Las estrellas no se enamoran

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A I L E E N

—Coge a tu madre—su voz suena autoritAileen.

Yo solo puedo observar como la sangre va manchando su polo de marca. Ya no queda rastro del Jax Hoffman que había aparecido como un ángel de la guarda. No podía evitar sentir miedo y preocupación por su estado.

—Jax, déjalo por favor—supliqué.

—¿No ves que ellos no van a dejarnos?—pregunta señalando con la mirada a la banda de Levy.

—No pareces muy lista—respondió con burla Levy encogiéndose de hombros.

 

La verdad es que razón no le faltaba, no parecía muy lista porque definitivamente no lo era. No, si hubiera sido inteligente no habría ido a por mi madre, la misma que había hecho tratos conmigo como si fuese un mero objeto con el cual comerciar, soy jodidamente estúpida y lo admito. Mis sentimientos están tan nublados que ya no se si siento odio, rencor o ambos. Entiendo en este punto de la historia que la mayoría de veces estamos condenados a cumplir. A obedecer con aquello que se espera de nosotros. No somos nadie más que simples peones en un tablero que siendo a veces injusto, siempre es letal. No entiendo nada.

—¿Aun no te rindes?—preguntó con burla mirando a Jax después de que uno de sus hombres le proporcionara un puñetazo en el estomago.

Él intenta mantener la compostura pero es incapaz de responder, sobre todo cuando le superan en numero. Tan solo sacude la cabeza de forma negativa, eso parece cabrear más a Levy Moon, aunque honestamente no parecía necesitar motivos por los que enfadarse, parecía simplemente su estado natural.

—¿Qué quieres de nosotros?—pregunté yo de mala manera colocándome de barrera entre Jax, sus hombres y él.

Levy sonríe de forma siniestra. Como la mayoría de veces, es de ese tipo de sonrisas que hacen que todo su cuerpo se ponga en alerta. No entiendo como podía ser tan atrevido, como si el lugar entero fuera suyo y nosotros objetos con los que fácilmente podía desquitarse.

Lo único que me importaba en ese momento en medio de ese callejón era el estado de mi madre y… ¿Por qué no? El de mi hermano. Dos de las personas más relevantes para mi estaban, la primera inconsciente en el suelo, moribunda…El otro a punto de estarlo. ¿Había algo peor que esto? Lo dudaba. No debería haber venido a Bremen, ahora había arrastrado este caos conmigo a los Hoffman.

Me paso una mano por el pelo, luego de forma instintiva ambas manos se colocan en mi estomago cuando noto una punzada de dolor, esta se intensifica a medida que pasan los segundos. Jax alertado se coloca detrás mío mientras yo no puedo evitar gemir con desesperación.

—¿Qué pasa?—pregunta de mala manera Levy.

—Está embarazada, gilipollas—gimió Jax poco después limpiándose el rastro de sangre de sus labios con sus nudillos.

Él suelta una expresión confusa. Hace una señal a sus hombres y estos parecen empezar alejarse de nosotros.

—¿Hay-Hay que ir a un hos-hospital?—pregunta él con un hilo de voz.

No puedo evitar mirarlo con sorpresa por unos instantes antes de volver a colocar una de mis manos en mi espalda. No sabía que estaba pasando pero me dolía como el peor de los infiernos.

—Ahora el que no parece muy listo eres tú—gimió de mala manera Jax tomando el cuerpo de papá en brazos y colocando su mano en mi espalda en un intento de guiarme hacia su coche—No hemos terminado, hijo de puta—clama él de mala manera antes de continuar.

Levy mira la escena con los ojos desorbitados, como si ese matón que habíamos conocido antes se hubiera evaporado.

—Mu-Mucha sue-suerte—susurró él sin poder mirarnos.

—¿Quién cojones es este tipo?—pregunto yo de mala manera—Siempre le digo que este antro es peligroso—añado de mala manera cuando por fin llegamos al todo terreno de Jax.

Él sonríe a pesar de sus heridas, eso me reconforta un par de segundos, estaba herido y no había nada que odiara en esta vida que el estar en deuda con alguien.

—Dios, Jax, duele mucho—gemí con dolor al verlo dejar el cuerpo de mi madre en los asientos de atrás, él me mira asintiendo.

Rápidamente corre al asiento de conductor y con agilidad me ayuda a colocarme el cinturón de seguridad.

—No estás sola, pequeña, a partir de ahora jamás volverás a estarlo—susurra él antes de volver a su asiento mientras un par de lagrimas traicioneras, no se si producto del dolor de barriga o del dolor que suponían sus palabras para mis heridas vuelven a hacerse conmigo.

—Sobre lo de Levy, es uno de los hombres más influentes de esta zona, deberías saberlo, donde no llega la ley es cuando este tipo de personas hacen sus imperios—añadió después de arrancar, me mira de reojo, en una rápida maniobra coloca su mano en mi rostro limpiándome las lagrimas.

—He soñado siempre con este momento—susurra él.

Por la tonalidad de sus palabras sabía perfectamente que no mentía. Supongo que era lógico que lo hiciera…¿Quién no sueña con una familia feliz y unida?

Es como si el destino hubiera decidido hacer su gracia y hubiera colocado todo en su supuesto lugar. A Sawyer lejos en algún escenario, o en su sala de composición, a Jax junto a su madre y a su hermana, a Malena junto a Byron… Y así sucesivamente. Por más que doliera el orden del universo jamás se equivoca. Nada es gratis, para que una cosa se sane y nazca otra necesita inevitablemente morir. Y esta bien, no todo tiene que ser perfecto. No todo tiene que hacernos feliz todo el rato. La vida no es asi, he vivido siempre pensando que estaba condenada a sufrir pero por primera vez acabo de comprender que el dolor no es algo a rechazar, algo a lo que someterse, sino algo con el que poder crecer como individuo. Nadie lo tiene fácil.

Ni siquiera alguien como Jax Hoffman, joven y adinerado, atractivo, seguramente él cargue con mochilas que yo creo invisibles. Ni siquiera Byron, Kasem, Jerome… Ni siquiera papá, papá… Ni siquiera Sawyer.




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