Abro los ojos lentamente, las cortinas bailan al compás del viento, mientras que los truenos suenan y el sonido rebota en las paredes, provocando que las sombras de los árboles se vean de forma retorcidas y tétricas.
Una ligera llovizna golpea en los vidrios de la ventana, que poco a poco se va intensificando como si fueran canicas cayendo al suelo.
Tocan la puerta de la habitación y entran, con delicadeza como si fueran a despertar a alguien, primero asoman la cabeza y luego entra el cuerpo.
Un hombre.
Sonriente como el Gato de Cheshire de Alicia en el país de las maravillas.
Inicia a revisar gaveta por gaveta, abre y cierra cajones, saca ropa, juguetes, todo.
Como si no importara nada.
-Detente - Mi voz apenas un susurro sale, pero no me escucha, todo se siente extraño, tan frío, tan desolado como si no existiera nada. Sigue buscando mientras murmura palabras extrañas, al perecer me nota, se acerca a mi lentamente y se agacha.
Me doy cuenta que estoy en el suelo, tirada, no logro ponerme de pie, y el me toca, no siento su tacto.
Alguien abre la puerta del primer piso, y en ese momento me logro poner de pie y esquivo al hombre para bajar corriendo, un breve momento me detengo al escuchar goteo, el suelo está húmedo y frío por una sustancia espesa.
No me detengo a averiguar que es, sigo bajando.
Es mamá, camino tras de ella para advertirle del hombre, pero no me escucha.
Insisto, pero me pasa de largo, tiro de su vestido blanco con flores color durazno.
Pero me sigue ignorando.
Cada vez se siente nas frío.
-¿Mamá? - Pronunció en un hilo de voz, intenrado que me escuche.