Las Extrañas Historias de una Joven Hechicera.

A Strange Tale 2 - Capítulo IX

El sonido de unos pasos flojos logró que Wong detuviera su elaboración del desayuno, giró un poco su cabeza y vio sobre su hombro para descubrir a un cansado Strange.

—¿Mala noche? —saludó y un ligero gruñido fue su respuesta.

Strange se acercó al refrigerador, sacó un cartón de jugo de naranja y fue en búsqueda de un vaso a la alacena. Wong observó cada detalle e intentó analizar la situación.

—¿Algo que reportar?

—Nada —respondió agotado al cerrar la gaveta. Colocó todo en la mesa y se sirvió el jugo.

—Supongo que no desayunaras.

—Supones bien —dijo y al terminar de servirse dio un gran trago para luego dejar escapar un largo suspiro—. Hoy estaré ocupado —continuó—. No quiero que nadie me moleste al menos que sea una emergencia.

—¿Una emergencia de que aspecto?

—Que sea de vida o muerte —mencionó mientras se alejaba de la cocina.

Dando en esta ocasión ligeros tragos a su jugo y aun con paso lento Strange llegó a su habitación y se encerró. Dio el último trago a su vaso y lo colocó sobre una pequeña mesa que tenía cerca. Caminó hasta su cama y removió las sabanas para echar un vistazo a como estas se encontraban empapadas, quitó las telas que cubrían el colchón y apreció como este también se encontraba en el mismo estado. Dejó de lado la segunda evidencia y prestó atención a su ropa de dormir la cual mantenía sobre una silla secándose. Tomó asiento en el lado seco de su cama y colocó sus manos sobre su pantalón. Se sentía débil, como sus primeros días fuera del hospital, y el dolor en sus manos latía sin cesar.

No comprendía muy bien lo que estaba pasando. ¿Realmente todo fue una pesadilla? Todo había sido tan real. El sufrimiento, aquellas aguas, esa voz. Su mente paró sus dudas y recordó aquella voz. ¿Cómo la había olvidado? Hacía tantos años de ello. Escondió esa dulce voz en el fondo de su mente que llegó a olvidar como tintineaba. Sintió a su cuerpo temblar, ya no por el dolor que empezaba a desvanecerse sino por lo que había escuchado.

—Solo... solo fue una pesadilla —buscó convencerse. 

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Rebecca abrió la puerta de la tienda al ver como Yamir había olvidado su llave, este sonrió con burla y se mofó del hecho de descuidar las llaves de su tienda. La joven le veía y la seriedad sobre su rostro asustó a su jefe.

—Ya vete a descansar —dijo al ponerse el mandil.

—Sí, eso haré —respondió desganada mientras se colocaba su mochila.

—Saluda a tu madre y te veo a las seis.

—Gracias. Hasta más tarde.

La joven dejó la tienda y fue directa a la parada del autobús, pero en esta ocasión desvió su camino. Tomó el autobús que la llevaba al centro de la ciudad y que le dejaba lo más cercano posible al Metro-Hospital. Frente al edificio Becky se mordía su labio inferior y apretaba los tirantes de su mochila mientras pensaba si entrar o no. Su indecisión la estaba volviendo loca, ¿por qué le costaba tanto entrar al maldito edificio? Suspiró agotada y apresuró sus pasos hacía la entrada principal. Una vez ahí se acercó a la recepción y una de las secretarias le miró confusa.

—¿En qué puedo ayudarte?

—Buenos días —dijo con una leve sonrisa—. Busco a la Doctora Palmer.

—Su turno terminó hace una hora.

—¿Tiene turno nocturno? —preguntó para sí. La recepcionista le miró confundida.

—Ah... sí.

Becky reaccionó y sacudió un poco su cabeza.

—¿Sabe cuándo vuelve a tener turno matutino o vespertino?

—Desconozco esa información.

La joven sonrió de mala gana, golpeteó con sus dedos al concreto y salió del hospital con un humor peor al que ya traía por su cansancio. Al salir del edificio el sol que empezaba a demostrar su brillo molestó en los ojos de la joven, esta alzó su mano e intentó adaptarse a la luz. Suspiró agotada e inició su camino rumbo a casa. Mientras esperaba el autobús veía a los coches pasar, pero hubo uno que llamó su atención. Observó confusa a un coche que dio reversa y se colocó frente a la parada del autobús, demasiado confusa la joven vio como la ventanilla bajaba.

—¿Becky? —preguntó Christine.

—¡Doctora! —exclamó asombrada mientras se levantaba del lugar.

—¿Qué haces aquí?

—Vine a buscarla —mencionó al ponerse cerca de la ventanilla.

—¿A mí? —soltó confundida y Becky asintió con una ligera sonrisa—. ¿Ha pasado algo?

—No —respondió con la cabeza un poco inclinada.

—¿Entonces?

—Quería platicar con usted.

Christine mostró grandes ojos mientras que la chica se mantenía con su sonrisa.

—¿Platicar? ¿Sobre qué?

—Sobre el Doctor Strange.

Creyendo imposible el abrir más sus ojos la Doctora Palmer parpadeó y sacudió un poco su cabeza.

—¿So...? ¿Sobre Stephen? —balbuceó. La joven asintió—. ¿Por qué? —preguntó alzando una ceja.

—Porque tal vez usted me podría responder algunas preguntas que él siempre evade responderme.

Christine mantuvo su ceja arqueada y no dejaba de mirar a la joven quien hacía relucir su mejor sonrisa, a pesar de lo cansada que se veía.

—Depende que le hayas preguntado y tal vez te ayude —soltó con una leve sonrisa—. Sube —ofreció, Rebecca parpadeó confusa mientras veía como quitaba el seguro a la puerta.

—¿De verdad...? ¿Hoy...?

—¡Claro! Mañana tengo día libre, así que no hay ningún inconveniente en que podamos platicar.

De nuevo la joven parpadeó y reaccionó ante la oferta de la Doctora Palmer, dio la media vuelta al coche y subió en el asiento del copiloto, mostro una delgada línea en su rostro y la Doctora se mantuvo sonriente hasta poner en marcha el automóvil.

En el camino ambas iban platicando de cosas simples y una que otra risita surgía en ellas hasta que Rebecca notó como se dirigían a un edificio de apartamentos. Christine bajó la velocidad y encendió las direccionales para entrar al estacionamiento del edificio.



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Editado: 23.05.2022

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