Las Flores Que Me Diste

CINCO

La casa de los padres de Ángel era increíble. Muy bonita, moderna y lujosa. No tenían muchas cosas, solo lo necesario y la decoración era, cómo le dicen, muy minimalista.  

Aurora tenía lista la mesa. El padre de Ángel le pidió que lo acompañará bebiendo un poco. 

—La casa no es la misma desde que los hijos se van —dijo ella. 

Estábamos en la cocina. Me ofrecí a ayudarle sirviendo los platos. 

—¿Cuántos hijos tiene?  

Ella tenía un delantal puesto. Sus aretes eran de oro y al igual que su hijo, ella también sonreía de forma muy elegante. 

—Tres. Tuve tres hijos. Uno ya se casó, la otra está a punto. Y Ángel. Mi Angelito es libre aún. 

La forma en que miraba a su hijo me transmitió mucho cariño, ternura y amor. ¡Yo nunca tuve eso! Ángel era su hijo menor. 

—Supongo que está contenta por la boda de su hija. 

—Sí. Aunque, siendo sincera, mi futuro yerno no es de mi agrado. Pero bueno, yo no me voy a casar con mi yerno, Claudia es la que tendrá que soportarlo cada día. ¡Ella sabe lo que hace! Después de todo ya es toda una mujer adulta. 

—¿Qué edad tiene ella?  

—Veintiocho. 

—Se ve más joven. 

—Se lo dicen a menudo. ¿Qué hay de ti? 

—¿Cuántos años tengo? 

—Te ves muy jovencita. 

Sonreí. 

—Tengo dieciocho años. 

—¡Qué bonita edad! A mí me fascinaron los dieciocho, me sentía invencible.  

—¿De verdad? 

Guiño el ojo derecho y sonrío.  

—A los dieciocho tienes libertad para muchas cosas.  

Reímos. Su forma tan simple y fácil de decir las cosas me sorprendió. Aurora parecía ser una mujer sin filtro.  

Nos sentamos a comer. Ella había preparado crema de lenteja y tinga de pollo con tostadas. ¡La tinga era lo mejor! El sabor de la comida me hizo desear querer aprender a cocinar. 

—¿Y hace cuánto que se conocen? —Preguntó Samuel. 

Su pregunta me tomó desprevenida. ¿Qué se supone que tenía que responder? 

—Hace como un año. Nos conocimos en un viaje —respondió Ángel. 

Bajé la vista a mi plato y di mi último bocado de tinga. 

—¿Y se divirtieron?  

Era mi turno de hablar. 

—Sí. Bueno, al principio fue un poco complicado. Pero después todo se volvió bueno. ¡La pasamos muy bien! 

Ahora yo era cómplice de Ángel. ¿Por qué había decidido no contar la verdad? Ahí pude notar más que nunca la empatía de Ángel. 

—Muy bien. Pues deberíamos salir algún día como familia. 

¡Caramba! Querían que yo fuera parte de su familia. Eso sí que no me lo esperaba. 

—La verdad es que me siento contenta de que estés aquí con nosotros. Hace tiempo que Ángel no traía alguna chica a nuestra casa. Me siento contenta, no sé, como muy tranquila de ver feliz a mi hijo. 

¿Por qué se sentiría así doña Aurora?  

Ángel se ruborizo un poco. Lentamente se giró a mirarme. Estábamos sentados en el mismo lado de la mesa. ¿Él era feliz conmigo? ¿Acaso no era demasiado pronto para pensar en cosas como esa? 

—¡Gracias! La verdad es que han sido muy amables conmigo y eso es algo que realmente me hace sentir tranquila. De cierto modo, cómo que la entiendo, yo también me siento feliz de haberlos conocido. 

Ella sonrió. 

Al terminar la comida y devorar el postre, Aurora me invitó a su estudio. Un salón muy elegante con toques decorativos sencillos. Me ofreció una copa de vino, las dos nos sentamos en los sillones de gamuza color chocolate. La tela era muy suave. 

—Sé que Ángel te presento como su amiga y eso me da gusto. Pero, me gustaría saber más sobre su relación. Obviamente estás en confianza querida y por eso quiero preguntarte algo. ¿Realmente son amigos? 

¿Qué debía responder?  

La bondad de estas personas comenzó a hacerme sentir culpable por no haber dicho la verdad sobre cómo es que Ángel y yo nos conocimos. ¿Debía ocultar mi pasado? ¿Me juzgarían cruelmente? ¡Qué más da! Debía ser yo quien le diera a la nueva Karol la oportunidad de ser sincera la mayor parte del tiempo.  

¡Era hora de decir la verdad! 

—Sí. Somos amigos. De hecho, Aurora, yo, tengo que confesarle algo.  

—¿Qué es? ¿Te gusta mi hijo? 

Negué con una sonrisa.  

—No, aun no. 

—¿Quieres que te ayude con él? 

—En realidad, no conozco a Ángel de hace tiempo. 

Pareció sorprenderse. 

—¿De verdad? 

Asentí. 

—Hace rato que su esposo nos preguntó sobre cómo fue que nos conocimos, Ángel mintió. Sé que, él es un buen muchacho y me ha ayudado bastante. ¡Estoy en deuda con él! Pero la verdad es que apenas hace tres días nos conocimos.  

Se sorprendió, pero me siguió escuchando. No me interrumpió. 

—Yo estaba escapando de un hombre que me perseguía y en ese momento me estampe contra la camioneta de Ángel. Me sentía asustada, me dolía el cuerpo y al final casi no logro escapar. Le pedí ayuda a Ángel, su mirada estaba sorprendida porque mi aspecto era preocupante y aún, pudiendo dejarme ahí, él decidió ayudarme.  

—¿Estabas en peligro? 

Asentí. 

—Mi intención era escapar de aquel lugar porque mi vida era muy difícil ahí  y Ángel me ayudó. Fuera del peligro, le conté un poco sobre mi historia. Me escucho, no me juzgó y no me trató como un objeto. Escapé de un prostíbulo al que por muchos años me vi obligada a estar. Yo era una prostituta hace tres días y aunque le supliqué muchas veces a Ángel que me dejara en una gasolinera, se negó a dejarme abandonada. Le dije que él debía seguir con su camino y yo debía continuar con el mío. Entré tanto ruego mío, él me pidió que fuéramos amigos. Pensaba rechazarlo porque pues es un buen hombre y yo, en realidad soy nada. No quería y no quiero ocasionarles problemas, si es que mi presencia les es una molestia, entiendo perfectamente que deberé irme.  

Ella no respondió, terminé de hablar, pasaron algunos segundos y pensé que tal vez ella estaba muy molesta. 




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