Las Flores Que Me Diste

DIEZ

—¡Lamento que él estuviera aquí! Digo, no pensé que tú y él... 

—Descuida. Estoy bien. Me sentí bien está mañana. Al menos ya le dije sus cosas. 

Ángel volvió a reír. 

—¿Segura que no te hizo daño? 

—Por supuesto. ¿Por qué me haría daño? Aparentemente no tengo nada que él pueda hacerme o quitarme. 

Seguíamos caminando por el muelle. Eran como las seis de la tarde. 

—Ahí te equivocas —dijo en un tono neutro. 

Pensé en sus palabras. 

—¿Por qué me equivocó? 

Alzó la vista y sus ojitos se posaron sobre los míos. 

—Dices que no tienes nada, pero, la verdad es que me tienes a mí. 

Sonreí. No esperaba que me dijera algo como eso, pero de cierto modo tenía razón.  

Había pasado más de una semana desde que Ángel me había ayudado a escapar de mi pasado y recientemente he hecho muchas cosas que nunca imaginé hacer. Era cierto que yo nunca le pedí que me llevara a su casa o que me comprara cosas y que me llevara de viajé a conocer el mar. ¡Nunca le pedí bondad, pero él no se ha negado a dármela!  

Recuerdo que Julia, mi vecina, siempre fue cordial conmigo. Su familia era buena y tenían el dinero suficiente como para tener una vida cómoda en el pueblo. Ella nunca me trato de forma injusta, siempre era muy cálida conmigo. ¡Por eso es aprendí a leer! También fue muy bondadosa conmigo. 

Quizá Julia y Ángel sean parecidos. Creo que, a pesar de tanta maldad en el mundo, aún hay corazones que laten con bondad. 

—Tienes razón. ¡Gracias por recordármelo! 

Nos detuvimos justo al lado de un barco de color blanco que brillaba con el sol. Ya había subido a un avión y ahora era turno de subir a un barco. ¡Qué cosas tan más geniales! 

 Abordamos. Se sentía bien la sensación de estar aquí. Caminamos hacia la parte trasera del barco, ahí estaban todos. Tomando cerveza, riendo y hablando. De pronto imagine que me encontraba en un vídeo musical de algún reguetón de moda. En el prostíbulo a veces ponían los videos musicales en tendencia. ¡Pues ahora era mi turno de aparecer en uno! 

Claudia se acercó a mí justo en el instante en qué me vio. 

—Pensé que no iban a venir. ¡Qué bueno que ya están aquí! ¿Qué crees? Ya tengo la canción. 

—¡¿Enserio?! ¿Cuál escogieron? 

—Disfruto, de Carla Morrison. 

¿Carla Morrison? No había escuchado sobre ella. 

—¡Oh qué bien! ¿Cómo va el tono? 

Ella llamo a Jacob. Él se acercó a nosotras traía una cerveza en la mano, era alto. 

—Mi amor, hay que ensayar el vals —le sugirió ella. 

Él dio un trago a su bebida. 

—¡Okey! Me parece bien. ¿Aquí? 

—Pues si ¿no? Karol nos va a sugerir algo. 

¡Rayos! No había pensado en la posibilidad de convertirme en coreógrafa. Jacob detuvo la canción que estaba sonando. Ángel se acercó a mí. Mi nueva hermana parecía muy emocionada por su baile de bodas. 

—Claudia quiere que les ayude con su vals, pero, ni siquiera conozco la canción y no sé qué sugerirle. 

Él sonrió de forma curiosa. Tenía una cerveza en la mano. 

—¡Tranquila! Ahorita les ayudamos. ¡Confía en mí! 

Sonreí. Volví a sentirme tranquila. 

—Bien, cómo no habíamos pensado en el vals, Claudia y yo ensayaremos un poco. No nos abucheen si nos somos tan buenos bailarines —dijo Jacob—. ¿Estas lista Claudia? 

Era mi turno de ayudarles. Ellos tomaron sus posiciones. Ángel puso play a la canción. Una melodía de piano acompañada de violín y una voz suave empezó a escucharse. Era dulce, tenue y la voz de la cantante era muy agradable. Ángel y yo les empezamos a sugerir algunos pasos y vueltas. ¡Me sentía maestra de baile! Era divertido, un poco chistoso y bastante agradable el estar aquí. Jacob tenía un problema con sus pies, no podía ir al ritmo de la melodía. Claudia se enredaba cuando Jacob le daba las vueltas. Todos nos reíamos. 

—A ver, no se pongan nerviosos —les dije—. Traten de seguir la música y disfruten el momento. Imagínense que ya están en su boda y que todos sus invitados los están mirando con emoción. 

—Okey. Lo intentaremos. 

Asentí. Ángel puso la pista musical nuevamente. Todo iba bien, el inicio era tierno y entonces cuando ellos dieron una vuelta, Ángel extendió su mano para sacarme a bailar. 

—Pero... 

—Tranquila. Después de todo eres la maestra y quiero bailar contigo —me dijo él. 

¿Neta me estaba sacando a bailar? 

Asentí. Su mano se entrelazó con la mía, me tomó de la cintura y comenzamos al ritmo del piano, al parecer era la versión performance en vivo. Yo era consciente de que todos nos estaban mirando, Germán, Daniela y todas esas chicas presumidas nos miraban. Se sentía bien bailar aquí, en un barco que navegaba por el océano y el viento de fondo acariciando nuestros cuerpos. 

—¿Cuándo es la boda? —Pregunté a Ángel. 

Preparé el vals y ni quiera sabía cuándo era la boda. 

—La próxima semana. Se casan el domingo. 

—¡Oh muy bien! Se me hizo padre que su despedida de solteros la quisiera compartir juntos, con sus amigos. 

—A mí también me pareció una buena idea, gracias a eso estamos aquí. 

Una curiosidad inocente surgió en mí. Me parecía bonito cuando él decía "estamos", cómo si juntos fuésemos mejor que antes. Quizá sí éramos mejor que antes, pero el hecho de escucharlo así me hacía sentir bien. 

—Gracias por ayudarme ese día. Sé que ya te he agradecido muchas veces, pero, en verdad es que sigo pensando que esto no está pasándome. ¡Cómo si fuera algo irreal! Ya sabes. Conocerte. Vivir en tu casa. Conocer a tu familia. Un empleo. Una amistad. Una boda. Un baile. Viajar en avión. Estar en un barco ahora mismo. Los días se han pasado bien rápido y eso te lo agradezco mucho. 

Sus labios se curvaron disimuladamente en una sonrisa fresca, la puesta del sol se estaba acercando demasiado a nosotros. El mar se estaba pintando de azul y naranja en un universo sin límites, pues a mi parecer, el cielo y el mar se unían como en una muestra de su amor. 




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