.




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