A I L E E N
—Ya has despertado, gracias a dios…—sonrío Jax limpiandose las legañas mientras su padre lo mira con seriedad.
—¿Cómo estás?—pregunta finalmente Caleb Hoffman.
Lo miro con seriedad.
—El médico dice que todo está en orden solo que debo mantenerme lejos del drama—afirmo yo con una sonrisa.
Él me mira con seriedad.
—Me refiero a lo que te preocupa de verdad—finaliza él.
—Dimos todo por este amor y esta nada que nos separa nos está consumiendo—declaro yo con firmeza.
Él me mira con dulzura, coloca una mano en mi rostro apartando un mechón rebelde detrás de mi oreja.
—Eres mi hija y voy apoyarte en todo—sonríe—Incluso si quieres ir con él—añadió—No me importa esa estúpida enemistad, ya me obligaron una vez a prescindir del amor y no salió bien, no quiero que mi hija pase por lo mismo.
Jax lo mira con sorpresa.
—Ya lo has escuchado hermanita, creo que hay alguien que ha pasado dos horas a que despertaras para poder verte que le encantará escuchar eso—finalizó con una sonrisa señalando con la mirada la puerta.
Puedo ver la figura de un hombre. No de cualquier hombre… Nada más ni nada menos que el hombre de mis sueños. El inigualable e inalcanzable Sawyer Reed.
Veo como Caleb y Jax se levantan dejándonos solos en la sala, los miro con miedo.
—¿Sabes qué es lo más triste de la muerte de una estrella? Que nadie se da cuenta de que ha muerto hasta que ya es demasiado tarde—afirma él entrando con dolor—Justo como conmigo—añadió.
—¿En serio?—pregunto yo con sorpresa.
Él asiente con la cabeza con diversión.
—¿Qué se siente al estar muerto?—insisto con curiosidad.
—Nada bueno.
Tiene la ropa sucia, quemada, como si hubiera estado en el mismísimo infierno. Manchas de sangre y alguna otra herida abierta, lo observo con seriedad. A pesar de todo, tan solo su presencia hace que todo mi cuerpo se derrita ante él. Porque bajo toda esa capa de dolor y suciedad el brillo característico de su mirada sigue intacto. Sigue siendo el mismo de siempre, la estrella internacional de carisma incalculable.
—No quiero que me quieras por deber, el amor es algo que no se exige, Sawyer.
Me defiendo sabiendo que mi cuerpo me fallaría como siempre cuando se trataba de él.
Las palabras suenan serias porque realmente transmiten mis sentimientos al detalle, tengo miedo.
Me causa miedo pensar que es asi, que todo ha sido una jodida ilusión, que sus sentimientos jamás han sido reales y que todo el rato habían sido producto de una mala broma del destino.
Tengo miedo al despertar un día y darme cuenta que el hombre que tengo a mi lado ha estado atado a mi a la fuerza por un desliz que ninguno de los dos quiso cometer.
Sobretodo teniendo en cuenta el pequeño factor de que mis sentimientos por él si eran reales.
Cada sentimiento.
Cada palabra.
Era real
—Sawyer, creo que debemos mantener nuestros pies en la tierra, tú eres una estrella del mundial, tienes una carrera por delante y yo simplemente no encajo ahí, no soy lo que necesitas—añadí cabizbaja mirando el suelo.
Era uno de esos momentos donde mi orgullo es el único aliado que tengo para no derrumbarme.
Se perfectamente que si lo miro no podré evitar llorar y caer rendida.
En este punto de la historia ni tan solo se lo que quiero.
No lo sé.
No puedo fingir que si cuando no lo hago.
—¿Cómo sabes lo qué necesito?—preguntó él con burla como si no creyera lo que estaba oyendo.
—Porque te conozco.
—¿Segura?—sonrió con diversión.
—Sí—afirmo con la cabeza.
—No lo creo—negó él también con la cabeza.
—¿Y eso por qué?
— Porque de hacerlo sabríais que lo hago—respondió él antes de acercar su rostro al mío y posar sus labios encima de mi con toda la pasión que contuvieron nuestros cuerpos estos días en los que hemos estado lejos el uno del otro.
—Dime que me amas y me quedaré, joder.
Decido levantarme a pesar de los cables que me ataban a esa cama. Debía echarlo de ahí a cualquier precio. Debía ser fuerte. Sawyer era sinónimo de problemas. Ahora que iba a ser madre debía pensar no solo en mi sino en el bien de esa criatura, no quería ser como mis padres. No quería hacerle pagar por mis errores.
—Las estrellas no se enamoran—hago una pausa sin poder esconder mi dolor, es más una advertencia o un recordatorio para mi que para él, cito sus propias palabras, lo empujo lejos, coloco mis manos en sus pectorales ardiendo en ese mismo acto—Las estrellas no se enamoran, Sawyer…
Esa afirmación se siente como una auténtica puñalada que me clavo a mi misma.
Como antes sane mejor para todos.
Como antes pase de página será más adecuado para todos.
—¿Quién ha dicho entonces que yo sea una jodida estrella, eh?—pregunta él con rabia como si de verdad la estuviera sintiendo, me obligo a misma a recordarme que es mentira, que Sawyer Reed es un ser es incapaz de sentir y menos amor por alguien que no sea él mismo. Narcisismo y ego envueltos para mi desgracia por el peor de los delirios que puede haber para una mujer, un hombre que dice amarla a pesar de todo aquello que la hace odiarse.
—¿De repente has dejado de serlo?
—De repente ya no quiero serlo.
No puedo evitar reír a carcajada limpia sin ganas, poco después intento cerrar la puerta en su cara a pesar de la inmediata resistencia que ofrece, al parecer no iba a ponérmelo fácil. Finalmente tras muchos esfuerzos, Sawyer parece rendirse, se marcha y la puerta se cierra poco después de golpe. Dejo caer mi cuerpo hasta llegar al frío suelo sin apartar ni un segundo mi espalda de la madera.
—Las estrellas no se enamoran—susurro rompiéndome en mil pedazos más mientras me froto la barriga con suavidad intentando que las lágrimas vuelvan a su sitio pero es en vano, ya estaban ahí.
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Editado: 07.04.2023