Edvard observaba a través de la ventana de su campus escolar como el sol finalizaba su brillo y el calor de verano se iba para darle la bienvenida al otoño y, mientras dejaba escapar el humo de su cigarro, pensaba en su próxima hazaña para acercarse al santuario de los hechiceros.
Hacía mucho tiempo que había intentado poner un pie ahí, pero los hechizos que emergía en su contra eran muy poderosos y le imposibilitaban acercarse, y ahora, con la partida de Ancestral y el escaso conocimiento del nuevo hechicero supremo, Haberdash podía acercarse, poco a poco, a ese lugar.
Pensó en retrospectiva todo lo que había soportado estando en esta tierra. Estaba hartado, cansado; sin embargo, ese día de aquella estúpida fiesta el sentir la magia alrededor del lugar, le brindó esperanzas. Aún estaba asombrado que aquella chica no hubiera detectado sus habilidades, o era una estúpida o, tal vez no tenía conocimientos. Aun así, sabía que ella tenía contacto con la magia, al torturarla en sus sueños había magia. Ella sería su llave, mientras seguiría disfrutando del tormento que generaba en ella.
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Entró a la tienda de su jefe, no hubo saludos y Yamir alzó una mirada curiosa, Becky se acercó a la máquina expendedora de café y se sirvió uno, demasiado cargado y sin ningún tipo de endulzante. La sorpresa en su rostro no se hizo esperar y al ver como su empleada tomaba del café como si nada.
—Tu no tomas café. ¿Qué te pasa?
Rebecca se dio la media vuelta, su rostro lucía agotado y las bolsas de bajo de sus ojos eran dos manchas oscuras. Yamir alzó sus cejas y al percibir el humor de la joven retomó la vista a sus apuntes.
—Te lo voy a descontar —se atrevió a decir. Ella se acercó al escritorio y sacó varias monedas del bolso de su pantalón y las colocó sobre la mesa—. Exacto —sonrió mientras recogía las monedas—. ¿Mala noche?
—Pésima —corrigió y dio otro tragó al café.
—¿Qué sucede?
—Es lo que quisiera saber —paró y dio ligeros golpecitos a su vaso—. Iré al doctor —soltó.
—¿Tanto así?
—Creo que sí, pero, en lo que voy, he estado pensando en algo.
—¿En qué?
—Tomaré el turno nocturno...
Ante esas palabras, escucharon la campana que daba la señal de que la puerta era abierta, ambos voltearon y el mal humor que la joven llevaba consigo se aligeró al ver a Wong entrar a la tienda. Saludó con un ligero movimiento de cabeza y se adentró a los pasillos de la tienda para surtir su despensa. Rebecca le hizo una seña con la cabeza a Yamir para que ella atendiera al cliente, y este sin mucha gana, aceptó el capricho de su empleada y se fue a la trastienda.
Sin la presencia de su jefe, Becky dejó el café en el escritorio y ensanchó lo mejor que pudo su sonrisa, se dio la media vuelta y miró a Wong.
—¡Regresaron! —exclamó con grata alegría.
—Así es —dijo mientras colocaba unas latas en el pequeño carrito.
—¿Todo bien? Se fueron por varios días —Wong cabeceó tranquilo, dando a entender que todo estaba bien—. ¿Qué cuenta el Doctor Strange?
—Lo de siempre.
—Estudiando y amargado —bromeó y volvió con su vaso de café. Wong frunció su ceño mientras observaba a la joven, corroborando lo que había notado desde que había entrado al local—. Era broma —soltó, una vez trago y notó esa expresión en él.
—Lo sé.
—¿Nunca se ríe? —cuestionó curiosa.
—Por supuesto —respondió—. ¿Qué sucede?
—¿De qué?
—Luces cansada, como si no hubieses dormido.
Rebecca golpeteó su vaso de café mientras sus ojos se movían de un lado a otro, pensando en una respuesta sensata.
—No dormí —confesó, ante la falta de una mentira.
—¿Todo está bien?
—Genial, diría yo —dijo con una gran sonrisa mientras alzaba sus pulgares. La expresión de Wong cambió a alzar una ceja y no convencerse de la respuesta dicha—. Estoy bien, solo fue una mala noche —en ello él retomó a sus compras y Becky borró sus expresiones, casi agradecida.
Al poner todo lo que había comprado sobre el escritorio, Becky empezó a pasar los precios y mientras hacía eso, podía sentir la pesada mirada de Wong. En ocasiones llevaba su mirada con él y al momento la retiraba, parecía sermonearle y eso le incomodaba.
—¿Mañana vienes a desayunar? —preguntó. Ella asintió—. Bien. Hay que ponernos al corriente.
—Si, me hace falta platicar con ustedes.
—A nosotros igual.
Terminó de pasar los precios y Wong pagó para despedirse con un ligero alzar de sus labios.
—¡Hasta mañana! —se despidió la joven con una confortable sonrisa.
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La jornada fue laboriosa para ella a pesar de ingerir seis vasos de café. Se despidió de su jefe y al pisar la banqueta, lo miró. Edvard estaba apuntó de entrar a la tienda, pero ante el abrir de la puerta de cristal paró en seco y miró con su gran sonrisa a la joven, quien al tenerlo en frente su expresión resulto ser indiferente.
—Hola —saludó sonriente.
—Hola —respondió.
—¿Ya termino turno?
—Si.
—¿Te acompaño?
Becky parpadeó, cerró la puerta y comenzó a caminar hacía la parada del autobús. Sin ninguna respuesta de por medio, Edvard arqueó sus cejas y se dispuso a acompañar a la joven, quien no se quejaba de su presencia.
—¿Debo sentirme contento porque no me haces pelea? —ella se encogió de hombros—. Es chocante sino peleamos, hasta incomodo me siento.
—No tengo ganas, ni humor de pelearme contigo.
—Puede ser un progreso —Llegaron a la parada y Becky tomó asiento en espera del autobús mientras que Edvard se colocaba a su lado—. ¿Puedo preguntarte algo?
—Ya que...
—¿Quieres salir conmigo?
El silencio se envolvió en ambos jóvenes y mientras que pasaban los segundos, la gente comenzó a acumularse en la parada. Edvard jugueteaba con sus manos en lo que Becky sacaba las pelusas de su mochila, pareciendo ignorar la pregunta del chico.