—¿Y tú qué tienes? —preguntó Yamir al ver entrar a Rebecca al minisúper. La joven alzó un poco su cabeza, aun llevaba en sus brazos su mochila y la presión que hacía sobre esta se mantenía.
—¿Eh? —respondió, sin haber comprendido sus palabras.
—Que, ¿qué es lo que tienes?
Becky parpadeó y sacudió su cabeza, tomó la agarradera de su mochila y la dejó caer.
—Nada...
—Eso no parece ser nada —dijo mientras dejaba de lado unas latas de refresco que llevaba en la mano—. Últimamente estas muy rara.
—¿Rara?
—Y más de lo usual.
Yamir retomó sus acciones mientras que ella le miraba con una ceja arqueada. En lo que él rellenaba la estantería con la mercancía, la joven resopló y fue a la trastienda a dejar su mochila y prepararse para su turno vespertino. Al regresar a la tienda y mientras le hacía un nudo a su mandil, observó a Yamir y a su mente llegó el hecho de una gran cuestión.
—Oye —llamó. Él se giró y le miró—. ¿Puedo preguntarte algo?
—Ya que.
—Mis amigas harán una fiesta este fin de semana, para celebrar nuestra graduación...
—Ajá...
—Y, pues, será en la casa de una chica que no me agrada mucho, y me invitaron —dijo con una boba sonrisa.
—¿Y no sabes si quieres ir? —continuó.
—No exactamente.
—¿Entonces?
Rebecca dejó caer sus manos y comenzó a acercase a su jefe, le arrebató unas cuantas latas y le miró.
—Es una fiesta grande —continuó—, y con grande me refiero a muchas personas, muchas cosas...
—¿Y qué tiene?
La joven le miró seriamente, acomodó los refrescos y resopló cansada.
—No debería ir, ¿verdad? Debería quedarme en casa a esperar la graduación, ¿cierto?
Yamir arqueó su ceja en lo que miraba a su empleada.
—¿Qué quieres decir con eso?
—Que no debo ir a esa fiesta porque está mal. —Su jefe frunció su entrecejo, reluciendo todos los surcos en su frente y miró confuso a Becky. Ante esa respuesta, ella volvió a resoplar y continuó—: Ir a una fiesta, repleta de adolescente inmaduros, sin supervisión, está mal.
Él se mantuvo en silencio mientras que su expresión se tensaba más.
—¿A qué quieres llegar con esto?
—¿Nunca viste la película de Project X? —soltó con cierta molesta y Yamir afirmó—. Bien... Dime que no debería ir porque está mal.
—¿Quieres que te niegue la ida a una fiesta? —cuestionó confuso y la joven sonrió mientras afirmaba—. ¿Sabes algo, Becky? Muchas veces actúas de maneras muy raras, sin embargo, hoy fue tu limite —su sonrisa se desvaneció de golpe y Yamir tomó las latas para seguir rellenando—. Si no quieres ir a esa fiesta, no vayas y ya. Nadie te impide, ni te obliga a ir.
—Ese es el detalle.
—¿Qué?
Becky se cruzó de brazos mientras se recargaba en la puerta de un refrigerador.
—Mira, varias de mis compañeras me han insistido en salir y desde hace varios meses, pero me he negado por ciertos motivos. Y, ahora, una amiga me insistió mucho en que fuera a esa fiesta.
—Insisto, dile que no y ya.
—Se oye fácil pero no pude negarlo y tampoco afirmarlo, aunque, alguien me hizo un comentario que me hizo pensar en esa situación.
—¿Qué comentario?
—Esa persona —continuó, viniendo a su mente la imagen del Doctor Strange— me dijo que debería de disfrutar esta etapa de mi vida, no preocuparme por ciertas cosas y dejarme llevar.
—Quien fuera la persona que te dijera ello, tiene razón.
—¡¿Perdón?! —vociferó, sin esperar aquella respuesta de su jefe.
—No sé quién te lo dijo, pero concuerdo con sus palabras —Yamir terminó de acomodar los refrescos y le miró—. Llevas trabajando conmigo desde que tu abuela enfermó, te dedicaste aquí y la escuela y dejaste de lado este momento de tu vida. No quiero oírme cruel con lo que diré, pero, ahora que tu abuela ya no está, y que en paz descanse, y ya estas pronto a acabar el colegio, deberías relajarte. Hiciste mucho en estos tres años y debes darle vuelta a la página, recupera tu juventud y diviértete.
Yamir finalizó con una sonrisa y dio una media vuelta para ir a la caja registradora. Becky le siguió con la mirada para luego soltar más palabras.
—¿Pero no debería divertirme sanamente?
—Por supuesto.
—En ello estamos de acuerdo. Y con respecto la fiesta que te comenté, no debó ir, ¿verdad?
—Si te niego la ida, ¿serás feliz?
—Exacto.
—Bueno, en ese aspecto, no me corresponder darte o negarte el permiso. Soy tu jefe, no tu papá —finalizó con una gran sonrisa.
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Después de una larga tarde en el trabajo, Rebecca llegó a casa y descubrió a su madre entretenida viendo el televisor. La joven parpadeó unos segundos y una gran sonrisa se posó en su rostro; nadie mejor que su madre y su poder.
—¡Mami! —exclamó con tono infantil, ella alzó su mirada y le observó—. Hola. ¿Qué tal tu día?
—Bien, ¿y el tuyo?
—Bien también —dijo mientras se sentaba a su lado y hacía relucir una enorme sonrisa.
—¿Qué sucede?
—¿Suceder de qué?
—Esa sonrisa de psicópata que tienes, me asusta.
Ella no deshizo su sonrisa y llevó sus ojos directos a los de su madre, dispuesta a soltar aquella interrogante que hacía unas horas atrás realizó con Yamir.
—Quiero comentarte algo.
—¿Sí?
—Veras, mi clase quiere hacer una fiesta por nuestra graduación —Greta asentó serena— y será en casa de Ruth.
—Oh, Ruth.
—Sí, Ruth —dijo con tono amargo.
—No la conozco —continuó.
—No hace falta —bufoneó—. El punto es que, quieren hacer esa fiesta, juntarnos todos, hacer un caos, desastre. Tú sabes, cosas de adolescentes.
Greta arqueó una de sus cejas mientras la sonrisa de su hija se extendía sobre su rostro. Ella llevó su mano sobre su cabellera rubia y parpadeó lentamente para meditar lo que había escuchado, Rebecca sentía la victoria sobre ella, su madre era alguien de razón y cabeza fría y no podía decepcionarle. Momentos después su madre suspiró y le tomó de la barbilla.