Las Flores Que Me Diste

UNO

El pasillo estaba oscuro. Su mano me sujetaba por el brazo y el sonido de nuestros pasos comenzaba a desaparecer con la cercanía de la música. Tener su tacto sobre mi cuerpo me hacía pensar en todas las veces que estuvimos juntos. ¿En la cama?  

Nos detuvimos frente a la puerta.  

—Después del último hombre que atiendas, ¿puedo estar contigo? —Pregunto él. 

Le miré por algunos segundos y sonreí como respuesta.  

Esta vez no le había contado que mi plan se llevaría a cabo en esta noche. ¿Se molestaría conmigo? Su respiración me retumbó en el cuello y su aroma era tan intenso como tabaco. No respondí con palabras, tenía la intención de que él pudiera descifrar mi semblante. Su mano estaba tibia y pensé en su petición.  

¿Me convertiría en una traidora? 

Abrió la puerta y enseguida, subimos unas escaleras. Atravesamos una cortina de terciopelo color rojo y ahí estaba todo.  

Mujeres bailando en la plataforma con un montón de hombres, algunas sentadas en su regazo y bebían de las copas de ellos. Las bebidas alcohólicas no podían faltar en este lugar. ¡Sí! Las manos de los hombres manoseaban sin escrúpulo alguno los cuerpos de las mujeres. Después de todo, estábamos en un prostíbulo. ¿Qué otra cosa podíamos esperar?  

Mi custodio me soltó y caminé hacía la barra en busca de algún cliente.  

Bebiendo alcohol, lo vi recargado contra la madera del mueble. Me acerque con mucha seguridad a ese hombre de barba que sostenía una copa y la mirada se le prendió al verme. Sus manos invadieron mi espacio personal. Aliento alcohólico, su boca no me hacía sentir nada. Besó el cuello, su lengua resbalaba muy bien por mi piel.  

Susurré algo a su oído y empecé tomándole de las manos. Caminamos por el pasillo hasta llegar a mi cabina. Lo empujé contra el sofá y corrí la cortina con mucho deseo. ¡Empezaba la noche! ¿Qué podía hacer con este hombre? ¿Qué necesitaba sentir con él? 

Cuando su cuerpo libero todo de él, su gemido me hizo sentir desdichada y mi trabajo había terminado allí. ¡Culminar en sensaciones! Era momento de escapar. 

Encendí un cigarrillo. Lo tomó, observo mi desnudez por algunos segundos, sonrió y se lo llevó a la boca. Una columna de humo apareció y el olor a tabaco me animo a sacarlo de adentro de mí. Me puse de pie, me vestí rápidamente, tomé su copa, la botella de alcohol y el encendedor. 

 Él comenzaba a vestirse, se veía despreocupado. ¡Era el momento! Corrí la cortina y empecé a caminar.  

Le prendí fuego a la copa y sin miedo alguno, la rompí contra el suelo, comencé a regar el alcohol por toda una cabina, el sonido de la música escondió los rastros de mi plan. ¡Prendí fuego a las telas! Una cortina comenzó a incendiarse rápidamente, el humo no tardó en aparecer y el fuego se propago a toda velocidad gracias al alcohol.  

¡Perfecto! 

Las demás empezaron a salir de las cabinas y los hombres comenzaron a asustarse. Las mujeres no paraban de gritar y mi corazón gemía por todo lo que estaba pasando. ¡Adrenalina a toda potencia! 

Vi a mi custodio pensando en que hacer. No había ninguna salida trasera. Los guardias habían dejado su posición. ¡Era el momento! 

 Sin dudarlo, corrí hacia él y le besé en la mejilla. Apreté su cuerpo contra el mío en un cálido abrazo de algunos cuantos segundos, necesitaba su tacto tibio una última vez y cuando lo obtuve, me alejé de él. 

—¡No podré estar contigo al final de esta noche! ¡Pienso huir ahora mismo! 

Asintió, sabía perfectamente que todo esto lo había provocado yo. Los dos estábamos en una situación que no nos correspondía y ambos habíamos hablado de buscar nuestra libertad. ¿Este era el momento para intentar encontrarla? 

—Prometo encontrarte... 

Me quité mis aretes y se los di. Sabía que cumpliría con su palabra. 

—Cuando me encuentres, me los das. ¡Espero recibirlos de ti! 

Asintió. Le di la espalda y caminé hacía la salida. El fuego ya se había esparcido por casi todo el lugar. Salir de aquí era algo que había estado anhelando desde hace mucho tiempo.  

Mis pasos comenzaron a ir cada vez más rápido. Cuando vi el cielo nocturno, no me lo podía creer. Comencé a correr. Afuera estaban muchas personas mirando el incendio. Los bomberos se escuchaban cerca y de pronto, los hombres del burdel empezaron a capturar a las chicas.  

¿Quién podría ayudarlas? ¿A dónde las acorralarían? ¿Qué sería de nosotras? 

Un hombre alto y fornido comenzó a perseguirme. Correr en tacones no era una cosa sencilla, pero tampoco era imposible. Los entrenamientos dentro de mi habitación estaban rindiendo frutos está noche. ¡Al fin!  

La noche era fresca, sentí mucha euforia cuando el viento me golpeaba en la cara.  

Estaba por llegar a la calle cuando las luces de esa camioneta casi se impactan completamente contra mí. Sentí un dolor en la pierna derecha. Recibí el impacto en esa zona y mis nervios aumentaron. El custodio venía cerca. Me incorporé rápidamente, el chófer me miraba sorprendido. ¿Qué ocurriría conmigo?  

Corrí hacia la puerta del copiloto a pesar del dolor y empecé a golpear el vidrio, pidiéndole ayuda al conductor. La ventanilla se bajó rápidamente. 

—¿Estás bien? —Preguntó él. 

Parecía que este hombre no era malo, su mirada me transmitía confianza. ¡Sus ojos! 

—¿Puedo subir contigo? Por favor ¡Ayúdame! ¡No me dejes aquí!  

Mi petición hizo que se sorprendiera. 

El custodio estaba llegando a nosotros, los segundos no se detenían y el miedo me abrazó fuertemente. ¿Me ayudaría? ¿Se iría por desconfianza? ¿Qué sería de mí? Finalmente, quitó el seguro de la puerta y abrí sin dudar. El custodio se acercó a la puerta del chofer. El vidrio de su ventanilla estaba polarizado. 

—¡Acelera! —Ordené al ver su lentitud. 

No me dio tiempo de acomodarme. Sentí mi corazón latir a mil por hora y en segundos, desaparecimos de ese lugar.  




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