Stephen Strange contemplaba las estrellas a través del ventanal de su santuario, jamás se había sentido tan agradecido por ver aquellos pequeños destellos centellear sin cesar. Exhaló algo agotado y percibió unos pasos acercarse a él, dio la media vuelta y observó a Wong con una bandeja y tres tazas de té.
—¿Todo está bien? —preguntó al dejar todo en una pequeña mesa.
—Si —contestó con un ligero movimiento de cabeza.
Wong dirigió su mirada al fondo de la habitación y recostada en uno de los sofás se encontraba Rebecca. La joven yacía dormida boca abajo con la boca un tanto abierta y en la orilla dejaba caer uno de sus brazos y una pierna. El hechicero parpadeó un tanto confuso y llevó su mirada con Strange quien tomaba una de las tazas de té.
—Déjala —mencionó, consiente de esa mirada—. Necesita descansar.
Ante esas palabras Wong no respondió, fue a tomar su taza de té y una vez junto a él le observó con cierta prudencia.
—¿Qué sucederá con la pesadilla?
Consumiendo su primer sorbo Strange vio a su compañero.
—Estará cautiva por un largo tiempo.
—Me alegra escuchar ello.
—Sí. Ya nadie sufrirá —dijo, echando una rápida mirada a aquella jovencita—, todo en ambas dimensiones será como debe de ser.
Wong observó por unos momentos a Becky, luego regresó con él notando como meneaba la canela en su té.
—¿Sabes, Strange? Creo que debes de estar consciente que no siempre podrás proteger a Becky —ante ello, el Doctor llevó una rígida vista con él—. En un principio, ninguno de los dos detecto el poder la pesadilla sobre ella.
—Lo sé, Wong...
—¿Has pensado el abrirle las puertas de las artes místicas?
—Conoces mi postura.
—Si, la conozco a la perfección, sin embargo, nunca es tarde para cambiar de opinión.
Stephen miró severamente a su compañero y bebió de su té.
—Mi opinión se mantiene firme —reveló al terminar de pasar su té y colocar la taza sobre la mesa—. No pienso arriesgarla más. Ya son dos ocasiones donde casi muere, y esta última fue la más cercana a ello.
—¿Y qué tienes en mente?
—He pensado en un hechizo para hacerle olvidar todo. Ya lo había considerado en un principio, pero no sé qué me detuvo para no realizarlo.
—Esa debe ser una señal.
—¿Qué señal? —preguntó suspicaz.
—Ese es el misterio, Strange. Tú, como hechicero supremo, debes identificar a quienes tienen un potencial para servir a nuestro arte. Nada te llegará con lógica y razón, solo serán señales las cuales deberás percibir y seguir. Te has puesto a pensar, ¿qué sucedería si realizas ese hechizo?
—Ella seguiría con su vida normal, sin estar apegada a todo esto y a los peligros que conlleva.
—O tal vez Becky estaría en un círculo vicioso, siendo atraída por el destino a este santuario. A todo lo que nos rodea, diciéndote que es aquí donde debe estar. Y al rechazarle las posibilidades la dejas expuesta a múltiples e innumerables peligros. La pesadilla la detectó y fue el primero de muchos dispuestos a todo con tal de atacarnos.
—Basta... —susurró y él obedeció.
El silencio llegó y en la cabeza de Strange miles de cosas surgieron. Fueron demasiados pensamientos y conflictos que intentó callar con la pequeña cuchara al volver a menear el contenido de su té.
—Solo piénsalo —fue el último aviso de Wong y se retiró.
Strange paró el movimiento con la cuchara y miró a su té, meditando en todo lo que su amigo acababa de decir. Odiaba admitirlo, pero Wong tenía razón. Cerró sus ojos y pensó en lo sucedido en la dimensión de las pesadillas. Por su culpa casi muere. Si no hubiera tenido ese momento de debilidad no hubiera sucedido ese incidente. A su mente llegaba la imagen de la joven tendida en el suelo y sin respirar, la misma que vivió en su juventud al intentar salvar a su hermana. Abrió los ojos y sacudió su cabeza intentando desaparecer esas hirientes imágenes.
De repente un estruendo le hizo dar la media vuelta y descubrió a Rebecca tirada en el suelo, tratando de levantarse y quejándose por el dolor que había sentido. Se había caído del sillón, su posición no era la más cómoda o correcta, pero un ligero movimiento debió provocar su caída. Strange suspiró amargamente mientras rodaba sus ojos, hasta dormida ella era capaz de algún disparate.
—¿Estás bien? —preguntó con su usual tono.
—Sí... si —respondió llevando una de sus manos a su cara—. Solo fue... —paró y bostezó—. Un método para despertarme... —dijo y trató de tomar asiento en el sillón
—Que método tan peculiar.
—Durante todo este tiempo —continuó como si nada—, idee maneras para despertar, por si sufría de pesadillas. La caída al vacío es uno muy bueno.
El Doctor Strange le observó con una ceja arqueada, reafirmado su pensamiento sobre sus disparates, sí que era una caja de sorpresas. Becky llevó sus manos sobre sus mejillas y las palmeó ligeramente para despertar, ni siquiera supo en qué momento se quedó dormida, pero lo poco o mucho que lo hizo fue ameno para ella.
—¿Té? —repentinamente el Doctor preguntó.
Ella le miró y parpadeó veloz.
—¡Sí! —exclamó, se dio unos golpecitos a sus piernas y se alzó para acercarse a la mesita.
Una vez a su lado le ofreció todo para que preparara el té a su gusto, Becky tomó una cucharada de miel y después agregó la canela. Strange vio confuso aquello, ya que a casi nadie le gustaba el hecho de ponerle canela al té. Casi lo consideraban un sacrilegio, pero a él le gustaba esa sensación agridulce que generaba y al parecer a ella también. Rebecca sopló, dio el primer sorbo y notó por el rabillo de su ojo que el Doctor le veía.
—¿Sucede algo? —preguntó desconcertada.
Él negó, dio la media vuelta y caminó hacia el ventanal para contemplar el cielo nocturno. La joven le siguió con la mirada a la par que con sus dedos índices golpeteaba la taza, apretó sus labios mientras su cabeza trabajaba las mejores preguntas para no dejar que el silencio se apoderara de ellos.