—¿Disculpa? —preguntó Strange ante las palabras que la joven había revelado. Ella quedó estática, sus ojos se movían de un lado para otro, mientras pensaba que responder.
—¿Dije que me gustó un chico? —soltó confusa.
—Si.
El celular volvió a sonar y Becky llevó su mirada ahí, sus mejillas se tornaron rojas y sintió como estas comenzaban a arder. Veloz se alzó del asiento y guardó el aparato en su bolsillo.
—¡Si! —exclamó con una sonrisa nerviosa en lo que juntaba sus manos—. Es que fue algo... tan inesperado —Strange le miraba desconcertado.
—¿Y en qué...?
—Pero —interrumpió—, si me pongo a pensarlo, así muy detalladamente, creo que lo mejor es que conozca bien a ese muchacho. No adelantarme a situaciones ridículas, pensar con claridad... ¡Muchas gracias, Doctor Strange! —exclamó alegre.
—¿Yo...?
—Me retiro —continuó, tomó su mochila y acomodó en su hombro—. ¡Nos vemos luego, hasta pronto!
Rebecca aceleró sus pasos, el Doctor Strange le siguió con su mirada hasta que desapareció de su presencia. Una vez la soledad le acompañó, dejó escapar un largo e incómodo suspiro.
—Ahora tengo que soportar situaciones de adolescentes... ¡qué los Vishanti me amparen!
Al colocar un pie fuera del santuario, Becky tomó su teléfono y se decidió a responder aquellos mensajes.
«¡¿Quién te pasó mi número!?» escribió golpeteando duramente a la pantalla. No pasó ni un minuto cuando obtuvo respuesta.
«No te lo diré» respondió junto a una carita sonriente.
—¡Lu! —exclamó furiosa—. ¡La voy a...! —se detuvo. Apretó con dureza su mandíbula, suspiró y respondió al mensaje—. Se que fue Lu —habló mientras escribía—, tú y ella lo pagaran muy caro.
«Lu no tiene la culpa, le presione mucho. Solo quería hablar contigo...»
—Vete a la...
—¿Señorita Becky? —escuchó a sus espaldas. Ella dio la media vuelta y miró a Wong cerrar la puerta del santuario—. Pensé que ya se había retirado.
—¡No, aun no! —prorrumpió con esa misma falsa sonrisa que le había demostrado al Doctor—. Ya me iba, pero me distraje tantito con el celular, ya sabe, cosas tontas.
Ella mantenía una gran sonrisa y Wong le veía con esa clásica y severa mirada.
—¿Va hacía la tienda de Yamir?
—¡Si! ¿Vamos juntos?
Wong cabeceó y empezó sus pasos los cuales Becky siguió.
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Yamir revisaba las cuentas cuando escuchó la campana de la puerta, alzó su mirada y vio a su empleada entrar junto a aquel hombre de tez oriental quien ya había visto en demasiadas ocasiones. Becky platicaba animosamente, él solo se limitaba a escuchar y Yamir no dejaba de observarles. Él sentía una gran curiosidad por saber de dónde su empleada le conocía aquel sujeto, quien jamás parecía mostrar expresión alguna, la joven saludó a su jefe y este respondió con una carismática sonrisa, ella se despidió del hombre, a quien llamó Wong, y fue a la trastienda a dejar todas sus cosas.
Wong colocó la mercancía en el escritorio y Yamir le veía con una ceja alzada, casi retándole. Empezó a escanear los códigos y, de vez en cuando, alzaba la vista para ver cualquier expresión en él, y no, no demostraba nada.
—Son ocho con noventa y cinco —Wong le entregó el dinero y esperó su cambio—. Gracias, ¡vuelva pronto! —despidió Yamir y ninguna respuesta surgió.
Wong tomó sus bolsas y dejó el local. Becky salió de la trastienda y se colocaba su mandil, lista para su turno vespertino con Yamir.
—Oye —le interrumpió.
—¿Sí?
—Se que esto no me incumbe, aunque debería hacerlo, pero... ¿de dónde conoces a ese sujeto?
—¿Wong? —cuestionó curiosa y Yamir asentó veloz—. Ah... De por ahí —respondió con una gran sonrisa.
—¿Debo preocuparme?
—No —dijo mientras sacaba el celular de su bolsillo y, para sorpresa de él, notó como el rostro de Rebecca se tensaba.
—¿Qué es?
El sonido al dejar escapar el aire de su nariz tomó por sorpresa a Yamir, Becky parecía bufar cual toro junto con una ira que se acumulaba en rostro. La joven se acercó a su jefe y lanzó el teléfono al escritorio.
—Conocí a un chico en la fiesta que fui y me está fastidiando.
—¿Te pusiste a buscar novio? —preguntó curioso.
—¡Claro que no! Solo me fui a divertir, como todos ustedes me sugirieron, pero salió ese idiota y Lu le pasó mi número.
—Veinte mensajes y sigue escribiendo —mencionó al mirar la pantalla—. Vaya que si le interesaste.
—Es un chico estúpido de universidad.
—¿Universidad? —ahora soltó preocupado.
—¡Te dije que iba estar repleto de universitarios! —exclamó mientras tomaba un sacudidor.
—Si, pero no pensé que te fueran a hacer caso. Como eres una chica de colegio y muy tonta.
Becky vio molesta a su jefe.
—Por eso, Yamir, porque soy más joven y, al criterio de ellos y como tú me dijiste, tonta.
—¿Y por qué Lu le pasó tu número? —continuó mirando como entraban más mensajes.
—Porque la muy tonta a de pensar que es muy romántico —dijo con un tono de voz chillón.
—Ah, sí. Lu es muy soñadora. ¿Y qué harás?
—Lo voy a bloquear y haré como si nunca existió.
—Me parece bien. No te involucres con chicos más grandes que tú, usualmente juegan con las de tu edad.
—Si, lo sé... —musitó mientras comenzaba a limpiar estanterías.
—Me alegra que pienses maduramente, Becky. Eso habla muy bien de ti.
—Claro... —bromeó, dejando a relucir una media sonrisa.
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—¡¡Estás muerta Lourdes!! —vociferó Rebecca mientras golpeaba con su mano el pupitre de su amiga.
—Tranquila... —respondió la joven mientras dejaba escapar una sonrisita picarona— No pensé que te enfureciera que le diera tu número a Edvard.
—¡No pensé que te enfureciera que le diera tu número a Edvard! —repitió con voz chirriante—. ¡Claro que me iba a molestar, Lourdes! ¡¿Por qué demonios se lo diste?!